Devenieres Cotidianos, por Susana Ruvalcaba

A mi querido York Perry en nombre de la cultura pop y los amores desastrosos

En las últimas semanas he escuchado mucho sobre el ghosting o método fantasma, que consiste básicamente en terminar una relación a través de la ausencia sin aviso previo. Para darnos una idea, un día tienes novio –o pseudo novio según el caso- y de pronto nada. Silencio total. Deja de tomar tus llamadas, de responder tus mensajes, ignora tus inbox y ya ni siquiera actualiza su Facebook. Tremendo melodrama.

Verán, el ghosting no es tan nuevo. Mis contemporáneos adeptos a la cultura pop de los 90s, recordarán aquél episodio de Friends en el que Chandler está buscando la manera de terminar con Janice cuando Joey hace una memorable intervención ¿Por qué tienes que terminar con ella? –pregunta- Sé un hombre, sólo deja de llamarla. Y voilà.

Sí, a mí también me ha pasado. Cuando me mudé al otrora Distrito Federal, conocí a este hombre con el que empecé a salir. Teníamos suficientes cosas en común y las cosas avanzaron por unos tres o cuatro meses. Celebramos juntos su cumpleaños, nos veíamos con frecuencia y hasta viajé con su grupo cercano de amigos –entre los que encajaba muy bien- a pasar un fin de semana largo en Cuernavaca. Nos vimos un par de ocasiones más. Después nada. Ni mensajes, ni llamadas, ni la explicación más mínima. Caray, ni siquiera un “gracias por participar”.

Pero para ejemplos trágicos está el caso de un amigo cercano, que se llevó a la novia a otro país, pagando gastos y abogados y todo. Una relación de años, con pinta de mucha formalidad. Y entonces, un día cualquiera la tipa le dijo que tenía que ir a México a ver unos pendientes. Tras despedirla, no volvió a saber nada más de ella. Simplemente se esfumó, se hizo fantasma, ghosting pues.

Ciertamente, desaparecer de esa manera es desconsiderado, por decir lo menos. Y esta necedad nuestra de querer entender razones lo vuelve más difícil. Así que, les cuento un secreto: cualquier razón que esa persona tuviera para terminar, por absurda que hubiera sido ante niestros ojos, es absolutamente válida. Lo que importa no es el por qué, sino el que ya no hay voluntad de estar ahí. Y cuando una persona no tiene quiere quedarse, se va. Fácil.

Claro, claro. Ya los oigo diciéndome que hay que tener la atención, que hay que tener el valor de dar la cara, que es lo mínimo que se espera. Sí. Pero ¿estamos tan preparados para la verdad como creemos estarlo? A ver, qué tal que la persona les dice: mira, eres brutalmente obsesivo. Es asfixiante eso de que me estés llamando y mandado mensajes todo el tiempo cuando apenas  hemos salido un par de veces y mejor lo dejamos ahí. O que te digan algo como: todo iba bien, pero eres pésimo en la cama y no nos veo futuro. O quizás un: la verdad es que me queda claro que no has superado a tu ex porque lo mencionas todo el tiempo.

¿Preferirían ustedes que los terminaran por teléfono, con un mensaje de texto, un inbox, un post-it? Que tal en una cena romántica donde al llegar el postre en lugar de anillo de compromiso –así como en las películas- encontraran una notita del tipo: gracias por todo, pero no podemos seguir juntos. Acúseme de recibo aquí, por favor, y cada quien a su casa.

Lo importante es que si la persona decide ausentarse definitivamente de nuestras vidas usando el ghosting quizás es porque les parece lo más sencillo. Evitar una escena incómoda, verse en la penosa necesidad de mentirnos o peor aún, de decirnos una verdad que nos hiera aún más.

La solución no está en acosar al otro mañana tarde y noche a través de todos los medios posibles exigiendo explicaciones. Al contrario, no hay peor manera que esa para intentar traerlo de regreso. Lo mejor es entender que esa persona no quiere ser parte de nuestra vida. Que tendrá sus razones, aunque no nos las haya expuesto, y que sean cuales sean, son válidas. Que aunque sea una decisión unilateral, es una decisión y nos toca vivir con ella.

Adoptar la idea del tú te lo pierdes y yo me lo ahorro.

Resignarnos, pues. Hacer acopio de dignidad, cerrar el capítulo, dejar que el silencio que nos brindan sea ampliamente correspondido y dedicarnos a quienes sí quieran ser parte de nuestra vida.

Al menos, esa es mi propuesta.

Susana Ruvalcaba: Comunicóloga por gusto. Maestra en política pública por afición y maestra en desarrollo y cambio cultural por ventura. Tiene más de tres décadas de edad, cinco canas, y carece de lugar fijo de residencia. En sus horas libres disfruta de la lectura y la reflexión. Escribe sus Devenires Cotidianos en BRUNOTICIAS.