• El doctor Honoris Causa por el SUJ explica que la visita del Papa Francisco es importante para poner el foco sobre los problemas de México, pero también para que la iglesia nacional abra sus ojos al mundo.

En los últimos 30 años el número de católicos ha disminuido en el país. De 2000 a 2010 bajó de 88 a 83.9 por ciento, reconocía la Arquidiócesis de México en marzo de 2012, previo a la visita que realizó el Papa Benedicto XVI.

Con este antecedente y ante la visita del Papa Francisco, una de las primeras preguntas que se hace el historiador Alfonso Alfaro es: ¿cuál sería la cifra si Juan Pablo II y Benedicto XVI no hubieran realizado sus visitas pastorales?

Con éste son ya siete los viajes pastorales que han realizado los papas a México, de los cuales cinco fueron de Juan Pablo II y uno de Benedicto XVI.

Alfaro, historiador y académico del Departamento de Filosofía y Humanidades del ITESO, destaca que estas visitas “producen grandes movimientos en los afectos”.

Sin embargo, lo importante vendrá después, cuando la sociedad asimile lo ocurrido en estos días.

“Las visitas son concebidas como un fenómeno de evangelización, apostólico, y entonces, desde ese punto de vista, el balance se podrá hacer no el día que se vaya el Papa, sino tiempo después. No va a ser algo inmediato”.

Doctor Honoris Causa por el Sistema Universitario Jesuita (SUJ), Alfaro señala que hay que situar el papado de Francisco en el contexto que le ha tocado enfrentar, y explica: “Lo que los papas del siglo XX pudieron hacer, sus figuras, sus roles, han tenido que ver con el contexto mundial que les tocó”.

Al Papa Francisco le ha tocado reposicionar a la iglesia católica en el mundo con un matiz específico que, señala Alfaro, tiene que ver con la inclusión.

“La posición institucional de la iglesia respecto con las otras instituciones en temas como transparencia, corrupción, etcétera. Esa labor comenzó con Benedicto XVI y la reforma de la curia. A Francisco le toca continuar eso, pero hay algo totalmente nuevo y tiene que ver con la exclusión. La gran crisis financiera de 2007-2008, en la que seguimos inmersos y vamos a seguir un largo rato, ha provocado cambios económicos importantes a escala mundial que han generado un agudísimo desbalance social que se traduce en exclusión”.

Al hablar de los lugares que son escenarios para las apariciones del Papa en México, Alfaro se centra en Michoacán.

Para el académico, esta escala es relevante por tres razones: se reunirá con los representantes de la vida consagrada, siendo Michoacán, junto con Jalisco y la zona del Bajío, los lugares donde más sacerdotes se forman en el mundo; la gran influencia universitaria y de educación jesuita que tiene la entidad, en parte porque ahí estuvo el colegio de la Compañía de Jesús, donde Clavigero fue profesor, y la tercera razón, a su juicio la más importante, tiene que ver con la comunidad.

“Michoacán es el lugar de la comunidad indígena purépecha. Vasco de Quiroga la recupera, la transforma, la ilumina con los hospitales de indios, cofradías y hace comunidades cristianas, los inserta en la nueva población y la comunidad indígena, como célula viva, pasa casi intacta al sistema cristiano español nacional. Esta misma célula es recuperada en siglo XX por el Estado mexicano, gracias a Lázaro Cárdenas. Y esta célula es la que el narco ha atrapado”.

Alfonso Alfaro señala que si bien la visita servirá para poner la atención mundial en los problemas de México —la inseguridad, los pueblos indígenas, la exclusión— también debería ser ocasión para que los católicos del país se vuelvan receptivos a los problemas de los católicos del mundo.

“Así como exigimos que el mundo se interese por nuestros problemas, y qué bueno que así sea, es importante que nos involucremos con los problemas de la catolicidad universal”.

Para finalizar, Alfaro puntualiza que “el balance tendrá que venir en un año, o en unos meses después. Entonces valdrá la pena darle seguimiento a este episodio y ver qué pasó. Una visita como estas es como cuando cae una tormenta, un aluvión. ¿Qué pasa? Si hay presas, se puede retener y aprovechar esa agua. Si no las hay, se desperdicia”.