“Para el miedo no hay medicina”

EN PRINCIPIO… SÍ
Por: Paco Romo

Hace apenas unas semanas tuve la oportunidad de visitar Brasil, y el escenario que encontré fue de franca agitación, ya que aún están en el proceso de salida de más de cuatro años de locura, relacionados con la preparación, organización y ejecución simultánea de los dos más importantes eventos en el mundo moderno: El Mundial de Futbol y los Juegos Olímpicos Río 2016.

Tengo que decir que desde hace años he viajado a este país con regularidad, y que siempre he admirado la mentalidad pro crecimiento de los brasileños… para ellos todas las cosas deben ser grandes, basados en la convicción de que su Patria es casi un continente, y determinados a que su influencia sea cada vez más fuerte en el mundo moderno.

A través de la última década, me tocó presenciar la transición de un gobierno netamente de derecha a uno de izquierda, encabezado por quién representaba al segmento más desprotegido de la población, y quién había prometido encontrar un balance entre dos conceptos que en una sociedad de libre mercado, parecen estar en polos opuestos: riqueza y equidad .

La realidad, es que las cosas caminaron públicamente para los brasileños de manera fantástica durante años, sin embargo, siempre hubo voces (internas y externas), primero más suaves… y después a grito abierto, que mencionaron que se tendría que tener cuidado con las expectativas que se generaron alrededor de su economía.

La solidez del castillo que se estaba construyendo, se ponía frecuentemente en entredicho, y existían señales claras (pobreza, inseguridad, deuda elevada, especulación, corrupción, etc.), de que si no se corregían de inmediato estos temas, difícilmente se podría caminar con éxito y de manera sostenida al primer mundo… todavía recuerdo la frase de un empresario brasileño del sector agropecuario que decía: “¿Si todo está tan bien, por qué el camino se siente tan mal?”.

El problema que hoy nuestros hermanos brasileños están enfrentando (el cual todos debemos lamentar), se gestó durante años y sus consecuencias han sido y serán nefastas para ellos y para toda Latinoamérica, sin embargo, vale la pena preguntarnos el por qué si los problemas estaban ahí, a la vista de todos, solo unos pocos los pudieron ver, y no se logró actuar antes de que las cosas se pusieran realmente mal para la sociedad y la economía, evitando con esto que millones perdieran sus empleos, ahorros, empresas, etc.

El tema me ha hecho reflexionar, y lo que en mi opinión sucedió en Brasil, así como lo que ha pasado en muchas otras economías del mundo: México, Estados Unidos, Argentina, etc., es que los seres humanos estamos ávidos de escuchar siempre buenas noticias, así como de encontrar las mejores oportunidades (lo cual es natural), sólo que este apetito por lo más atractivo, nos nubla la vista y el criterio y nos impide analizar las cosas de manera integral.

Pareciera sencillo poder entender este comportamiento cuando lo vemos en terceras personas, o en terceros países, el reto es….¿Cómo cada uno de nosotros “puestos en la raya” (frente a las propias decisiones), logramos equilibrar audacia y prudencia?, es decir, ¿Cómo podemos aspirar legítimamente a lo mejor (para cada uno de nosotros y nuestras familias), sin caer en la irracionalidad?.

El desafío está en encontrar los mecanismos que nos hagan tener clara conciencia de las cosas “lo más cercano a como en realidad son”, aspirando siempre a mejorar en lo personal, familiar y profesional, siendo lo más realistas posible, y buscando que no nos suceda como aquel que estaba feliz “por tener el mejor camarote en el Titanic”.

En este mundo en el que todo es tan rápido, y la información no deja de fluir, me parece que es importante preguntarnos:

¿Cómo lograr un equilibrio entre audacia y realismo?.

¿Cómo no confundir prudencia con pusilanimidad?.
¿Cómo caminar por la vida en una permanente búsqueda por mejorar, sin perdernos en falsos pretextos que encubran nuestro miedo y pereza?.

Me duele detectar que existen cada vez más jóvenes que buscan no tener complicaciones, y que hablan de vivir una vida tranquila y relajada… pienso que hoy más que nunca estamos obligados a complicarnos la vida, a buscar ser cada vez más trascendentes para nosotros mismos y nuestra sociedad, y que en la medida de que no lo hagamos, se nos cumplirá la profecía que mencionaba un maestro mío: “Aquel que no quiera complicaciones de joven, prepárese para enfrentarlas todas de golpe en la edad madura”.

Estoy consciente de que “ver las cosas de manera realista y objetiva” es muy complicado, ya que cada uno de nosotros tiene diferentes formas de pensar y ver el mundo, sin embargo, quisiera invitarlos a realizar un balance sobre nuestro propio crecimiento y planes de desarrollo integral, y trazarnos objetivos que nos hagan crecer y ser mejores. Hace algunos años, alguien me recomendó que para hacer estos balances, así como para tomar decisiones trascendentes para nuestra vida, es vital asegurarnos de contar con dos elementos: la mayor cantidad de información, y la opinión de alguna o algunas personas con valores, que nos aprecien y conozcan de los temas en cuestión.

Me parece que los problemas y fracasos de otros (personas o países), no nos deben de asustar, dar miedo y menos de alegrar o ser usados como consuelo de quienes no se atreven a construir sus propias historias, sino que más bien, debemos tomarlos como lecciones que nos ofrece la vida, para sin miedo y viendo el futuro con optimismo, forjar nuestro camino.

P.D. Para el miedo SÍ hay medicina… La Fe