• El Cuahxicalco, una estructura circular de la que sobresalen cabezas de serpiente; los restos de un árbol sagrado y piezas contenidas en ofrendas se añaden a la visita.

Ciudad de México. 3 de noviembre de 2017.- Enclavada en el corazón de la Ciudad de México, la Zona Arqueológica del Templo Mayor cuenta ahora con un vestíbulo que permitirá un acceso controlado a los vestigios del también llamado Huey Teocalli y brindará un mejor servicio a sus visitantes. Entre 700 y mil personas recibe diariamente este sitio arqueológico, el quinto con mayor afluencia del país.

El área introductoria a las ruinas del Templo Mayor y su museo, fue abierto al público este viernes 3 noviembre por la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda; el jefe de gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, y el director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el antropólogo Diego Prieto Hernández.

En este marco también se inauguró la exposición Revolución y estabilidad, que conmemora dos importantes efemérides, el 30 aniversario del Museo del Templo Mayor y los 40 años del proyecto homónimo, “que ha dado un nuevo rostro del mexica”, dijo el creador de esta iniciativa arqueológica, el profesor Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH y próximo a recibir el doctorado honoris causa por la UNAM.

Nuevos espacios

Al dar un recorrido por el vestíbulo del Museo del Templo Mayor, el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, detalló a la comitiva que éste permite al público desplazarse sobre un área 50 m de longitud y 24 m de ancho, a una profundidad variable de 5 a 7 m con respecto al piso de la Plaza Manuel Gamio. Su puesta en valor implicó retirar una cantidad ingente de tierra y escombro, lo que requirió 600 viajes de camiones de volteo.

Foto Héctor Montaño, INAH

El responsable PAU, equipo que excavó este lugar entre 2009 y 2012, explicó que lo primero que el visitante observará son los restos de un piso hecho con grandes bloques de piedra andesita, que corresponde a una parte de la plaza frente a Templo Mayor, levantado en el gobierno del tlatoani Ahuízotl, entre 1486 y 1502.

También es posible apreciar una sección del Cuauhxicalco, ‘lugar del recipiente de águila’, una estructura circular de aproximadamente 17 m de diámetro y decorada con esculturas en forma de cabeza de serpiente y cuya escalinata está del lado poniente. Esta plataforma, relacionada con ceremonias del fuego y las exequias de los dignatarios mexicas, pertenece al mandato de Moctezuma Ilhuicamina, entre 1440 y 1469, detalló el investigador del INAH.

En el extremo sureste del Cuauhxicalco se observan los restos de un encino: el xócotl o árbol sagrado de los mexicas que, de acuerdo a la cosmovisión de este pueblo, comunicaba el plano terrestre con el inframundo y el cielo. Luego de un proceso de conservación que dilató dos años, este vestigio único vuelve a lucir en su sitio original, contenido en una especie de arriate estucado, también prehispánico.

Barrera Rodríguez estima que en un mediano plazo el recorrido por el vestíbulo se ampliará para mostrar un piso elaborado con bloques en bajorrelieve, el cual guarda relación con el adoratorio a Huitzilopochtli y tiene imágenes alusivas a la Guerra Sagrada, al sacrificio y la muerte: serpientes reptando, guerreros con la serpiente de fuego (xiuhcoatl) en mano y decapitados, entre otros.

En las vitrinas dispuestas en el nuevo acceso, el público podrá admirar piezas recuperadas por los equipo del PAU y del PTM: sahumadores con mangos en forma de cabeza de serpiente, una “ofrenda de autosacrificio”, consistente en un par de platos con navajillas al interior; puntas de proyectil y malacates miniatura en obsidiana; cetros en forma de venado y de serpiente, y representaciones de deidades como Xiuhtecuhtli y Tláloc.

El montaje del vestíbulo incluye maquetas, cédulas y video sobre cómo el Templo Mayor era la imagen del propio imperio mexica, de manera que fue ampliándose conforme Tenochtitlan adquiría poder. Además de las taquillas de atención al visitante, quien lo desee puede adquirir sus boletos de manera electrónica mediante un par de módulos dispuestos en la entrada.

Revolución y estabilidad

La directora del Museo del Templo Mayor, Patricia Ledesma Bouchan, comentó que la exposición conmemorativa Revolución y estabilidad se organizó como una metáfora de las ofrendas que los mexicas brindaban a sus dioses, de suerte que varios investigadores y los equipos del PTM y del PAU “ofrendan” ahora los conocimientos obtenidos a través de la infinidad de materiales recuperados durante las exploraciones arqueológicas.

Foto Héctor Montaño INAH

Ledesma señala que también es un reconocimiento a la sociedad mexicana que ha acompañado al Museo del Templo Mayor en todos estos años, “sin duda el descubrimiento de Coyolxauhqui y el inicio del proyecto arqueológico son momentos inolvidables”, expresa; y también es un homenaje, por parte de los profesionales formados en esta iniciativa de investigación, al profesor Eduardo Matos Moctezuma, el “tlatoani” que ha dirigido esta empresa del conocimiento.

Revolución y estabilidad se compone de 10 módulos distribuidos en las salas temporales del Museo del Templo Mayor, en los que con la selección de más de un centenar de piezas arqueológicas cada investigador trata los aportes en su ramo. A esto se suma, la selección de “obras maestras” que se encuentran en las distintas salas del recinto, una labor que estuvo a cargo del propio arqueólogo Eduardo Matos, así como de la curadora y directora del museo, Judith Alva y Patricia Ledesma, respectivamente.

La exposición, que permanecerá hasta junio de 2018, incluso romperá las fronteras del museo, pues en la calle Argentina el transeúnte podrá observar una muestra fotográfica de los trabajos del PTM, liderado por el arqueólogo Leonardo López Luján desde 2007. De estos cabe resaltar la excavación de las complejas ofrendas dispuestas en torno al monolito de la diosa de la tierra, Tlaltecuhtli.