• Destacaron los descubrimientos de una cabeza de estuco de Pakal, en Palenque, y de vestigios de pintura mural de estilo maya en Teotihuacan

Ciudad de México. 20 de diciembre de 2018.- Una gama de descubrimientos arqueológicos en la amplitud del territorio mexicano: desde la selva chiapaneca hasta los ambientes desérticos del norte del país, pasando por la Ciudad de México, se registraron este 2018 como fruto de la labor de investigadores del Instituto Nacional de Arqueología e Historia (INAH).

El año también destacó por la apertura de tres importantes zonas arqueológicas —con las que llega a 192 los sitios de este tipo abiertos al público, bajo custodia del INAH—, cada una dedicada a la difusión de un tipo específico de patrimonio cultural: rupestre, en Arroyo Seco, Guanajuato; arqueológico, en Cerro del Teúl, Zacatecas; y paleontológico, en Rincón Colorado, Coahuila.

En marzo abrió sus puertas la Zona Arqueológica de Arroyo Seco, un enclave del municipio de Victoria en cuyas rocas fueron plasmadas escenas de danza y cacería, representaciones de coyotes, venados, águilas, alacranes y ranas, entre otros animales, así como de plantas como el maíz y quizá el peyote, que recorren una línea temporal iniciada al menos en el año 7000 a.C. y que llega al siglo XX de nuestra era.

Zona arqueológica Arroyo Seco. Foto Héctor Montaño INAH

En esa zona, la tercera en México dedicada al arte rupestre, se puede observar 25 por ciento de los 46 motivos pictóricos que se tienen identificados hasta hoy, a través de un recorrido que atraviesa una planicie y dos prominencias naturales de gran valor paisajista.

Meses después, en octubre, se inauguró la Zona Arqueológica del Cerro del Teúl. Esta ciudad prehispánica, construida sobre la elevación que da nombre al municipio de Teúl de González Ortega, tuvo su auge entre los años 900 y 1300 d.C., época de cambios estructurales en Mesoamérica que inició con la caída de Teotihuacan hacia el 600 d.C., y favoreció el establecimiento de urbes más densas en regiones como la actual Zacatecas.

La ciudad prehispánica fue construida sobre la elevación que da nombre al municipio de Teúl de González Ortega Zacatecas. Foto Proyecto Cerro del Teúl INAH

El área seleccionada para la visita pública corresponde al costado nororiental del cerro del Teúl, donde se emplaza el centro ceremonial de la ciudad y pueden conocerse estructuras como la Plaza Principal y el Juego de Pelota, además del complejo sistema de canalización de agua que irrigaba al espacio sagrado. También fue habilitado un Centro de Atención a Visitantes que introduce a la zona y permite a las personas en situación de discapacidad, recorrer virtualmente el sitio mediante herramientas multimedia y tecnología envolvente.

En línea ascendente al norte del país, la Zona Paleontológica Rincón Colorado, ubicada en el municipio de General Cepeda, en Coahuila, ofrece un viaje al pasado de la Tierra 72 millones de años atrás, llevando al público por las orillas del mar interior de Norteamérica, cuyas huellas permanecen en lo que hoy es el desierto de esa entidad.

Con un recorrido de 1.7 kilómetros, la zona exhibe réplicas de huellas y huevos de distintas especies de dinosaurios (ceratópsidos y tiranosáuridos), a la par de reproducciones de restos óseos de animales que sólo se han encontrado en Rincón Colorado: el hadrosaurio (Velafrons coahuilensis) y una especie de cucaracha denominada científicamente Xonpepetla rinconensis.

Rincón Colorado es un lugar emblemático para la paleontología mexicana. Foto Mauricio Marat INAH

En cuanto a descubrimientos arqueológicos, el año fue en extremo prolijo. Así lo prueba el hallazgo en Palenque, Chiapas, de una subestructura en el edificio denominado Casa C, así como de una vasta ofrenda en la Casa E —todo dentro del conjunto arquitectónico conocido como El Palacio—, cuyo elemento más notorio es una cabeza modelada en estuco que representaría al gobernante K’inich Janaab’ Pakal, pues la escultura semeja los rasgos de un anciano; en tanto, los objetos de la oblación datan del periodo Clásico Tardío maya (684 – 720 d.C.), cuyo inicio coincide con la muerte de Pakal ‘el Grande’, a los 80 años de edad.

