Micromachismos, no matan, pero violentan.

NOSCE TE IPSUM por: Josman Espinosa Gómez

“Deja eso que es cosa de hombres”, “¿así como vas a conseguir marido?”, “lávalo tú, tú eres la mujer de la casa”, “a ver deja te explico por qué eso no les enseñan a las mujeres” entre otras tantas frases que escuchamos a diario al respecto; o acciones como cuando pedimos la cuenta en un lugar donde comemos, y se la llevan a él y no a ella, o el saludar de beso solo a ellas y a los hombres estrechando la mano, o las miradas mal intencionadas hacia alguna parte del cuerpo de una mujer y muchas otras acciones a las que hemos normalizado nuestras reacciones.

Los micromachismos, muestras de discriminación, son el pan de cada día de las mujeres. La Fundación del Español Urgente (Fundéu) define este término como el “conjunto de comportamientos, prácticas y estrategias cotidianas con las que se ejerce el dominio masculino y que atentan en diversos grados contra la autonomía de la mujer”, aunque la artista Feminista Ilustrada hace su propia definición. “Un micromachismo es una muestra de violencia tan sutil en la vida cotidiana que suele pasar desapercibida. Son pequeñas costumbres que reflejan y perpetúan actitudes machistas y la desigualdad de las mujeres respecto a los hombres”, explica en declaraciones a Efe Feminista Ilustrada, pseudónimo de la artista María Murnau. El término, acuñado por el psicólogo Luis Bonino en 1990, puede parecer menor al construirse con el prefijo “micro”, pero estas violencias no tienen nada de pequeñas. Bonino clasifica los micromachismo en cuatro tipos:

  • Utilitarios: afectan principalmente al ámbito doméstico y a los cuidados hacia otras personas abusando de las supuestas capacidades femeninas de servicio y la naturalización de su trabajo como cuidadora.
  • Encubiertos: son muy sutiles y buscan la imposición de las “verdades” masculinas para hacer desaparecer la voluntad de la mujer, que termina coartando sus deseos y haciendo lo que él quiere. Hay micromachismos en los silencios, en los paternalismos, en el “ninguneo” y en el mal humor manipulativo.
  • De crisis: surgen cuando ellas empiezan a romper la balanza de la desigualdad en la pareja.
  • Coercitivos: en ellos el hombre usa la fuerza moral, psíquica o económica para ejercer su poder, limitar la libertad de la mujer y restringir su capacidad de decisión. Suelen afectar al espacio y tiempo de ellos y ellas; y pierden siempre las segundas. Se ven en quién ocupa el mejor sillón de la casa, quién tiene el control remoto de la televisión, en cómo un hombre abre las piernas y reduce el espacio de una mujer en un vagón de metro. En cuanto al tiempo, el varón, lo dicen todos los estudios, cuenta con más ocio para sus cosas, ya sea irse a montar en bici o irse con sus amigos a ver el fútbol.

En concreto estas formas de violencia se refieren a una imposición de formas de actuar y pensar, limitando así la capacidad de decisión que las mujeres tienen sobre su vida e incluso sobre su cuerpo. Además de que repiten de forma sutil patrones del ‘antiguo machismo’, por ejemplo, cuando una mujer decide trabajar y lo hace ‘con el permiso’ de su pareja. Dejando así en la invisibilidad su capacidad y derecho a desarrollarse profesionalmente. La tarea dentro de la sociedad, al interior de las familias y en las escuelas es cambiar el discurso de la vida cotidiana. Entender que no basta con frenar la violencia física que mata a las mujeres día con día, sino que es necesario modificar los roles y los discursos que las siguen violentando de manera sutil, incluso desde el hogar.

A 26 años de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra las mujeres de las Naciones Unidas, queda mucho trabajo por hacer. Y mucha violencia de género por erradicar ¿Y tú que estás haciendo para erradicar este tipo de violencia en tu día a día?

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