• Si uno quiere desarrollar su inteligencia emocional, es importante aprender a escucharse.
  • Por Sabine Meuter (dpa)

Werne/Hamburgo, Alemania, 19 de noviembre de 2017 (dpa) .- Si una amiga está pasando por un muy mal momento y te cuenta su problema, ¿qué le dices? “Es tremendo, sé cómo te sientes, no lo puedo creer, es terrible” o “Escucha, ya va a pasar, no lo tomes tan a la tremenda”. A veces decimos una cosa, a veces otra, y nuestra reacción no da igual. Hay algunas frases que le dan espacio a la amargura, al dolor o a la tristeza que está pasando el otro y hay otras que no.

Muchas veces, por querer ayudar a la otra persona a salir de una pena, por querer animarla a mirar hacia adelante, tendemos a decirle “no le des tanta importancia”, “vamos, ya está” y cosas similares, pero esa reacción no necesariamente ayuda al otro a levantar cabeza.

Las diferentes reacciones y sus posibles consecuencias son parte de lo que entra en el terreno de la inteligencia emocional. La inteligencia emocional es la capacidad de entender, de captar bien los sentimientos de otros y los propios a través de los gestos, las posturas, las voces. Esa información, si la percibimos, permite que actuemos de una u otra manera, y en esa reacción reside a veces la inteligencia.

Tomemos un ejemplo: una persona tuvo un mal día en el trabajo, siente que fueron injustos con él y está furibundo. Si maneja cierta inteligencia emocional, podría elegir no sentarse a cenar con la familia y, en lugar de desplegar su mal humor en la mesa, salir a trotar. Al hacer ejercicio descargará la mala energía, ordenará las ideas y se sentirá algo mejor, y eso a su vez le permitirá regresar a casa y contar de otra manera lo que le ocurrió tal vez en el día, es decir, no trasladará esa misma amargura que tenía de día a su pareja o a su familia. Esa persona sabe por ejemplo cómo manejar un enojo para evitar que se convierta en algo peor.

Si uno quiere desarrollar su inteligencia emocional, es importante aprender a escucharse. “Puede servir llevar un diario durante cierto tiempo e ir apuntando qué es lo que uno sintió en determinadas situaciones”, explica la especialista Susanne Lübben.

Cuando uno hace esto, es importante describir los sentimientos con bastante precisión y localizarlos. ¿Me mareo cuando me siento decepcionada o frustrada? El enojo, ¿me genera taquicardia? Si uno aprende a clasificar lo que siente y a aceptarlo, tendrá una mayor sensibilidad a la hora de reconocer los sentimientos de los demás y a saber lidiar con ellos, justamente por haberlo hecho con uno mismo.

“La inteligencia emocional también puede mejorar si uno reflexiona regularmente sobre su comportamiento hacia otros”, explica Schliewenz. Uno lo puede hacer al final del día, preguntándose qué estuvo bien y qué no salió tan bien y se podría mejorar. También sirve ponerse en el lugar de otros, porque es una forma de ampliar el horizonte.

Cuanto mejor se pueden captar los sentimientos de los demás, más positiva es la forma en la que te perciben los demás. Además, uno actúa con mayor seguridad. En situaciones de peligro incluso puede ser crucial para la supervivencia.

Y, por supuesto, también ayudará a tener un vínculo más afectivo y cercano en el círculo de amigos.