TODOS SOMOS CULPABLES, a un año 

Son valientes para negar las entrevistas 

y miedosos para enfrentar los hechos

El Oso Bipolar

 

PREGUNTA INDISCRETA, por Bruno Eduardo Aceves Alejandre

Hace un año, escribí el primer editorial para BRUNOTICIAS, acababa de ocurrir la matanza de 5 jóvenes. A 365 días de distancia la situación no ha mejorado. Los homicidios en la región ya se cuentan por decenas este 2016. Según la Procuraduría de Justicia de Michoacán van 82 en la zona que abarca Zamora y La Piedad.  

12 meses después de este editorial, la situación de inseguridad ha empeorado en la región. En julio se reportaron 150 homicidios en Michoacán.  Tan sólo esta semana van cuatro en la zona de La Piedad y Santa Ana. El portal semáforo delictivo contabilizó en el primer semestre de 2016 678 asesinatos. Por esto, creo que es prudente reproducir la columna de hace un año, donde a excepción de que iba a iniciar el gobierno, todo sigue igual, nadie dice nada, pero todos somos culpables.

La pregunta indiscreta a Arely Gómez, a Martín Godoy, a Enrique Peña, a Miguel Márquez y a Silvano Aureoles sigue. ¿Cuántas ejecuciones se necesitan para que hagan algo? Mientras tanto, comparto nuestra columna de hace un año agradeciendo a nuestros más de 12 mil 700 seguidores en BRUNOTICIAS y 14 mil en nuestras páginas hermanas en Churintzio, Degollado, Ecuandureo Numarán, Tanhuato, Yurécuaro y Zináparo. Es un privilegio servirlos e informarlos a todos. 

Las jornadas de desapariciones, violencia y muerte iniciada hace unos días en mi querido terruño me han sacudido el alma. La conciencia me llama a escribir y no volverme cómplice de este maldito silencio que nos está matando a todos como sociedad y comunidad, casi tanto como ha secuestrado y asesinado a más de una decena de personas.

¿Qué nos pasa? Era el nombre de ese programa televisivo donde Héctor Suárez denunciaba la corrupción en el gobierno, pero también en la propia sociedad. El vándalo llamado Flanagan; el acosador nombrado El No Hay; la madre abnegada y violentada titulada Doña Zoila, y otros personajes que aún seguimos viendo y callamos ante sus acciones aunque sabemos que están mal.

De estas desapariciones y muertes somos culpables todos. Lo es quien vende veneno, pero también el que lo compra. Lo es quien secuestra, pero también quien habla sin saber. Lo es la madre que solapa al hijo, pero también el padre irresponsable y ausente. Lo es el empresario que paga sueldos de miseria y también el empleado incumplido o ladrón. Por supuesto que es el gobierno que no brinda seguridad, pero también el ciudadano que no denuncia. Lo es la comunidad cuyos integrantes han dejado de importarle, pero también los individuos que sólo se ocupan de sí mismos. Lo es el líder que prefiere mirar hacia otro lado.

No se trata de decir, YO NO FUI. Se trata de asumir cada quien su parte. No puedes cambiar todo el mundo, pero sí puedes cambiar Tú mundo. Así como el mal ejemplo se propaga, también puede hacerlo el bien. Así como cunde la oscuridad, puede renacer la luz. Así como podemos mirar hacia otro lado, podemos elegir involucrarnos y solucionar nuestros problemas comunes. Ese es el principio de la respuesta.

Debemos hacernos, TODOS, responsables de lo que pasa. La violencia inicia desde que no reprendo a mi hijo ante una mala acción. Continúa cuando me siento dueño de la calle y obstaculizo un lugar de estacionamiento porque está enfrente de MÍ negocio, casa o se me pegó la gana. Permanece cuando me paso un alto o luz roja: “total, nadie me vio”. Se propaga cuando toleramos al que invade terrenos, roba luz, evade impuestos, vende robado, tira basura, acepta sobornos, da mordidas. Todos son ejemplos de violencia que atentan contra todos.

Los buenos deseos, las charlas cotidianas, las publicaciones en Facebook de poco sirven si no van acompañadas de una verdadera acción. De nada sirve rezar al Cristo milagroso de La Piedad si no respetas el lugar para discapacitados. Es fútil  conseguir un millón de likes si cuando voy en mi auto escucho a todo volumen corridos elogiando a la delincuencia. Es inútil hacerse el bueno cuando regateo a los artesanos su trabajo o le pago una miseria a quien me ayuda en las tareas del hogar.

Nadie dice nada, todo está bien. No hemos aprendido la lección. No veo a una sociedad organizada para hacerse ver y marchar, para hacer una vigilia por la paz. No veo a líderes políticos, religiosos, sociales, morales invitándonos a hacer patente nuestro dolor con buenas acciones pero también con indignación y exigencias. Pareciera que nada nos importa, que cerráramos los ojos ante el dolor ajeno. Todos tenemos por lo menos una dosis de culpabilidad.

