Soy mujer y soy música, por Yunuén Bautista

Crecí escuchando pirékuas, canciones tradicionales del estado de Michoacán, mi mamá las ponía a toda hora y en todo a lugar donde se podía llevar esa pequeña grabadora en la que ponía su casette de Rocío Próspero y yo cantaba con cinco años la de los zapatitos blancos y su rebozo zamoreño.

Me decían que mi papá era un gran músico de Paracho y que a mi me gustaba la música porque él tocaba, yo apenas alcanzaba a entender. Un día, fuimos a verlo a la Casa de la Cultura y al final del concierto yo me acerqué con ellos y los vi con sus sombreros y huaraches “cómo te llamas?” me preguntó mi papá “Yunuén, Yunuén Bautista López…”

Cuando cumplí 12 años comencé mis estudios musicales ahí, en la Casa de la Cultura de Uruapan y fueron seis años maravillosos en los cuales tuve oportunidad de aprender a tocar la guitarra y el violín con Tatá Eloy Valencia Alfaro y Mario Alberto López. Yo quería estudiar música en Morelia, yo no podía imaginar mi vida sin la música pero decía mi mamá que esa no era una carrera de “verdad” no sé cómo le hice pero la convencí, mi papá solo atinó a decir que la música no era para cualquiera y que además era un ambiente de hombres, de pura tomadera y relajo y que tenía que darme a respetar.

Mis años en la Escuela Popular de Bellas Artes en Morelia también fueron de incesante aprendizaje, ingresé al coro de la Escuela y ahí me di cuenta que el violín no era para mí, que yo quería cantar!

A mi vida llegó a los 21 años mi primera hija, sin planearla pero esperándola con el más grande amor del mundo, su papá y yo nos fuimos a vivir a La Piedad, Michoacán y tuve que combinar las clases de música con las labores de la casa, de la niña, del trabajo y de una nueva carrera: la psicología. Fue difícil pero pude darme cuenta de que las mujeres podemos con eso y con más, que no importa dormir a las 4 de la mañana haciendo tarea o cuidando a la hija si está enferma.

Cinco años, después llegó Frida mi segunda hija, ya teníamos un grupo de música tradicional y además de las clases en el Kinder y en la escuela de Artes  tenía un coro y tuvimos la oportunidad de viajar a Perú representado a La Piedad en un hermanamiento.

La música ha formado parte de mi vida, es lo que tengo y lo que soy. Por medio de ella he podido llegar a muchas personas y a muchos lugares, la música tradicional nos ayuda darnos cuenta de quiénes somos y hacia dónde vamos.

Hoy vivo en Uruapan con mis dos hijas, continúo con las clases y mi carrera como intérprete de música tradicional y puedo decir orgullosamente que vivo de la música y para la música. Aún en este país, aún siendo mamá, aún siendo mujer…

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