Phubbing: Un intruso en la mesa

Tal vez la queja más recurrente hacia los usuarios de smartphones es que sacrificamos tiempo familiar y no podemos sostener una conversación completa sin voltear a ver o usar el teléfono. Lo mismo pasa a la hora de la comida, viendo una película o hasta en una cita romántica. Queridos lectores, según Elpaís.com, hubo un australiano de 23 años llamado Alex Haigh que se lo tomó muy en serio y acuñó el término de phubbing. (Precisamente cuando hacía una campaña anti-phubbing)

 “Phubbing” viene de las palabras en inglés phone y snubbing y es básicamente el acto de ignorar a quien nos acompaña y prestar más atención a los dispositivos electrónicos.  Aunque no es un concepto nuevo (ya que se calcula que surgió en 2007), sí es muy vigente, ya que forma parte de los reclamos diarios de cada mamá, papá o pareja que pide/exige dejar de checar notificaciones.

En los últimos años y con la masificación de las redes sociales, esta situación se ha agravado, ya que cuando terminas de revisar las alertas en Facebook, las menciones en Twitter, checar la transmisión por Periscope y manda un sticker por Telegram, es momento de contestar todos los mensajes en Whatsapp y subir una foto en Instagram. ¡Agotador!

Es necesario que salga a la defensa de nosotros, los oprimidos por la sociedad. El phubbing está relacionado con dos trastornos: uno llamado nomofobia y otro simplemente FOMO. Ninguno de los dos está formalmente reconocido ni incluido en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) pero varios especialistas sí lo han considerado algo serio debido al grado de ansiedad que genera.

Iniciemos con FOMO (Fear Of Missing Out), que se traduce como el “miedo a perderse algo”. Yo lo defino como el síndrome del refrigerador: sabes que no hay nada y sin embargo sigues abriéndolo cada 5 minutos. Es esa ansiedad que te produce saber que algo puede pasar, que una noticia puede ocurrir, que un nuevo lord o lady surgirá y tú te puedes quedar fuera. El más grande temor es sentirte excluido, una forma digital de un miedo social a no ser parte. Entre los adolescentes puede llevar a la depresión,  ya que el no estar conectados permanentemente les da la ilusión de “estar fuera”. De ahí la desesperación de buscar la clave de WiFi cada vez que llegan a la casa de alguien o la insistencia de que sus papás les contraten un plan tarifario.

Por otro lado, tenemos la nomofobia, el miedo irracional a estar sin teléfono móvil. De acuerdo a la versión española  de la revista Muy Interesante, más de la mitad de la población podría sufrir de dependencia a los dispositivos electrónicos, generando “una infundada sensación de incomunicación en el usuario cuando este no puede disponer de él, bien porque lo haya dejado olvidado en casa, bien porque se haya agotado su batería o esté fuera de cobertura.”

No soy una profesional en la materia, pero sin problema puedo confesar que soy nomofóbica. Si tú tienes duda si lo eres o no, te invito a que contestes las siguientes preguntas:

  1. ¿El hecho de quedarte sin batería te genera una sensación de ansiedad?
  2. ¿Te urge llegar a casa para conectarte a la corriente eléctrica y es lo primero que haces después de abrir la puerta?
  3. ¿Tienes al menos un power tank o pila adicional?
  4. ¿Te desesperas cuando te das cuenta que olvidaste el teléfono en casa y mientras vas por él te preocupa seriamente que alguien te haya llamado o te mandé mensaje?
  5. ¿Alguna vez has tenido sensación de ansiedad, taquicardias, pensamientos obsesivos, dolor de cabeza o dolor de estómago causado por perder o golpear el celular?

Si contestaste que sí a una o más preguntas, creo que es momento de que aceptes que tienes un problema.

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