DEVENIRES COTIDIANOS, por Susana Ruvalcaba

Nunca dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, dice la sabiduría popular. Sin embargo, me atrevo a decir que todos hemos sido víctimas alguna vez de ese mal que nos dice que siempre tendremos un poco más de tiempo y la capacidad de concluir los asuntos pendientes de último minuto. Ésta no muy buena costumbre se llama nada más y nada menos que procrastinar.

Hoy es mucho más fácil caer rendido ante la seductora idea de la procrastinación. Estos tiempos regidos por la tecnología ofrecen un infinito mundo de distracciones. No falta quien antes de empezar a trabajar, decida subir la foto matutina a Instagram o quien considera indispensable ir a informar del ánimo del día en Facebook. Otros necesitan pasar a Twitter a dejar la reflexión mañanera. Y después –casi sin querer- uno se queda por ahí chismorreando un poco y dejando comentarios, likes o haciendo retweets.

Personalmente mi peor enemigo cuando trato de concluir asuntos de trabajo es Netflix. De pronto uno se convence a sí mismo que ver un capítulo de esa serie preferida ayudará a distraernos un poco la mente y a hacernos más eficientes. Pero después nos vemos sumergidos en la inercia de seguir adelante con el próximo y ¿por qué no? también el siguiente. Es que ¿cómo se supone que vaya uno a concentrarse en lo que tiene que hacer cuando se ha quedado intrigado por descubrir qué es lo que le depara el futuro inmediato a los protagonistas? Y así cuando caemos en cuenta se han hecho ya dos o tres horas y no aquellos 20 – 40 minutos de relax que habíamos calculado.

Y por supuesto, también están esos otros múltiples factores que nos distraen. El hambre y la sed por más que sean necesidades básicas que todo ser humano debe cubrir, se manifiestan especialmente en esos momentos en los que necesitamos concentrarnos y concluir alguna tarea relevante.

Aquí vamos. Sentados frente a la computadora y listos para armar el documento que deberá quedar concluido cuanto antes. Justo ahí, en el momento cúspide de la concentración de nuestras energías para el alcance de ese objetivo claro y específico una vocecilla en nuestra cabeza murmura algo así como un tengo hambre. A veces esa vocecilla viene acompañada de un estruendo en el estómago que la hace más verosímil. Al final no sabes cuánto tiempo vas a tardar tratando de hacer esto y no sería muy profesional de tu parte morir de inanición en el proceso sin haber concluido lo que tienes pendiente por hacer.

Lo lógico es entonces dejar todo detenido e ir a comer. Y aquí va de nuevo una cantidad de tiempo considerable invertida en decidir primero qué es exactamente eso que comeremos y otros minutos entre que preparamos los alimentos, los pedimos a domicilio o sencillamente salimos a consumirlos en otro sitio.

Barriga llena corazón contento, dicen. ¡Y qué pesadez! Probablemente comimos demasiado. Podemos sentir como nuestro cuerpo está haciendo uso de una gran cantidad de nuestra energía para poder hacer la digestión. Bostezamos. Se nos cierran los ojos. Lo mejor será tomar una siesta. Breve –nos prometemos a nosotros mismos-. Y nos dejamos ir sin más a los brazos de Morfeo.

Despertamos. Estamos listos. ¿Falta algo? Podría ser. ¿Un café? Sí, el café siempre ayuda un poco a la digestión –en caso de que no haya terminado- y de paso contribuye a que terminemos de despertar. Un poquito de cafeína no está de más, así las neuronas estarán más activas y seguramente nuestra capacidad de respuesta mejorará. Vamos por el café. Volvemos a la computadora. Sorbemos un poco de la taza. ¿No sería mejor tener algo con lo qué acompañar el café? Uno está a mitad de lograr algo y no puede darse el lujo de dejar que las agruras lo interrumpan. ¿Unas galletitas?

El reloj sigue avanzando. Ya hemos revisado todas actualizaciones del día en nuestras redes sociales y respondido puntualmente a cada una de ellas. También agotamos los capítulos disponibles de nuestra serie favorita en Netflix. Comimos y bebimos lo suficiente. Terminamos nuestro café –con todo y las galletitas-. Y hasta fuimos al baño a liberar el espacio en nuestra vejiga –que no deja de ser una distracción constante especialmente gracias a la cafeína-.

Estamos listos. No hay más excusas. No hay más distracciones. Invocamos entonces a nuestro Flash interno para terminar los pendientes a toda velocidad.

Suena el teléfono. ¡Uy!. Este meme merece ser compartido cuanto antes con todos nuestros contactos de WhatsApp…