B-Social, Por Brenda Orozco

¿Te suenan los nombres de Mandy García Maza y Juan Vicente Hernández León? En la primer quincena de abril, se viralizó en redes sociales una nota y un video de una menor en un restaurante de Tabasco, violentada sexualmente por un presunto pederasta. Del perfil de Lydia Cacho en Facebook, se hacía un llamado para castigar al culpable, que respondía al nombre de Mandy A. García Maza; sin decir agua va, supuestos miembros de Anonymous le hackearon su cuenta e investigaron todo sobre él. El padre de la menor también lo señaló y en redes sociales todos volcaron su odio hacia García Maza. Lo más decente que le dijeron fue monstruo y degenerado. Léase hicieron un juicio paralelo.

Pasaron pocos días para que la Procuraduría de Tabasco y la Policía Federal se dieran cuenta que la persona en el video era el padre de la niña, Juan Vicente Hernández León, que Mandy García, residía en California (no había salido del país en las fechas señaladas) y que Lydia Cacho no tenía perfil en Facebook. Claro que mientras todo esto se aclaraba, los jueces implacables (los cibernautas) ya habían dado su veredicto y perjudicado la imagen del primer acusado. No veo ahora a todos ellos disculpándose o aclarando lo que pasó.

Y todo esto viene al caso por una sencilla razón: la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos consagran el derecho a la presunta inocencia ¡pero las redes sociales no! A diario, compartimos imágenes de ladrones, secuestradores, golpeadores, corruptos, etc. Todo ello sin investigar primero. Lo peor es que no sólo damos “compartir” sino que agregamos de nuestra cosecha “Ojalá se pudra en la cárcel, espero le den su merecido, que le hagan lo mismo en prisión…”

Informarnos está  bien y si alguien es fanática de las redes sociales soy yo ¡pero no caigamos en absurdos excesos! Cuando alguien inicia el proceso judicial es sometido a juicios paralelos: el legal y el social.  El primero es totalmente formal y con garantías, el segundo es informal y sin garantía alguna. Mientras en el primero rige la presunción de inocencia y la carga de la prueba está en quien acusa, en el segundo no existe esa presunción y se invierte el onus probandi: es el acusado quien debe demostrar su inocencia ante la opinión pública.

Lo más grave de este juicio paralelo, es la gran injusticia que encierra. Si el acusado es culpable, recibirá un castigo de acuerdo a la legislación vigente, pero también una condena social. Si es inocente, ya recibió una “quemada” pública que difícilmente podrá resarcir.

La denuncia pública y el seguimiento a los asuntos de interés público es una tarea indiscutible de los ciudadanos, forma parte de la participación y de una sociedad democrática, pero hay una abismal diferencia entre eso y evitar el sensacionalismo y los juicios paralelos.

Debemos ser conscientes de que no sólo ESCRIBIR a título personal las publicaciones causan responsabilidad, sino también retuitearlas y compartirlas, así como hacer comentarios aventurados sobre personas que no conocemos o situaciones que no nos constan. Seamos sensatos sobre los juicios que emitimos porque este mundo virtual es muy pequeño y más tarde que temprano podríamos ser nosotros los que quedemos inmersos en un juicio paralelo.

POSTDATA

Donde hay voluntad de condenar, las pruebas acaban apareciendo.

Mao Zedong.