Morelia, Michoacán. 13 de febrero de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- El Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) y el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Campus Morelia, realizaron una evaluación del impacto ambiental en los cultivos de aguacate en la región para promover una producción ambientalmente responsable entre los productores aguacateros.

El objetivo de las investigaciones es crear un diseño sustentable para el cultivo de huertas en la región que, además de servir de modelo en materia de desarrollo urbano y ambiental, tenga la posibilidad de ser replicado en otras regiones de México.

La doctora Mayra Gavito Pardo, quien coordinó el proyecto, explica que la innovación del proceso radica en la obtención de datos concretos. “Se habían hecho estimaciones que simulan factores que dan una predicción de cuál es la pérdida de suelo. Nosotros en cambio tenemos datos duros, no teóricos, de lo que se está perdiendo”.

Las zonas de impacto ecológico en Uruapan, Ario de Rosales, Pátzcuaro y Morelia recibieron un monitoreo de pérdida y degradación de suelo para establecer parámetros de daños y así poder revertir, en un futuro, los indicadores de sobreexplotación del llamado “oro verde”.

El resultado principal del proyecto fue descubrir que el diseño de las huertas aguacateras influye de manera tajante en la protección al suelo. Si la sombra de los árboles de aguacate es muy grande, las hierbas presentarán dificultad para crecer, exponiendo el suelo a una erosión inminente.

“La mejor protección la dan las hierbas que están enraizadas y cubren como un tapetito todo el suelo, como en el bosque. Pero eso desaparece debajo de la sombra de los árboles de aguacate, cuando pasa una lluvia de alta intensidad puede erosionar bastante”, explica la doctora Gavito Pardo.

Se trabajó con muestras de los diferentes tipos de suelo en la meseta purépecha, y se recolectaron datos de plantaciones con diferentes edades y diseños para compararlas con bosques y suelos que no hubieran sido alterados por los habitantes de la región.

En ambos lugares se colocaron trampas que atrapaban los sedimentos liberados por las lluvias en dos temporadas diferentes. También se generó una descripción específica de las huertas y las pendientes para dictaminar los tipos de coberturas vegetales existentes y su beneficio.

Se descubrió que las regiones de bosque natural tenían una pérdida casi nula de suelo después del periodo de lluvia estacional, mientras que en los suelos trabajados por los agricultores, la erosión estaba condicionada por el modo en que se distribuía el cultivo.

Dra. Mayra Gavito Pardo, investigadora de la UNAM.

Dra. Mayra Gavito Pardo, científica de la UNAM, investiga las huertas de aguacate por la pérdida de suelo.

Lluvias y erosión

Los datos de la investigación muestran que existen huertas que en un evento de lluvias torrenciales podrían perder hasta una tonelada por hectárea de suelo; sin embargo, estos acontecimientos no tienen un ciclo determinado, haciendo difícil la documentación precisa de sus efectos.

El diseño adecuado de las huertas aguacateras debe estar condicionado así por árboles con un tamaño más pequeño para permitir la entrada adecuada de luz hacia el suelo, generando hierbas y plantas que se enraícen y protejan de la erosión.

“El problema tiene una solución bastante sencilla en teoría, pero sabemos que hay regulaciones fitosanitarias, para exportación, por ejemplo, donde les exigen estar cortando las hierbas para permitir el corte de aguacate. Pero es un problema pequeño comparado con coberturas en parcelas de maíz, donde la pérdida de suelo es mucho mayor”, indica la doctora.

Mediante cambios en el diseño de las huertas, así como en las regulaciones fitosanitarias de la región productora de aguacate, la tasa de pérdida de suelo podría llegar a un nivel de cero, además de atraer agentes de control biológico de las plagas, convirtiéndose en un modelo de producción sustentable para cumplir así el objetivo de los productores.

Los suelos de la meseta purépecha, constituidos principalmente por andosol, se formaron gracias a los volcanes que rodean la zona. La acumulación de este material heterogéneo y poroso consigue generar espacios para el aire y el agua, convirtiéndose en un territorio ideal para la plantación de aguacate.