HUACHICOL: BREVES LECCIONES DE CIVISMO

¿Qué podemos aprender de esta crisis?

BIOECONOMUNDO por Rodrigo Diez de Sollano

Twitter: @DeSollano

Al ver algunos de los videos en los que se pueden observar grupos numerosos de personas extrayendo combustible en bidones desde un ducto supuestamente de PEMEX, tal parece que nos encontramos en una fiesta popular, en plena “celebración”  del robo de los bienes de la nación.

En los videos aparecen todo tipo de vehículos improvisados como transportes de combustible, sin tomar en cuenta los riesgos para la propia vida de los ladrones de combustible y para las personas que los rodean. Y por supuesto no consideran importante el daño al medio ambiente por los derrames de combustibles y/o por los incendios y explosiones.

Las acciones y estrategias puestas en práctica por el gobierno federal para detener los robos, tanto en gran escala dentro de las instalaciones de PEMEX causados por personal que controla los envíos de combustibles, como de pequeña escala a lo largo de los oleoductos; dichas acciones han provocado el rechazo de muchas personas porque originan el lento abastecimiento de combustibles, pero al mismo tiempo han generado apoyo de muchas(os) ciudadanas(os) comunes que están hartos de la corrupción. Por ejemplo: al mismo tiempo vemos compras de pánico que actitudes de auto-organización para formar las filas para comprar cantidades limitadas de gasolina. También vemos personas cediendo el turno en la fila a los vehículos de servicios de emergencia o a pequeños comerciantes que transportan mercancía perecedera.

México como país y c/u de los mexicanos somos responsables en menor o mayor grado de haber dejado crecer el cáncer de la corrupción y de su gemela la impunidad en muchas áreas de las actividades humanas, pero en este caso concreto en el sistema de producción, refinación, transporte, distribución y venta al menudeo de combustibles. En este momento el gobierno federal está atacando el extremo de la comercialización en la cadena de valor, pero falta descubrir la corrupción en el otro extremo, en las concesiones para exploración, explotación de pozos submarinos, uso de plataformas de extracción, etc. para saber a quienes se les concesionó y bajo que condiciones.

Estamos tan acostumbrados a la corrupción (la “hemos normalizado”) que cuando alguien tiene la osadía de romper “la normalidad” al perseguir el robo de combustibles, nos causa molestias, nos saca de nuestra zona de confort y en tal caso preferimos mejor criticar la estrategia que apoyar las acciones contra el robo y las quejas son por la “falta de planeación” solicitando al mismo tiempo información que pondría en riesgo la eficacia de las acciones judiciales y el “debido proceso”.

Desde luego que hace falta mejorar la comunicación a la ciudadanía acerca de las acciones y estrategias del gobierno federal, pero de esto a suspender la persecución de los ladrones de combustible, ¡hay una distancia enorme! Una de las cosas que podemos aprender como ciudadanos es poner en primer lugar el bien común y después nuestra comodidad y zona de confort.

Entre otras cosas, esta crisis ha puesto de manifiesto que le hemos dado prioridad al automóvil particular sin considerar otras alternativas que van desde el transporte público, los taxis y vehículos tipo Uber, hasta el automóvil compartido, el uso de las bicicletas públicas y desde luego, ¡caminar!

También ha servido para popularizar la idea de sustituir los vehículos de gasolina o diésel por otros con motores eléctricos e incluso con electricidad generada por energía solar, que ya aparecen en el mercado.

Es indispensable reforzar la educación cívica para formar valores desde la edad escolar y contribuir a que esos niños y jóvenes no se conviertan en aves de rapiña cada vez que se presente la oportunidad.

Finalmente, para la administración federal es muy importante valorar el poder de los involucrados en el negocio del huachicol, porque los enemigos están afuera y adentro del aparato gubernamental, y “con estos amigos, no necesitan enemigos”.

Huachicol