Lucero Circe López Riofrio, Directora de Humanas sin Violencia, A.C.

La misericordia es sentir compasión por el que sufre y ofrecerles ayuda, la cual puede tener diversos significados, así como críticas. La misericordia se siente o es exclusiva de los que profesan una religión o puede ser una cualidad humana que no tiene sexo, género y que no está estereotipada. Es decir, todas las personas pueden expresar la misericordia de diferentes formas, una reflexión pendiente, un cuestionamiento necesario cuando enfrentamos un escenario en donde la violencia gana terreno día a día.

Sin embargo, es importante cuestionar si la sociedad en su conjunto siente misericordia por las mujeres o no, y mucho más cuando han sido violentadas, qué pasa con las mujeres que son agredidas sexualmente o que son privadas de su libertad, voluntad y vida, ¿merecen misericordia? Y entonces por qué no la reciben. Las personas que las agreden, regularmente hombres, ¿sienten o no misericordia? entonces ellos no son personas porque no sienten misericordia y las mujeres no se les concede porque tampoco son personas o son objetos sin valor.

Qué lleva a una persona a realizar estos actos, de qué privilegios goza, porque entonces tienen que refugiarse en la doble moral, el chantaje, la corrupción, la impunidad, la amenaza, el ejercicio del poder.

Me pregunto si estás personas tendrán fe, serán escuchadas, a quién se encomiendan o si siempre se saldrán con la suya. Entonces dónde queda el consuelo de las personas que gritan justicia todos los días que se levantan, quién les puede regresar a su ser querido, cómo entender ese suplicio si siempre han sido buenas personas que jamás dañaron a alguien. Cómo se puede entender el bien y el mal.

Cómo es que llegamos a una guerra entre iguales cuando lo que persiste es la pobreza, la marginación y el desempleo o es que mejorar la calidad de vida implica acceder a ella violentamente a través del despojo, la incondicionalidad, las amenazas, imponiendo el caos y el desorden, alentando la pedagogía del miedo y del terror.

Tengo muchas preguntas y pocas respuestas, qué debemos cuestionar la fe o el ejercicio de la misma, juzgamos los actos o no, me parece inconcebible que haya personas y grupos que van destruyendo a su paso el derecho de todas las personas a vivir en paz y dignamente, que vayan despojando al que ya no tiene nada como al que nunca le han permitido tener algo, vendiendo promesas y alentando aspiraciones porque ya no hay nada que ofrecerle.

Merecen misericordia quienes se han enriquecido ilícitamente y van adeudando a sus gobernados hasta hacerlos que paguen más impuestos, encareciendo su calidad de vida. Volviéndose dueños de los recursos naturales, privatizando todo a su paso. ¿Misericordia? si llegan al punto de actuar como carroñeros donde ya no queda nada y esa nada es la que quieren. O se enviste de verdad para utilizar la mentira para decepcionar al que brindo su voto y confianza.

En este momento en que se respira una emoción y ansiedad ante la espera para muchas personas creyentes y no creyentes, la visita del nuncio apostólico –Francisco- reconocido por su liderazgo y su influencia reflexiva en diversos contextos resulta esperanzador para muchas personas. Sin embargo, paradójicamente hay quienes pelean un espacio de primera fila dentro de las instituciones públicas para recibir una especie de perdón a todos sus actos cualquiera que estos sean.

Mientras la pregunta que subyace es si habrá misericordia para las mujeres, ya que al no tener garantizados sus derechos por parte del Estado, tal vez esta puede ser una herramienta para garantizarlos. Considero que la secularización puede ser un mecanismo para hacerlos valer y exigirlos legal y socialmente.

Y es que es necesario garantizar los derechos humanos de todas las mujeres, ya que la misericordia no es un acto constante el cual todos y todas ejercemos y gozamos. Me refiero a las mujeres que fueron denunciadas y encarceladas por sus propios médicos por juzgar a criterio propio que no podían decidir sobre su reproducción o bien que las dejaron morir como una forma de castigo por su desafío; a los agresores que “levantaron” y desaparecieron a niñas y mujeres, condenando a sus familias a vivir en zozobra porque tal vez nunca regresen a su hogar.

Habrá consuelo para esos niños y niñas que quedaron huérfanos porque el papá, pareja, concubino, expareja que mato a la madre, a la mujer, a la pareja, a la esposa y que vive impunemente todos los días; este momento de fe será suficiente para generar una especie de remordimiento incontrolable que permitan que se entreguen a las autoridades aquellos que violentaron sexualmente a las niñas, niños, adolescentes y mujeres o que las acosan diariamente y perturban su derecho a la paz y a una vida sin violencia. Tendrán por fin las mujeres el derecho de poder gozar de una oportunidad de vida como lo es el acceso al aborto seguro para que no mueran. Tendrán misericordia por las 850 mujeres que asesinaron y que sus cuerpos exigen justicia.

La justicia, la paz, la esperanza, el consuelo, son razones válidas cuando la secularización de las instituciones políticas cumplen con su labor al garantizar los derechos humanos de las mujeres, su inclusión y reconocimiento, cuando no las marginan y discriminan, cuando hay el -todo para todas y todos- cuando el criterio no es a partir de lo que yo creo, sino cuando me rijo con estricto apego a la justicia y los derechos humanos. Cuando represento un gobierno que es capaz de no robar, no mentir, no encubrir los delitos, no despojar, sino que es capaz de asumir las consecuencias de estar del lado de su pueblo –de las mujeres- y que pone las bases para que esas razones sean los principios de un gobierno laico con una real igualdad sustantiva.