• Por Pablo Miranda 

Guadalajara, Jalisco. 18 de septiembre de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- Sobre el ring de la Arena Coliseo la pelea se prolonga entre llaves y piruetas; en la última caída, tres golpes a la lona marcan el fin del encuentro y rudos y técnicos abandonan el cuadrilátero. A las orillas de la metrópoli, en otras arenas menos profesionales, el ritual se repite, y aunque las condiciones son más improvisadas, el reconocimiento es el motor para salir a buscar el aplauso del público que va a la lucha libre.

Las llamadas arenas chicas de lucha libre, que emergen entre bajos presupuestos, llamaron la atención de Humberto Hernández Ramírez, quien, basado en su experiencia con el estudio de este deporte, decidió investigar cómo los luchadores crecen como sujetos sociales a partir de la identidad colectiva que ofrece este oficio.

“Estoy estudiando cómo los luchadores se construyen como sujetos sociales a partir de su pertenencia o adhesión a una identidad colectiva, es decir, el oficio como articulador de una identidad colectiva”, señala este estudiante del doctorado en ciencias sociales en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Occidente.

Pasión sin recompensa

Humberto Hernández, quien también es aficionado a la lucha libre, explica que este deporte tiene presencia a través de dos tipos de escenarios: aquellos que cuentan con la infraestructura necesaria y que ya manejan el espectáculo de forma profesional, y otros más que practican este deporte en la precariedad, motivados por el reconocimiento del público.

Las arenas chicas suelen ser espacios de práctica de lucha libre en las colonias populares y en las orillas de las ciudades y no cuentan con un sistema consolidado detrás que garantice su rentabilidad, ni un sueldo estable para quienes la practican como oficio, por lo que el investigador busca conocer cuáles son las razones para que continúen con la profesión pese a no haber recompensa económica.

“Como resultado del deterioro del oficio de luchador, que viene como una problemática desde los noventa, este circuito de arenas chicas perdió viabilidad económica y es un movimiento que no está articulado por el dinero, sino por la circulación de satisfactores de naturaleza simbólica”.

El doctorando menciona que la identidad colectiva es una forma de acción que se sustenta en el reconocimiento mutuo y en una base común de experiencia, y señala que en las sociedades tradicionales las adhesiones sociales proporcionaban a los sujetos un sentido de pertenencia, esquemas orientativos y certezas axiológicas, pero en las sociedades contemporáneas estas certezas han desaparecido.

Y enfatiza que son las actividades al margen de la racionalidad económica las que desafían la organización del mundo social en torno a la economía, lo que impulsa al sujeto a formar y construir lazos identitarios que le proporcionen un sentido de pertenencia y le doten de certezas axiológicas.

Explorando las arenas

Antes de involucrarse en el tema, Humberto Hernández identificó los puntos emergentes donde se practica lucha libre en Guadalajara. Como parte de esta investigación, el científico social se involucró en el movimiento de la lucha libre, observando entrenamientos y funciones, o realizando entrevistas a los atletas y sus entrenadores, e incluso sobre el cuadrilátero.

“Ellos trataron de que yo aprendiera lo que significa ser luchador, precisamente querían que luchara, y aunque no puedo hacer trabajo físico, fui réferi. Fue una inmersión fenomenológica en el campo; si me preguntaba qué se sentiría estar arriba del ring, la mejor forma de saberlo era estar arriba, la mejor manera era experimentando, y eso fue lo que hice”.

Estas experiencias ayudaron a que el investigador conociera un poco más sobre las estructuras simbólicas que organizan el quehacer colectivo en este oficio; además, gracias al contacto con los atletas, Humberto Hernández conoció de cerca cómo el entrenador es una figura importante para estos profesionales del ring, con quien se fortalece una relación fraternal, llegando a convertirse en un referente paternal.

Dentro de este contexto, el investigador también descubrió que el luchador crea a su personaje con base en las experiencias sobre el ring, pues determina su personalidad (rudo o técnico) luego de interactuar con el público y observar las reacciones.

Equidad en el ring

Por otra parte, Humberto Hernández asegura que aunque en menor número, también hay mujeres que practican lucha libre en estos escenarios, donde no hay rastro de discriminación o machismo, pues entrenan bajo un esquema que no privilegia a hombres sobre mujeres o viceversa.

“Hay un universo simbólico que articula la ejecución del oficio; ser luchador no es solo entender las técnicas éticas o interpretativas del oficio, sino también interiorizar el universo simbólico, es decir, convertirse en un tipo de persona que solo se pueden entender en relación con sus pares”.

Fértil opción de estudio

El investigador señala que existen pocos estudios antropológicos que se enfoquen en la lucha libre, por lo que decidió llevar a la academia este deporte, una afición que mantiene desde su infancia y la que, con trabajo previo, ha logrado posicionar en la escena de la investigación.

Humberto Hernández Ramírez menciona que el estudio del deporte desde una visión antropológica ha sido poco abordado, pero representa un campo fértil para realizar investigaciones que no solo se centren en la lucha libre o el futbol, sino que prácticamente cualquier deporte puede aportar conocimiento respecto a la vida social y al comportamiento humano.

“Este campo ha crecido mucho en los últimos 20 años; se percibe el deporte como un reflejo de las sociedades que lo practican, de su manera de entender e interpretar el mundo, de sus tensiones sociales. Es una vía de acceso al análisis y comprensión de las sociedades contemporáneas, y este enfoque ha resultado muy enriquecedor.