HUMANAS, por Circe López

Hace unos días se dio un paso importante en materia legislativa en Michoacán se aprobaron las reformas al Código Familiar en el estado de Michoacán “para elevar la edad mínima para contraer matrimonio a 18 años, sin ninguna excepción, y así romper el ciclo de discriminación y violencia contra las niñas, niños y adolescentes; promover y proteger el goce pleno y efectivo de sus derechos humanos”. Lo cual resulta de suma importancia, aunque desde hace varias décadas el movimiento feminista, de investigadores/as en materia de salud sexual y reproductiva, entre muchos otros, ya señalábamos de las consecuencias devastadoras al permitir y obligar a niños y niñas a unirse en matrimonio.

Sin embargo, pese a los avances en materia jurídica con perspectiva de Derechos Humanos y de Género, resultan insuficientes, y más si estos no van acompañados de la etiquetación de suficiencia presupuestaria y candados que impidan que el dinero se lo lleven en “eventos y repartición se objetos que no sirven para casi nada, así como: bolígrafos, camisetas, llaveros, etc.”, además de efectivas campañas de información basadas en estrategias de información, educación y comunicación en las que se considere la interculturalidad y la diversidad sexual; así como un Programa Estatal para la Prevención y Atención de la Salud Sexual y Reproductiva Juvenil, que fortalezca los servicios de atención y prevención, no solo los de repartición de métodos anticonceptivos, así como la especialización del personal de salud incluyendo a la base promotora de la salud comunitaria fundamentalmente.

Otras alternativas en este tema lo ha sido la formación de liderazgos y promotorias juveniles en materia de prevención de la salud sexual y reproductiva juvenil acción estratégica que nos llevó al logró del Premio Nacional de Buenas Prácticas en el año 2014 otorgado por la Fundación IDEA, UNPFA, IMJUVE y USAID, en el municipio de Paracho encabezado por el entonces Lic. Nicolás Zalapa Vargas, quien literalmente se dejó construir y trabajar de manera conjunta con Humanas sin Violencia, A.C. en este tema y que ahí está esa experiencia pidiendo ser retomada como una estrategia que funciona y que puede ser multiplicada en todo el estado.

Es fundamental la sensibilización y debida actuación y diligencia de los Jueces y Juezas que realmente establezcan la aplicación de la ley para que no se siga teniendo niñas menores de 15 años “casadas” y “embarazadas”, no solo con niños de esa edad, sino muchas veces obligadas a estar con hombres 10 años mayores que ellas, y es que también se requiere de un trabajo de base con las poblaciones que todavía basan sus decisiones en usos y costumbres, y que pesan enormemente en sus decisiones y comunidades.

Hace unos días tuve la oportunidad de estar en un comunidad en donde una niña indígena de 16 años está embarazada de un joven de 24 años también indígena de la misma comunidad, quien desde hace 4 años ya la pretendía, la acosaba, la persuadía, la presionaba sin embargo ella no lo podía reconocer como una violencia, pese a que su padre y madre se lo decían y ya habían hecho una serie de advertencias al acosador y sus familiares, aunado a una serie de información y conversaciones para hacerla reflexionar y hacerle ver las consecuencias de tener relaciones sexuales a esa edad y las consecuencias en su cuerpo, ella no lo quiso ver ni entender, entonces nos preguntamos qué sucede para que una niña decida lanzarse a estas formas de relacionarse sexualmente y aceptar las consecuencias de sus actos incluyendo los riesgos que conlleva la maternidad…

Probablemente haya personas que piensen que es culpa de su madre y de su padre por no tomar decisiones contundentes y radicales, pero en este proceso de acompañamiento estamos seguras que su padre y madre siempre actuaron con una gran responsabilidad, amor, protección y demás actos que impidiesen que se diera ese acontecimiento, y entonces nos preguntamos qué sucedió, en qué consiste que a pesar de la información y del conocimiento y de los impedimentos legales, ella se “haya embarazado” y se haya ido a la casa del novio-marido y haberle pedido a su madre que no se metiera en su decisión, así como haber presionado a la familia del novio a ir a pedir el perdón a su casa para poder “hacer las cosas bien”….

Encaprichamiento, necedad, condicionamiento, diversas palabras y conjeturas derivan de nuestro pensamiento, sin embargo, considero que hay algo que aún no se ha querido reconocer y es el punto central de que diversas acciones, programas, apoyos, no estén funcionando para erradicar o bien disminuir los embarazos en adolescentes, y es que en nuestra sociedad “ser madre es mucho más valioso que ser mujer”, hay una supremacía de las mujeres asociadas a la maternidad, y con ello la profunda idea del sacrificio más grande que es el dar vida….

Es decir, las niñas tienen hijos no solo porque hay un antecedente de violencia y abuso sexual que tolera la sociedad y justifica de manera cruel al impedir el acceso a un aborto seguro y a programas de salud sexual y reproductiva específicos, sino que hay una legitimidad y permisividad social que consiente por así decirlo que las niñas sean madres como un “hecho natural”, situación que de ninguna manera es natural, ya que nuestra sociedad, sostiene una invisibilización hacia las mujeres en tanto “niñas y adolescentes”, persiste una visión de victimización más no como ciudadanas. Las niñas no tienen un valor porque no se ha construido aun un estatus, ni una función, ni un rol social, por lo que tener un hijo constituye el acceso a la vida adulta, con la posibilidad de recibir atención y la consideración de los demás[1].

Mientras que los niños que se convierten en hombres tienen otro estatus social el cual muchos de ellos  cumplen a cabalidad que no es el de la paternidad sino el “tener relaciones sexuales”, población que tampoco es sujeto de política pública en materia de salud sexual y reproductiva. Resulta poco probable que una estrategia orientada a disminuir los embarazos en las niñas sea efectiva sino tiene integrada una serie de acciones dirigidas a la población masculina en transición de pubertad,  adolescente y juvenil. Se siguen alentando y perpetuando los roles de género tradicionales que justifican la ausencia de los hombres y su responsabilidad en los embarazos adolescentes que no solo es de salud, sino económica, educativa y ahora jurídica.

El reto es muy complejo y grave, cuando se tiene que hay más de mil embarazos en menores de 15 años y más de 12 mil embarazos en niñas de 15 a 19 años en el 2014 en el estado de Michoacán. Aún estamos lejos del ideal de una maternidad por decisión, libre, voluntaria y sin violencia!!!

[1] Oliberman Alicia, “Historia de las madres en occidente: repensar la maternidad”, consultado en: http://www.palermo.edu/cienciassociales/publicaciones/pdf/Psico5/5Psico%2009.pdf