• En El Nido se recrean varios ecosistemas para la reproducción de especies.
  • Por Jacqueline Ramos

Ixtapaluca, Estado de México. 10 de febrero de 2019 (Notimex).- En un entorno urbano, el canto de los pájaros anuncian un oasis: El Nido, el aviario que con 320 especies, incluido el quetzal y el águila real, es uno de los más grandes de América Latina.

Ubicado en el municipio del Estado de México, el espacio cuenta con alrededor de 8 mil metros cuadrados y en él existe una pasarela de bellezas; entre ellas águila real, aguililla cola blanca, una aguililla de harris, búhos, lechuzas, guacamayas, cacatúas, halcones y tecolotes.

En cada paso de este lugar, los plumajes multicolores, los graznidos, los andares graciosos, el volar al unísono de las parvadas, los cantos graves o agudos, hacen que uno no desee siquiera caminar o hablar, para no perderlas de vista ni interrumpirlas, o pasar algo por alto.

Estas aves son las embajadoras. Se les otorga este nombre porque de las fotos que los visitantes se toman con ellas, se paga parte del mantenimiento clínico, alimentación y programas de reproducción de todo El Nido.

El biólogo de esta área de rapaces, Carlos Alfredo Gordillo Méndez, está a cargo de su entrenamiento; afirmó que es un único lugar del país en el que la gente puede apreciar, por ejemplo, a los crácidos, una clase de aves selváticas. Uno muy emblemático es el pavo cornudo.

Una de las características de El Nido es que recrea diversos ecosistemas, para que sus habitantes se desarrollen de una manera cómoda: pantano, selva, bosque y estepa.

La bióloga Alejandra Jiménez, encargada del área de educación ambiental señaló en entrevista con Notimex, que el proyecto lo inició Jesús Estudillo López y ahora se encargan sus hijos. Es totalmente un establecimiento privado. En el lugar, además de aves, hay dos jaguares y un puma, monos y capibaras -el roedor más grande de Latinoamérica-, así como liebres de la Patagonia.

En este, uno de los aviarios más grande de América Latina, la especie estrella es el quetzal. No es el único lugar que cuenta con esta ave, pero no hay ningún otro en el que la gente lo pueda tener a tan corta distancia, menos de 20 centímetros, si tienen suerte, y sin que exista de por medio un vidrio o una reja.

“Es importante mencionar que somos el primer lugar en mantener vivo en cautiverio al quetzal, en tener crías de esta ave por incubadora y por vía natural. Es su momento, no se pensó en registrar el logro ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y lo hizo otra institución”, dijo la especialista. En México, agregó, existen alrededor de 97 ejemplares.

El Nido fue primero una granja avícola. El médico veterinario zootecnista Estudillo López llegó aquí a hacer investigaciones sobre las aves, principalmente gallinas de postura, y de hecho encontró

Encontró una cura para una cepa de la gripe aviar, que le hizo ganar dinero y le permitió comprar una parte de la granja que no pudo sostener y tenía también otras en municipios de los alrededores, como Chalco, Temamatla y Amecameca. Poco a poco, relató, introdujo aves exóticas y buscó conservarlas cuando algunas especies empezaron a correr riesgo de extinción.

Años después, en el 2012, se da la primera visita escolar de lo que entonces era una colección privada y se le pone el nombre de El Nido.

Aquí, otro ejemplar muy apreciado es el águila arpía, en peligro de extinción, del que cuentan con un ejemplar, un macho. Por su edad, difícilmente se reproducirá.

“El Nido”, ubicado en calle Progreso sin número, entre avenida Acozac, a 15 minutos del centro de Ixtapaluca y a 40 de la Ciudad de México, se abre de viernes a domingo para el público en general y el resto de los días para visitas escolares.

Se abre una puerta, se cierra otra. Enormes jaulas guardan a las especies. Hora y media para conocer los sitios emblemáticos del lugar. Yuriko, que sirve de guía de turistas, dice que el recorrido normal es de más de tres horas.

Vale cada minuto. Sin embargo, la puerta que lleva al edificio que guarda la enorme biblioteca del médico veterinario contiene un lémur que mira interesado a los individuos humanos que fueron de visita. Y se sienta mientras a comer. La cereza del pastel, la última puerta, que guarda al quetzal.

Más que suerte, un privilegio… Justo al otro lado de la puerta, como si nos quisiera dar la bienvenida, como si supiera que veníamos a verla, el ave estaba ahí y no se intimidó en lo más mínimo. Tan pequeña y de color verde tornasol, el quetzal es de una belleza inigualable.

El Nido se divide en ecoparque (de visita al público), y el santuario, donde están las especies en reproducción o que requieren cuidados y tranquilidad; es rústico y quizá en ello está gran parte de su encanto.