Derivados de la primera etapa de un proyecto integral de conservación que el INAH realiza, con apoyo de la Embajada de los Estados Unidos en México, en El Palacio y la cámara funeraria de Pakal, estos hallazgos también mostraron que hacia el Clásico Tardío existió un estanque dentro de aquel complejo arquitectónico palencano.

La escultura simbolizaría a Pakal “el Grande” y se localizó al este de la Casa E . Foto Héctor Montaño INAH

Otra ofrenda relevante, en este caso dedicada a Huitzilopochtli, dios mexica de la guerra, fue encontrada en el Zona Arqueológica del Templo Mayor, en la Ciudad de México. Allí, miembros del Proyecto Templo Mayor (PTM), que este año conmemoró 40 años de su creación, hallaron los restos óseos de un niño de entre 8 y 10 años de edad al momento de morir, a quien los tenochcas ataviaron a la manera de dicha deidad, y sacrificaron en honor a ésta.

Perteneciente a la denominada Ofrenda 176, se trata del segundo cuerpo infantil que el PTM encuentra en un depósito asociado a Huitzilopochtli. El hallazgo resaltó además por haber estado contenido por la única caja de ofrenda con forma cilíndrica de entre las 204 que se han excavado en el sitio arqueológico, y por su simbólica ubicación al pie de la sexta etapa del Templo Mayor (fechada hacía gobierno de Ahuízotl: 1486–1502 d.C.) y entre el Cuauhxicalco, donde se cree eran depositados los restos funerarios de los mandatarios mexicas.

En la ofrenda 176 del Templo Mayor, se localizaron restos mortales de un niño acompañado de adornos corporales y símbolos característicos de Huitzilopochtli. Foto Mirsa Islas. Cortesía Proyecto Templo Mayor.

En tanto, Teotihuacan se hizo presente en 2018 importantes revelaciones, entre ellas, una en la que se corroboró que en dicha urbe habitaron individuos mayas de élite, algo que se conocía por manifestaciones epigráficas teotihuacanas encontradas en el área maya, pero no se había identificado plenamente en la Ciudad de los Dioses.

Las evidencias finalmente se localizaron en la Plaza de las Columnas, situada entre la Pirámide del Sol y la Pirámide de la Luna, y al oeste de la Calzada de los Muertos, donde arqueólogos ubicaron fragmentos de pintura mural de estilo maya.

Los personajes portan tocados de cola de lobo, símbolo de la élite teotihuacana. Localizado en la Plaza de las Columnas. Teotihuacan. Foto Mauricio Marat INAH

En una concentración de materiales al norte de dicho espacio, se halló la tapa de un vaso con una escena esgrafiada en la que destacan personajes mayas portando tocados de cola de lobo, símbolo teotihuacano de estatus, lo que refuerza la hipótesis de la alianza entre ambos grupos hacia 350 d.C., cuando dominaban el horizonte mesoamericano.

Otro descubrimiento importante, que en cierto modo derivó del sismo del 19 de septiembre de 2017, fue el de una subestructura en el Templo Mayor de la Zona Arqueológica de Teopanzolco, en Morelos. Dicha construcción prueba que la ciudad tlahuica es más antigua de lo que se pensaba, pues su cronología data mayormente del periodo Posclásico Tardío (1200–1521 d.C.), en tanto que la subestructura se remonta al Posclásico Medio (1150–1200 d.C.).

Lo anterior implicó dejar atrás la idea de que los tlahuicas reprodujeron el Templo Mayor de México-Tenochtitlan, con sus altares en par dedicados a Tláloc y Huitzilopochtli, y que más bien fueron los mexicas quienes se inspiraron en el estilo de la obra tlahuica. El hallazgo se registró durante las tareas que expertos del INAH realizaba durante la restauración del basamento tras el sismo.

Especialistas del INAH descubren restos de un templo al interior de la pirámide de Teopanzolco, en Morelos. Foto Melitón Tapia INAHJPG

 

De igual modo, fueron numerosos los proyectos de salvamento arqueológico que este año ejecutó el INAH. Destaca el de la Ex Hacienda de Xico, en el municipio mexiquense de Valle de Chalco Solidaridad, donde se encontró un vasto yacimiento compuesto por arquitectura, restos óseos y objetos cerámicos, relacionados mayormente con la cultura teotihuacana y de antigüedades tan remotas como el año 250 de nuestra era.

Emprendido por la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH, en el marco de la adecuación que se emprende en la ex hacienda para volverla un museo, el proyecto localizó en agosto un brasero de cerámica ricamente decorado, al cual fueron asociados un par de cráneos de infantes.

