¿DE QUÉ SIRVE SENTIR?

LOS INCONVENIENTES DEL ACCESO A LA JUSTICIA

HUMANAS, por Circe López Ríofrío

Una de las preguntas que me hacen las personas que han tenido una pérdida de una hija por un feminicidio o cuando han sido agredidas sexualmente, está centrada en los sentires que genera no solo ser víctima y con ello todo ese cúmulo de sentimientos que no caben dentro del cuerpo y que tampoco caben en la reflexión y que son desestimados muchas veces por el personal que recibe la queja, denuncia o realiza la primera valoración, y es que en realidad hay una deshumanización, una especie de despersonalización y ahogamiento de cualquier sensación o emoción que conlleve a la comprensión y la empatía, en donde la neutralidad juega un papel fundamental para justificar de cierta manera una violencia institucional y por ende un nulo acceso a la justicia.

Y es que la reparación del daño no es el final de un proceso en la cual a la víctima le digan “usted disculpe nos equivocamos, usted tenía razón o la compensen económicamente”, me parece que es justamente el inicio de un proceso de reconocimiento de esos sentires y emociones, verdaderos y legítimos, que convergen no solo en la víctima, sino que proporcionan un momento de conexión humana en que puedo reconocerme, a través de esa persona que es tan igual a mí y que lo único que nos diferencia es el espacio en el tiempo en que uno tarde en ser víctima de cualquier delito.

Sentir no está relacionado con perder objetividad y dejar de “ser institucional”, honestamente esas teorías, códigos, reglas, etc. que justifican la neutralidad me parecen verdaderamente terribles porque esconden practicas inhumanas y actos que degradan la condición humana, son sin más, disposiciones de discriminación y violencia que lo único que jerarquizan es el poder y la re-victimización, así como el desaliento y la de por si agotada capacidad para defenderse por derecho.

Es impresionante como aquellas personas que forman parte, del que yo llamo, sistema de acceso a la justicia, se han ido transformando en esas grises figuras, alejadas de la naturaleza, de sentimientos, de comprensión hasta el hartazgo y agotamiento que implica escuchar, creer y aceptar la realidad de la brutalidad que ocasionan las personas que violentan y que bajo la impunidad y la protección del estado que de alguna manera sostiene en la medida en que no comprende ni siente a la víctima y que no ejecuta acción penal en contra de los agresores que de manera impune continúan con sus vidas con ese vacío que provoca el despojo de algo tan personal tan propio como es la vida de una mujer o la posesión del cuerpo de las mujeres tan solo por disfrute del poder.

En verdad que agota y deshumaniza la violencia, porque tampoco los/as prestadores/as de servicios de atención de ese sistema de acceso a la justicia cuentan con un espacio digno, también acallan sus necesidades humanas y con ello sus sentires como por ejemplo: sentirse reconocido/a o poder expresar que no pueden con ese caso, o reconocer que hay cierta impotencia en la incredulidad qua narra la víctima cuando ha sido anulada hasta ser un puñado de miedos enredados en su alma y pensamiento que le impiden defenderse, tampoco hay descansos emocionales ni contenciones en los programas de quienes atienden la violencia, es como mucha veces señalamos convertirse en parte de esa instancia gris sin vida y hasta en mofa parte del inventario.

La violencia seca la sensibilidad, convierte el miedo en un arma de deshumanización para seguir insensibles para que luego se le tenga que pedir a la víctima que traiga testigos de la violencia aunque esta ocurra sin la presencia de otras personas o bien que tengan que demostrar que realmente ella o ellas no provocaron la agresión con su cuerpo o vestimenta o su comportamiento inmoral, no creer en las mujeres no solo denota que esas características que se nos asignan como seres llenos de sensibilidad, indefensión, pasividad, amor, entre otras no operan a la hora de pedir justicia, es decir esas diferencias sexuales y de género, nos castigan y nos convierten así naturalmente en culpables por el simple hecho de ser mujeres.

Entonces tenemos un sistema de acceso a la justicia deshumanizado, insensible e injusto, en el cual paradójicamente trabajan seres sensibles, preocupados y ocupados no solo por conservar su trabajo sino por atender sin sentir y con ello sin escuchar a las víctimas que requieren que la reparación del daño estreche sentimientos y emociones que necesitan ser expuestos para poder sanar y para poder exigir justicia, así de simple y de complejo.

El reto es monumental, la Alerta de Violencia de Género no versa sobre la imperiosa necesidad de humanización desde y para, por lo que considero que son esos pequeños resquicios tan significativos pero tan invisibles son los que hay que poner en la mesa de trabajo, para ir tratando de desmontar la violencia que enfrentan no solo las mujeres sino la sociedad en su conjunto.