Por Felicitas Wilke (dpa)

Sonneberg, 5 ago (dpa) – Solo una bandera europea y un letrero recuerdan en el antiguo paso fronterizo “Puente Quemado”, entre las localidades de Neustadt y Sonneberg, que en el pasado Alemania estuvo una vez dividida aquí. Probablemente en ningún otro lugar el muro que existía en las cabezas de la gente se derrumbó tan radicalmente como aquí.

En Sonneberg, de 24.000 habitantes, la industria del juguete cuenta con una larga tradición. Hace unos 100 años, casi uno de cada cinco juguetes que se vendían en el mundo era originario de Sonneberg. Todavía hoy es posible apreciar en la ciudad la riqueza de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

En el Museo Alemán del Juguete, los visitantes pueden contemplar ahora no solo el primer muñeco bebé del mundo, así como muñecas Barbie, sino que también pueden jugar ellos mismos, por ejemplo en un gigantesco circuito de bolas rodantes.

Foto: Jens-Ulrich Koch

Directamente detrás de Sonneberg se encuentra la Selva de Franconia. Tampoco está muy lejos el bosque de Turingia. A pocos kilómetros del centro comienza un tour fronterizo que permite descubrir, en lo que hoy es un cinturón verde, el trazado de la antigua frontera interalemana.

En las ciudades situadas a ambos lados de la antigua frontera, la gente habla el mismo dialecto y adora las mismas salchichas asadas y albóndigas de patatas. También las costumbres son similares, por ejemplo las fiestas patronales.

“La región situada al sur del sendero Rennsteig ha estado marcada desde hace mucho tiempo por la cultura de Franconia”, explica Thomas Schwämmlein, historiador de la comarca de Sonneberg.

Cuando Alemania quedó dividida, en 1949, el régimen comunista de la República Democrática Alemana (RDA) comenzó a reprimir cada vez más las influencias y tradiciones franconas. “Con cierta vergüenza, se admitía que el dialecto que se habla aquí es francón”, dice Schwämmlein.

Sonneberg atrajo el año pasado la atención de toda Alemania con su amenaza de abandonar el estado de Turingia para incorporarse a la vecina Baviera. El origen de la disputa fue una proyectada reforma territorial que privaría a Sonneberg de su estatus de capital comarcal y despertaría recuerdos de los tiempos de la RDA, cuando la ciudad pertenecía al distrito de Suhl. Muchos habitantes de Sonneberg tenían la sensación, en palabras de Schwämmlein, de que “las ciudades más pequeñas tienen que sangrar para que la capital comarcal pueda brillar”.

No solo por la dinámica ciudad de Sonneberg merece la pena hacer un viaje por el sur de Turingia. En verano, los turistas pueden caminar por el Rennsteig, el sendero de largo recorrido más antiguo y más frecuentado de Alemania, que tiene una longitud de casi 170 kilómetros.

También Suhl, la antigua capital comarcal en tiempos de la RDA, tiene su encanto, porque esta ciudad se presta muy bien para hacerse una imagen de los cambios que se han producido después de la reunificación alemana. Quien salga de la autopista descubre rápidamente los edificios altos de estética socialista. En el centro de la ciudad, las bonitas casas de estilo rococó se alternan con feos edificios funcionales.

 

Desde Suhl se puede llegar en poco tiempo a Meiningen, conocida sobre todo por su centro histórico, los numerosos parques y el teatro estatal. También Meiningen está marcada por la cultura francona, aunque el dialecto es diferente al que se habla en Sonneberg: al igual que los vecinos de la Baja Franconia bávara, los habitantes de Meiningen muchas veces no pronuncian la última sílaba. No todos los dialectos francones son iguales, porque Franconia puede situarse lo mismo en Turingia que en Baviera.