• Comercio con altiplano guatemalteco y la costa Pacífico, además del control de bienes locales como el ámbar.

Chiapa de Corzo, Chiapas. 7 de noviembre de 2017.- Siete siglos antes de nuestra, Chiapa de Corzo ya era una de las principales capitales regionales de la tradición zoque en la cuenca central del río Grijalva, como revelan análisis realizados a un par de ricas ofrendas que fueron dispuestas en torno a los entierros de uno de sus gobernantes, y probablemente su consorte, lo que confirma su importancia como espacio limítrofe con otros grupos, como los olmecas y mayas y, en épocas más tardías, con los chiapanecas.

En el marco de la VIII Mesa Redonda de Palenque, organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la arqueóloga Lynneth S. Lowe Negrón dio conocer los avances en los estudios de este contexto recuperado hace siete años en la Estructura 11 de esa zona arqueológica, y que incluía numerosos ornamentos de jade, cuentas de ámbar y espejos de pirita, además de piezas de cerámica, concha, hematita y obsidiana, entre otros.

Las investigaciones han estado enfocadas principalmente en dilucidar la procedencia de varios de los materiales que componen estos extraordinarios depósitos, mediante métodos no destructivos como espectroscopía infrarroja, espectroscopía Raman y fluorescencia de rayos X.

Explicó que el periodo Formativo Medio, entre 1000 y 400 a.C., representó una etapa de florecimiento cultural en diversas regiones de Mesoamérica, dada la consolidación del intercambio a larga distancia, centrado en la obtención de jade y conchas Spondylus, entre otros bienes de prestigio, demandados por élites emergentes. Chiapa de Corzo se alzó como uno de los sitios más influyentes del centro del hoy estado de Chiapas, que controlaban el comercio de obsidiana, jadeíta, plumas y otros productos venidos del Altiplano guatemalteco, recursos importantes para el intercambio local.

Con la colaboración del doctor Luis Ruvalcaba, del Instituto de Física de la UNAM, y los expertos del Museo del Templo Mayor del INAH, Emiliano Gallaga, Norma Valentín y Adrián Velázquez, se han empezado a conocer algunas de las características de las piezas líticas y de concha de las ofrendas halladas al interior de la Tumba 1 de Chiapa de Corzo.

La mayor parte de las piezas analizadas de esa tumba, sobre todo las que componían los collares, pulseras, brazaletes, ajorcas y adornos de ambos personajes, fueron identificadas como jadeítas. La investigadora del Centro de Estudios Mayas de la UNAM detalló que éstas provienen de tres fuentes, dos de ellas no identificadas y una que refiere a los yacimientos de la cuenca del Río Motagua, en Guatemala.

Foto Emiliano Gallaga INAH

Con excepción en los elaborados collares, se identificaron cuatro cuentas de cuarzo verde; asimismo, en el collar de la consorte —formado por diminutas tallas en forma de cabezas de aves— se descubrió una cuenta de turquesa. Otra cuenta de turquesa se halló en las ajorcas del dignatario. De éstos no se halló relación con los yacimientos de turquesa conocidos en el noroeste de México (Sonora) y suroeste de Estados Unidos (Arizona).

“El hallazgo de estas piezas de turquesa es relevante porque representa la presencia más temprana de este mineral en la región, la depresión central de Chiapas, para reevaluar las propuestas de las rutas de intercambio y fuentes disponibles para Mesoamérica en este periodo”, apuntó Lynneth S. Lowe.

En cuanto a los moluscos también hallados en este contexto funerario, el estudio fue realizado por los especialistas del INAH, Adrián Velázquez y Norma Valentín, demostrando que la mayor parte de las conchas y caracoles marinos procedían de la costa del Pacífico, entre ellas las grandes valvas de Spondylus princeps colocadas sobre el rostro de los personajes como parte de posibles máscaras. Otras especies más correspondieron a especies endémicas de agua dulce.

La también profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM recordó que otra ofrenda excepcional fue localizada en el núcleo ceremonial del sitio, concretamente en su plaza. Esta oblación, datada hacia 700 antes de nuestra era, consistió en un par de ofrendas masivas y una más cruciforme de hachas de piedra verde de clara filiación olmeca. El estudio tecnológico, efectuado mediante espectroscopía electrónica, hecho por el doctor Emiliano Melgar y su colega Reyna Solís, sustentó su manufactura local.

Al parecer, Chiapa de Corzo también fue uno de los sitios involucrados en el control y la explotación del cercano yacimiento de ámbar de Totolapa, material distribuido regionalmente a sitios como La Venta (Tabasco), Mirador (Petén guatemalteco), San Isidro (El Salvador) o Kaminaljuyú (tierras altas de Guatemala).

La riqueza de estos contextos arqueológicos, concluyó, viene a confirmar que Chiapa de Corzo se distinguió como una de las principales capitales regionales en la depresión central de Chiapas por casi dos milenios, hasta su abandono a finales del periodo Clásico, asociado a la llegada de grupos chiapanecas.