• Entrevista con Manuel Villagómez Rodríguez.
  • Por Salvador Y Maldonado Díaz

Guadalajara, Jalisco. 17 de agosto de 2018.- Hace 70 años en el campo mexicano estaba  en auge la campaña de erradicación de la fiebre aftosa que elevó el estatus sanitario  de la ganadería mexicana, “pero que también   que se prestó para abusos en favor  de empresas norteamericanas de maquinaria agrícola y a las  comercializadoras de ganado”, según lo  recuerda el empresario guanajuatense radicado en Guadalajara, Manuel Benito Villagómez Rodríguez .

Este empresario tiene en su memoria  diversas circunstancias y sucesos en torno a esta coyuntura, como el compromiso asumido ante el gobierno de  Estados Unidos por el entonces presidente  Miguel Alemán Valdés, del combate a fondo de la temible patología que incluyó el famoso rifle sanitario de matar todos los animales de pezuña, lo que incluyó los bovinos,  ovinos, cerdos y caprinos.

Refiere (el entrevistado a sus 82 años) que en el caso de su tierra de origen: Yuriria, Guanajuato, se dieron cosas que aún no se aclaran. “Había mucho ganado que tomaba agua de la laguna. Y  pasaron cosas cuestionables. Mandaron una avioneta que soltaba un polvo por toda la orilla de lago y a los animales que ahí abrevaban se les hinchaba la lengua. Después se les ponía un arete y les consideraba animales afectados o jodidos para luego matarlos”.

Destaca que “hubo gente maliciosa del rancho El Grangenal, (cercano a Yuriria), que no creyó en la versión del gobierno y llevaron  su ganado a unas cuevas y a los cerros, para que no tomaran agua del lago y allá les dieron agua de otra parte y a ese ganado no le pasó nada, a diferencia del ganado que tomó agua de la laguna”.

Detalla que al ganado que se le consideró afectado “se procedía a matarlo.  Para ello el personal militar  abrió unas fosas grandes, donde se llevaban a los animales y se les daba un tiro en la frente y los soldados rodaban al ganado a la fosa. Así se dio cuenta de miles de animales”.

Precisa que luego de algunos de tener oculto el ganado en cuevas o en los cerros, se sacó a los ejemplares para llevarlos a su lugar donde estaban habitualmente “ante la gran sorpresa de los rancheros. En El Grangenal se logró conservar una buena cantidad de ganado. Había que cuidar mucho a estos animales ahora de los problemas del abigeato”.

También a su memoria, el incidente en el pueblo de Senguío, Michoacán, donde la gente indignada, “se preparó y le hizo una emboscada a los soldados y mataron a varios”.

Hace mención que  la mortandad de animales en el campo mexicano trajo diversos problemas, como la falta de bueyes para la tracción en  la agricultura, lo que hizo que las empresas norteamericanas de diferentes marcas de tractores ofrecieran sus productos, como también lo hicieron otros giros, como los vendedores de ganado estadunidense.

En  el caso de su rancho y otros vecinos, recuerda,  por la abundancia de piedras  los tractores no se adaptaron. “Al fracasar los tractores se metieron mulas para trabajar con arados de fierro. El paso de la mula muy diferente al del buey. La primer cosecha de cultivos arados con mulas fue de la chingada. Con la yunta de bueyes se podía darle la vuelta a los obstáculos, lo que no ocurría con las mulas. Esto trajo incluso que la gente se quedara sin trabajo al no tener ya vacas que cuidar”.

De paso, abunda “en que siempre se tenía que uncir un  buey viejo con uno nuevo, para que el viejo le enseñara como dar vueltas a la izquierda o la derecha. Lo que siempre debe tenerse en cuenta al juntar a los viejos y los jóvenes, como debe darse incluso en la política”.

También puntualiza que al caminar sus ocho kilómetros para ir  la escuela de su rancho a Yuriria,  “había un retén y tenía que pasar un filtro de agua  con sedimento blanco para ahí limpiarse los huaraches de correa y suela de llanta con fines sanitarios”.

EL DATO

En un boletín de SAGARPA,  se informa que  en mayo de 1946 arribaron a México 327 animales de ganado cebú procedentes de Brasil al puerto de Veracruz. En octubre de ese mismo año, se reportaron animales infectados en la zona del desembarco y dos meses después se confirmó la presencia de fiebre aftosa. Debido a esto, Estados Unidos cerró su frontera a la importación de ganado mexicano y se  impuso una cuarentena, declarando la emergencia nacional.

El 2 de abril de 1947 se estableció la Comisión México-Americana para la Erradicación de la Fiebre Aftosa, acordando una campaña de inspección, cuarentena y sacrificio de animales enfermos, medida que se conoció como “rifle sanitario” y donde se eliminaron en promedio 2 mil cabezas de ganado bovino y porcino al día. A los ganaderos se les indemnizó y las instalaciones fueron desinfectadas, prohibiendo la introducción de nuevos animales hasta constatar que se estaba libre de fiebre aftosa.

A pesar de estas acciones, para finales de 1947 la enfermedad siguió expandiéndose en el centro de la República Mexicana y tras analizar la situación, se decidió incorporar la vacunación al programa, iniciando actividades a inicios de 1948 con vacunas importadas de Europa, que ocho meses después fueron producidas en México. En septiembre de 1949 comenzó la construcción de un laboratorio para el diagnóstico de salud animal en Palo Alto, en la Ciudad de México.

Para 1950 se habían aplicado 60 millones de dosis y se observó una drástica reducción de brotes, quedando totalmente erradicada en 1954. De acuerdo con las cifras oficiales, con el rifle sanitario se sacrificaron más de un millón de cabezas de ganado.

La erradicación de la fiebre aftosa representó uno de los más grandes éxitos sanitarios en México, lo que permitió entrar de lleno en el mercado internacional para la comercialización de productos cárnicos, según lo ha señalado el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Alimentaria (SENASICA)