• Por Deike Uhtenwoldt (dpa)

A veces merece la pena ir contra corriente, por ejemplo cuando de repente entre las ciudades alemanas de Marburgo y Giessen (Hesse) sopla un viento fuerte de cara. O por lo menos merece la pena desviarse del camino en bici por el valle del río Lahn para quedarse un día más en la ciudad universitaria en el centro-oeste del país. La bici se puede quedar con el equipaje en la parte baja de la localidad y uno puede subir gratis en alguno de los ascensores que llevan hasta la parte alta, el casco antiguo.

Desde el mármol de Lahn, en Villmar, hasta las termas de Bad Ems, pasando por la catedral de Limburgo, hay muchas perlas a lo largo del valle del Lahn y siempre hay alternativas. En el valle hay un carril bici de 240 kilómetros que puede recorrerse en ambas direcciones y está perfectamente señalizado. Tiene solo unas pocas cuestas y el camino está en su mayoría asfaltado.

Que el camino no solo recorra zonas solitarias junto al río se debe a una sencilla razón. “Entre Marburgo y Giessen, todo empuja hacia el valle”, dice el responsable del tráfico ciclista, Thomas Meyer.

No en todas partes el turismo es la máxima prioridad. “Somos una región minera con una gran densidad de negocios y empresas industriales”.

Aunque ya no hay minería, la industria mecánica ha permanecido en la zona y hasta aquí han llegado empresas del sector de la industria óptica y solar. Meyer debe conducir a los ciclistas por caminos de poco tráfico evitando en la medida de lo posible todas estas compañías.

Pero el encargado no quiere para nada hablar mal de su carril bici. “Somos una región cultural histórica a la altura”, destaca. Y tiene mucho que ofrecer: desde solitarios caminos entre bosques por las montañas Rothaar y casas típicas con las vigas de madera a la vista, hasta animadas ciudades universitarias y Wetzlar, donde vivió el famoso escritor Goethe, pasando por la ciudad residencial barroca de Weilburgo (Hesse). Por detrás de esta última localidad pasa una de las etapas del carril bici que más le gustan a Meyer: “Se pasa por un verde desfiladero hasta llegar directamente a la cuenca (del río), es muy bonito”.

Además, que el tren acompañe al río hasta que quedan solo unos 10 kilómetros hasta el nacimiento es un punto a favor cuando las condiciones y el tiempo no ayudan.

Entre Balduinstein y Laurenburgo (Renania-Palatinado) incluso se puede cambiar a la canoa. En esa parte del camino hay un servicio de lanzadera para transportar las bicis hasta el siguiente punto.

Por detrás de Laurenburgo el carril bici vuelve al Lahn y lo acompaña hasta la desembocadura en el río Rin. ¿Y desde ahí ya todo río abajo hasta Lahnstein, donde muere el Lahn?

“Muchos ciclistas simplemente pasan de largo”, dice Monique Thesing-Podewils. La mujer volvió a su pueblo, Oberhof, hace tres años, y abrió un hotel, el “Goetheberg”, junto a la zona de viñedos.

“Cuando era joven, Goethe pasaba regularmente por aquí para visitar a su primer amor, Charlotte Buff, en Lahnstein”, cuenta Thesing-Podewils.

Aunque su amor no fue correspondido, las descripciones que hizo el escritor del paisaje y sus pueblos dejaron huella. Quien deje de lado la bici para pasear por los viñedos disfrutará de una hermosa vista sobre los meandros del Lahn, el monasterio de Arnstein y las típicas casas del valle.

A veces, merece la pena ir en contra del plan del camino.