LA TRAMPA DEL JUEGO ROMÁNTICO ¿CORTEJO O ACOSO?

DEVENIRES COTIDIANOS, por Susana Ruvalcaba

Se portó caballeroso y quizás excesivamente atento. Su apariencia física no es la mejor y lo sabe. Quizás por eso hizo extensivas sus atenciones a mi grupo de amigos, con los que intentó integrarse. Desde el principio dejé en claro que no estaba buscando una relación y él manifestó verbalmente que sería más que suficiente con mi amistad, pero sus acciones demostraban lo contrario.

-¿Qué puedo hacer para enamorarla? –le preguntó a mi mejor amigo antes de despedirse, mientras yo no escuchaba

-Nada. No pierdas tu tiempo. Ella no está interesada –fue la respuesta

A pesar de eso, siguen lloviendo llamadas, mensajes, invitaciones. No es la primera vez que pasa. Ni soy la única a quien le ocurre. Y aunque cada ocasión es diferente, los resultados terminan no siendo los esperados por la contraparte.

A mis amigas mujeres también les ha pasado y mis amigos varones no quedan excluidos de experiencias similares. ¿Cuál es la diferencia entre cortejo y acoso? Me preguntaron una vez. El cortejo te gusta, el acoso te molesta, fue lo que atiné a responder.

Sin embargo, parece que ahora aun no entendemos esa diferencia.

Muchos fans de How I Meet Your Mother fueron felices con aquel final en el que Ted termina por vivir a plenitud –o al menos así nos lo hacen creer- su amor con Robin. Tantos años de esfuerzo, tantos desatinos, pero al final el destino estuvo de su parte.

The Notebook –titulada Diario de una Pasión en español- nos muestra como el esfuerzo de un chico pobre termina por encantar y enamorar a la belleza rica con la que logra pasar el resto de sus días.

Años y años de leer, ver, escuchar este tipo de historias han hecho que se interiorice la idea de que en el amor, el que persevera alcanza. Y caemos en la trampa de ese juego, el sin entender como la perseverancia  se vuelve acoso o en el de creer que lo mejor es negarnos al principio, decir no como una especie de código que en realidad significa: insiste para que te diga que sí, porque lo que fácil llega, fácil se va.

Y vamos haciendo un complejo entramado de significados que enmascara y justifica comportamientos indeseados y poco sanos. Todos hemos sido rechazados alguna vez –por un pretendido, en una escuela, en un trabajo- tanto como hemos tenido la posibilidad de rechazar a los otros.

No es difícil decir: me halagas, gracias, pero no estoy interesado. Y tampoco es imposible aceptar un no con la frente en alto y salir de escena con la dignidad intacta –aunque el orgullo esté un poco golpeado- y dar vuelta a la página sin apostar a la insistencia, al destino o esas otras esperanzas falsas y dañinas que Hollywood nos despierta.