La pieza, un brasero tipo teatro, mide 50 cm de alto por 40 cm de ancho y muestra a un personaje central custodiado por un par de representaciones de Tláloc, dios de la lluvia, así como por otras alusiones a la fertilidad. Se ha indagado que el objeto se usó para clausurar simbólicamente una estructura y marcar el fin de un ciclo de gobierno hacia el año 650 d.C., época coincidente con el declive de Teotihuacan.

Localizan un brasero de estilo teotihuacano, con representaciones de Tláloc, en la Ex Hacienda de Xico. Foto Melitón Tapia INAH

Indicios de la Ciudad de los Dioses se detectaron también en otros dos salvamentos: un caserío que se ubicó en la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec junto con 11 entierros: nueve de adultos y dos de neonatos; y los remanentes de habitaciones, cerámica, lítica y restos óseos, de una aldea que se estableció en el actual Coyoacán, hace mil 700 años.

Una población aún más antigua fue encontrada al sur de la Ciudad de México. En un predio de la colonia La Otra Banda, se descubrió un área ocupada hace dos mil 700 años que se teoriza fue usada para el cuidado perinatal de mujeres, según lo sugieren dos fosas prehispánicas —de un total 26 localizadas por personal de la DSA– que habrían sido empleadas como baños de vapor con hierbas, dada la presencia de restos de carbón y huellas de exposición al fuego, así como de 130 figurillas que en su mayoría representan a mujeres embarazadas.

Además de la referida aldea teotihuacana, en la alcaldía de Coyoacán también se descubrió el tecpan del señorío prehispánico de Atenco Omac. Los restos de dicho edificio de tipo administrativo, donde se realizaban funciones administrativas y residía el gobernante local junto con su familia y parentela cercana, corresponden al quinto palacio de gobernanza excavado arqueológicamente en la Cuenca de México, y el primero fuera de la región acolhua (texcocana).

Arqueólogos que inspeccionaban el terreno donde se construye la nueva sede de la Academia Mexicana de la Lengua, indagaron, a partir de material cerámico, que el tecpan comenzó a construirse a inicios de 1400 sobre un derrame basáltico del Pedregal de San Ángel, surgido por la erupción del volcán Xitle, y se mantuvo ocupado hasta los años posteriores a la conquista española, según lo acredita su presencia en documentos del siglo XVI como el Mapa de Uppsala.

En otros estados del país también se registraron hallazgos de relevancia. Es el caso de los 108 petroglifos reconocidos en la Zona Arqueológica de La Campana, en Colima. Tales elementos lucen motivos zoomorfos, numerales, flores y figuras humanas, y están comprendidos entre los periodos Preclásico (1700 a.C.) y Posclásico (900–1521 d.C.), por lo que convierten a dicho sitio en uno de los pocos en el país con evidencias de todas las etapas culturales mesoamericanas.

En Tamiahua, Veracruz se halló un yugo totonaco de piedra gris decorado en sus remates por dos cabezas humanas labradas, un rostro felino en su curvatura externa y por bajorrelieves en sus costados que asemejan a una serpiente. Dada la poca frecuencia con que tales vestigios suelen encontrarse, el yugo —una representación en roca del aditamento, hecho con cuero, algodón o madera, que usaban los antiguos jugadores de pelota para proteger sus caderas— fue resguardado y restaurado por el INAH.

Bajo el agua, los arqueólogos también realizaron importantes descubrimientos. En el cenote Xlacah, de la Zona Arqueológica de Dzibilchaltún, en Yucatán, se identificó una pequeña caverna lateral con piedras careadas que debieron formar parte de edificios prehispánicos; la formación natural también probó alojar materiales cerámicos (ollas de tamaño medio y cajetes polícromos, entre otros) y restos óseos tanto de humanos como de animales; se teoriza que estos últimos se relacionan con el ganado que, en tiempos novohispanos, resguardaba un corral que se sabe estaba instalado junto al cenote.

Finalmente, cabe resaltar el caso de otra caverna, localizada en el municipio de Victoria, Tamaulipas, donde investigadores del INAH localizaron un contexto cuyo elemento más destacado era un fardo mortuorio, acompañado por una ofrenda de vegetales y una vasija de cerámica, que contenía la momia de un niño de aproximadamente año y medio de edad. Los materiales orgánicos de la cueva La Escondida, han sido fechados por radiocarbono y, hasta ahora, arrojan antigüedades que van de1600 a.C. a 1200 d.C.