DEVENIRES COTIDIANOS, por Susana Ruvalcaba*

En México tenemos este gusto por los bebés regordetes, cachetoncitos, rebozantes. Sin embargo, pasando los años –ustedes decidan si dos, cuatro o más- ese estar envuelto en carnes deja de ser una coquetería y se convierte en un problema estético –y digo estético porque la obesidad nos parece eso, un problema estético antes que uno de salud.

Quizás desde mi primer cumpleaños y hasta el séptimo, fui una niña más delgada que el promedio. Después pasé a ocupar un lugar más, en las filas de niñas pasadas de peso. Aunque mi mamá no me lo dijera, me daba cuenta de que había cierta ropa que no me acomodaba igual que las demás. Y para corroborar mis sospechas, mis años de adolescencia en una escuela femenil me hicieron comparar comprar involuntariamente mi físico con el de las chicas de caderas proporcionadas y cinturas estrechas.

Me sentí, pues, una adolescente gorda aunque nadie ha usado ese adjetivo para definirme, al menos no de frente. Quizás he sido poco dura conmigo misma respecto de mi físico o tal vez logré hacer las pases con él. Jamás estuve muy pendiente de mi peso y años después me di cuenta que mi fisonomía es más bien grande, voluptuosa. Y aprendí a vivir con ella sin sentirme con obesidad.

Sin embargo, hay quienes padecen, quienes no dejan de compararse con las modelos photoshopeadas de las revistas con las mujeres de la farándula Hollywoodense que cada vez tienen menos músculos y más silicón en sus cuerpos. Muchas niñas y adolescentes e incluso varones en estas edades que están insatisfechos con su fisionomía. Ya en el 2014 se hablaba de más de 20 mil casos anuales de anorexia y bulimia en el país, esto sin contar la vigorexia que afecta principalmente a los hombres.

De acuerdo con un estudio realizado en 2013 y difundido por la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el 80 por ciento de las mujeres busca estar delgadas, 50 por ciento de los hombres desea reducir su peso puesto que consideran que tienen sobrepeso u obesidad y el otro 50 por ciento está interesado en aumentar su masa muscular.

Adicionalmente a lo que los medios nos presentan como ideales de belleza –mujeres demasiado delgadas y hombres recargadamente musculosos- las marcas de ropa de moda hacen su parte. A estas alturas, por ejemplo, sé perfectamente qué tiendas de ropa evitar porque sus tallas, incluso las más grandes, no me ajustan.

Y claro, también está el asunto social. Recuerdo una vez –quizás la ocasión en la que he estado más delgada en mi vida- que comenté con un grupo de amigos que había comprado un par de blusas talla extra chica en una tienda y entonces, una de las presentes tuvo a bien explicarme que esa particular marca de ropa tenía mal indicadas las tallas para que la gente que compraba se sintiera más delgada.

Lo que trato de decir con todo esto es que debemos de quitarnos de la cabeza la idea de que el sobrepeso es un problema estético. Que no está bien que dejemos que los adolescentes, quienes son más vulnerables al tema, sean bombardeados por falsos estándares de belleza promocionados en los medios de comunicación y legitimados por las personas que los rodean.

Y está mal, muy mal que además tengamos a un gobernador diciendo que nadie quiere a las niñas gordas porque es precisamente esta relación del físico con la aceptación –y hasta el éxito- el que nos ha generado graves problemas como sociedad-

La obesidad es un problema serio de salud, no meramente estético, que trae consigo otros problemas: ansiedad, depresión, anorexia, bulimia y vigorexia que pueden llevar a la muerte.

Por lo tanto, ¿queremos niñas guapas y delgadas o niñas sanas y con autoestima? Pregunto.

*Susana Ruvalcaba: Comunicóloga por gusto. Maestra en política pública por afición y maestra en desarrollo y cambio cultural por ventura. Tiene más de tres décadas de edad, cinco canas, y carece de lugar fijo de residencia. En sus horas libres disfruta de la lectura y la reflexión y escribe sus Devenires Cotidianos en Brunoticias.