DEVENIRES COTIDIANOS, por Susana Ruvalcaba

Viajar tiene su encanto, sin embargo, implica necesariamente una de las actividades que más estrés me generan: hacer maletas. Nuestras madres deben haber sufrido bastante cuando salían de casa con nosotros siendo bebés al preparar la pañalera que, además de pañales incluía cambios de ropa, alimentos, baberos, juguetes y sólo quienes son madres sabrán cuántas otras cosas necesarias para nuestra supervivencia momentánea fuera del hogar.

De pequeña poco me preocupaba por el tema del equipaje. Cada que había un viaje, era mi mamá la encargada de arreglárselas por meter en el estrecho espacio de una maleta la ropa, los zapatos y los elementos de aseo personal más la miscelánea requerida, tras el debido cálculo de lo que sería suficiente.

Desafortunadamente, en algún momento mi madre me cedió el poder –es decir, la obligación- de hacer mis propias maletas. A simple vista, pareciera que hacer una maleta es una tarea sencilla y casi autómata. Pero desde mi punto de vista requiere de planeación, anticipación y hasta de talento matemático.

Hay reglas básicas, por supuesto. Cuando viajamos a la playa las sandalias y el traje de baño son tan indispensables como llevar ropa y zapatos deportivos si vamos a un lugar montañoso. Pero empacar, lo digo con absoluta seriedad, parece más sencillo de lo que en realidad es.

Por ejemplo, no se puede hacer un viaje de trabajo sin llevar ropa y zapatos formales, un poco de maquillaje y los elementos necesarios para lograr un peinado presentable. Además de perfume, claro. Y la falta de cualquiera de estas cosas tendrá un impacto directo en nuestro aspecto que podría generar una evidente inconformidad.

Otra cosa que suele pasar, especialmente cuando planeamos viajes largos, son las combinaciones de ropa. De pronto empacamos sin darnos cuenta qué blusas usaremos con qué pantalones o con cuáles suéteres, y ante la imposibilidad de generar una combinación decente, terminamos por dejarla en la maleta.

¿Y qué decir cuando las restricciones de equipaje indican dimensiones y pesos máximos?. De pronto te das cuenta que la maleta es insuficiente para la cantidad de cosas planeadas o que te excedes de peso. Y después de haber hecho tu plan y cálculo exhaustivo, necesitas realizar ajustes.

En mi experiencia, hacer maleta es una de las cosas más estresantes. Incluso elegir el tipo de maleta puede ser un acierto o un error garrafal. Las experiencias mochileras están sobre valoradas. No hay necesidad de recorrer kilómetros con el peso de nuestro equipaje en hombros cuando existen las maletas con ruedas para ir y venir, especialmente cuando el viaje implica diversas paradas.

Y al viajar en invierno hay que elegir si llevar dos kilos menos en el equipaje o un abrigo más, para no salir igual en todas las fotos. Y cualquier otro acto de coquetería –como el llevar lentes de contacto con su estuche y su líquido limpiador- tiene su impacto en los límites del equipaje, igual que la tecnología –¿llevas una Tablet o te lanzas con tu laptop?-.

Y lo peor de todo es cuando el viaje es en sí una mudanza temporal y sabes que tendrás que sobrevivir con lo que sea que te quepa en esos siempre escasos kilos autorizados de equipaje y tengas que sopesar la opción de pagar por alguna maleta extra.

No sé ustedes, pero esta paradoja de empacar es algo que me pone los nervios de punta. Es uno de los muchos artes que no domino. Y la antesala de los viajes que siempre preferiría evitar.

Ahora, si me permiten, voy a seguir haciendo maletas. No duden en enviarme recomendaciones o un poco de consuelo. devenirescotidianos@gmail.com

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