B-Social, por Brenda Orozco

Sé que como yo, la mayoría de ustedes son millenials y que vivimos nuestra infancia antes de la llegada del internet (al menos en su uso masivo y comercial) Para algunos, aún resulta genial la idea de poder sacudir al país más poderoso del mundo desde una computadora, hackeando sus poderosísimos y blindados sistemas con confusos códigos de programación, como si se tratara de derrotar al malo haciendo el papel de súper héroe mediante una ciberguerra.

Hay muchas novelas, series y películas que hablan sobre el tema y donde se pone en riesgo la paz mundial, la democracia y la estabilidad económica. Aunque nuestra referencia más próxima y de la vida real son los ataques de Anonymous, fue en 1983 cuando el presidente estadounidense Ronald Reagan modificó las políticas en materia de seguridad nacional para evitar un ataque masivo, un hackeo a su sistema y todo porque vio una película llamada Juegos de Guerra (War games).

Aficionado al cine (era actor cinematográfico), el presidente Reagan estaba en su residencia de descanso y decidió ver la película ochentera que trata de un genio adolescente que se conecta accidentalmente (ay ajá) a través de una conexión telefónica a la computadora más avanzada, la cual controla las bombas nucleares de nuestros vecinos gringos, lo que podría causar no sólo una ciberguerra sino la Tercera Guerra Mundial.

Reagan estaba muy consciente de que la película era ficción, sin embargo de inmediato se reunió con el gabinete de seguridad y 16 veteranos del Congreso para reforzar las medidas de vigilancia, ya que consideraba que una amenaza con esa no era tan descabellada. Si tú crees que nadie “le da el avión” a un presidente de Estados Unidos ¡te equivocas! Porque todos los presentes creían imposible que se destara una ciberguerra y vulnerando a las maquinotas guardadoras de secretos.

Según www.eldiario.es, el encargado de la investigación fue John Vessey, jefe de Estado Mayor Conjunto quien después de una semana regresó alarmado y le dijo a Mr. Reagan “Presidente, el problema es mucho más grave de lo que usted cree”. Derivado de esto, se crearon estrategias defensivas y se estableció un servicio de inteligencia especializado en amenazas informáticas. Para 1990, ya se tenía herramientas como un programa que activaba los micrófonos de los teléfonos portátiles para escuchar todas las conversaciones, un programa que transmitía documentos a través de las señales de radio sin tener conectada la computadora a internet, un rastreador de celulares, un bichito que intervenía la señal de vídeo que replicaba todo en una pantalla de los agentes, en fin, artilugios que invadían la privacidad en nombre de la ley.

El tiempo le dio la razón al mandatario que previó la ciberguerra, ya que en 1988 el genio irlandés Walter O’Brien hackeó a la NASA desde la computadora de su recámara ¡A los 13 años! (Para más información vean la serie Scorpion en Netflix que fue basada en su vida http://www.imdb.com/title/tt3514324/)

Es casi inverosímil que una película de Holywood haya influenciado tanto en la política de seguridad de un país y que adicionalmente haya sentado en agenda un tema hasta entonces poco analizado o que se creía invencible, incluso se generó una directiva (algo así como un decreto) bajo el número NSDD-145.  Esta información por supuesto no era pública, hasta que Edward Snowden la reveló en 2013.

Entonces entramos en el eterno dilema ¿Es válido permitir la invasión a nuestra intimidad, a nuestros datos a cambio de protección? ¿En aras de la seguridad nacional se puede invadir la esfera privada? Cada uno de ustedes dará la respuesta que decida, pero si en algo debemos coincidir es que Ronald Reagan se adelantó un poco a su tiempo y profetizó los hackeos a los gobiernos que hoy son cosa de todos los días.

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Como ejemplo podría mencionar muchos productos televisivos, pero les recomiendo Mr.Robot, que con su primera temporada ya es motivo de culto. Su protagonista, Elliot Alderson, sentencia “Nuestra democracia ha sido hackeada”.