Simular y pretender: el pan nuestro de todas las redes

B-Social, por Brenda Orozco

Falta más de un año para que inicien oficialmente los periodos de campañas electorales, pero por supuesto hay quien ya tomó sus previsiones y armó su bonita fan page en redes sociales. Ahí sube sus fotos con filtro de Rétrica, su viaje en transporte público (sigo sin saber cuál es la “novedad”), sus eventos y pensamientos llegadores pero que no son de su autoría.

Otros, no tienen tan claro si será en el 2018 cuando la patria los llame a ser Siervos de la Nación, pero desde su perfil ya están llevando su campaña de posicionamiento, básica puede ser, pero constante. Una foto, un hashtag, un consejo empresarial o de emprendimiento y una buena acción. Y no está mal, no lo critico, de hecho creo que forma parte fundamental de la comunicación actual en redes.

El problema reside en dos aspectos: que el usuario (actor político en este caso) pretenda y que simule. Primero, que pretenda ser el cibernauta accesible súper al día con las redes, que proclame estar en contacto con su gente, su pueblo, etc, pero que no permita el intercambio de opiniones o la crítica.

El punto tres del Decálogo para el Candidato 2.0 dice “Ahora tienes que escuchar” lo que implica que la comunicación ya no es unidireccional, que todos los suspirantes a cargos de elección, están obligados a leer las críticas, hacer de tripas corazón y de ahí definir la acción a realizar. Borrar o bloquear no te va a ayudar, al contrario, puede ocasionar que el bloqueado abra una cuenta anónima y de ahí te golpee con más fuerza.

Claro está que si una persona es violenta, te acosa o sus comentarios violan las políticas de respeto de la propia red social, no hay de otro que denunciarla o bloquearla, porque una cosa es Juan Domínguez y otra no me estés stalkeando.

Segundo problema: simular. Por la carga de trabajo de algunos o la falta de pericia de otros se suele contratar a quien lleve las cuentas de redes sociales: que conteste los mensajes, que postee, que suba una foto, un tuit o que transmita en vivo. Hasta aquí todo bien, hay profesionales en el tema, también hay coyotes, peeeero resulta que quien contesta y el de la foto de perfil representan personajes que no son cercanos al de la vida real.

Mientras el community manager (la persona encargada del perfil) nos contesta con toda amabilidad en los mensajes privados y nos muestra una pasión por las bicicletas y el aire libre, el de la vida real habla de manera telegráfica y prefiere el box.

Las consecuencias de simular nunca terminan bien. Ocurre que cuando se le acerca una persona a invitarlo, por ejemplo, a una rodada y le platica de lo que cree le interesa, no habrá empatía y será evidente que aunque físicamente sean la misma persona, dista mucho lo que proyecta de quien realmente es.

Y aunque parece una columna dedicada únicamente a los que buscan una candidatura, esto se puede aplicar a los profesionistas que sin falta registran su actividad en tal o cual juzgado, en un despacho renombrado o en un centro de investigación, pero que al momento de contratarlos te das cuenta que ni cédula profesional tienen, es decir simulan.

Lo mismo aplica para los románticos empedernidos, “conocedores” de vinos y falsos viajeros.

Toma en cuenta que por más comida y cafés Starbucks que subas a tu Instagram o por muchos tuits que copies, tarde o temprano, el yo virtual se descubrirá. De ti depende que no sea tan lejano al yo real y que el más desilusionado termines siendo tú.

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