¿Cuándo nos hicimos tan insensibles? ¿Cuándo nos empezó a importar más el dinero que la vida propia? ¿Cuándo los padres dejaron de preocuparse por sus hijos? ¿Cuándo los amigos se volvieron sólo conocidos? ¿Cuándo olvidamos los nombres de nuestros vecinos? ¿Cuándo La Piedad dejó de ser piadosa y el Bajío un refugio de los valores? ¿Cuándo nos deshumanizamos? ¿Cuándo lograremos despertar de esta pesadilla de la inacción?

Hace días, en Guadalajara, un joven mató de un disparo a una chica segundos después de que ella rechazó su propuesta de hacerse novios, el asesino está prófugo con la venia de sus progenitores. Esta misma semana una madre protegió a su hijo ebrio después de haber chocado su automóvil echándose ella la culpa. ¿Esta es la educación que damos? ¿Esos son los valores que fomentamos? ¿Esa es la responsabilidad que transmitimos?

Por esos casos la sociedad tapatía se movilizó, protestó, demandó, salió a las calles a hacerse escuchar. Nosotros en cambio pareciéramos aletargados, paralizados, inertes, inexpresivos. He visto más indignación cuando maltratan un animal que ahora.

La educación es responsabilidad de todos como parte de una comunidad no sólo de padres, maestros o gobierno. El silencio, la pasividad, la omisión nos vuelve cómplices, nos hace secuaces del crimen, de la corrupción, del hampa. El mal triunfa cuando los buenos callan y llevamos décadas de guardar silencio. De ser espectadores de cómo nuestra casa se está cayendo ante nuestros propios ojos y seguimos sin decir o hacer nada.

Soy culpable cuando manejo una moto sin casco y en sentido contrario o llevo a mi familia sabiendo que es para una persona. Y yo soy culpable cuando bebo alcohol y manejo. Y yo soy culpable cuando me presto a la corrupción dando o aceptando mordidas. Y yo soy culpable cuando vendo cigarros o alcohol a menores. Y yo soy culpable cuando mis productos son de contrabando. Y yo soy culpable cuando no trabajo e incumplo con mis obligaciones. Y soy culpable de muchas otras cosas, sólo basta hacer un examen de conciencia.

De nada sirve que tengamos un nuevo DIF, o un nuevo puente, o se abran cinco mil empleos, o haya un gobierno distinto a partir del 1 de septiembre si no participamos en las tomas de decisiones. Si no nos involucramos, si no ayudamos, si no somos mejores como individuos. Lo que le pasó a estos chicos nos atañe a todos. No se trata de encerrarnos y no salir, se trata de exigirnos a nosotros mismos. Se trata de hacer mejor nuestro pedazo de universo.

Kennedy dijo en su toma de posesión. “No te preguntes que puede hacer tu país por Ti, pregúntate que puedes hacer Tú, por Tú nación.” Creo que es momento de hacernos ese mismo cuestionamiento.

Hemos fallado en muchas cosas. He fallado en muchas cosas. No es con lágrimas sino con trabajo que lograremos cerrar estas heridas. No es con dedos flamígeros, ni con inquisiciones que solucionaremos estas afrentas. No es con acusaciones al aire, conjeturas o señalamientos injustos que mejoraremos nuestra situación. No es con culpar a un gobierno pasado, presente o futuro; a una policía, a una procuraduría de no hacer su trabajo. Todos somos parte del problema y todos somos parte de la solución, pero todos debemos hacernos responsables.

Me duele el alma, me siento vacío de costilla a costilla. Me molesta ser indiferente. Me indigna mí pasividad. Dentro de la humana imperfección que padezco se me ocurrió escribir porque no puedo quedarme callado cuando las letras y las ideas son mis mejores y únicas armas. Lejos estoy de ser una conciencia pública, pero sí puedo hacer patente un sentimiento que muchos tenemos y no decimos.

Que estas muertes no sean en vano. Que este dolor no se diluya en la indiferencia colectiva. Que estas letras logren cambiar la actitud y el pensamiento de al menos una persona, con eso me basta por hoy. Que recuperemos esa humanidad que perdimos en la sombra de la individualidad. Al día de hoy, todos somos y seremos culpables mientras nos olvidemos de que: Lo que le pasa a otro como yo, me afecta a mí, pues es mi semejante, es mi paisano, es mi coterráneo y nadie está exento de que le ocurra.

PREGUNTA MUY INDISCRETA

¿Sirve de algo que tengamos una oficina de la PGR y otra de la PGJE en La Piedad?