• INAH lamenta el fallecimiento de Otto Schöndube, imprescindible en el estudio de la arqueología del occidente mexicano
  • El arqueólogo tapatío impulsó la investigación sobre las culturas prehispánicas en Jalisco, Michoacán, Colima y Nayarit

Para Otto Schöndube Baumbach (1936–2020), la buena arqueología siempre fue “la que se hace con los pies, en el lugar de los hechos, viendo el espacio, intuyendo la vegetación y el clima, e imaginando la época que se estudia”; es una consigna que heredó del antropólogo español Pedro Armillas, y que desde sus años de juventud puso en práctica, junto con todo el caudal de conocimientos que le regalaron sus maestros de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), los pioneros de la arqueología mexicana.

Hoy, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) lamenta su fallecimiento, ocurrido la madrugada de este miércoles, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, y lo despide con profunda tristeza.

Schöndube fue arqueólogo y antropólogo; entró a la ENAH en los años 60, en la que él calificaba como la época dorada, “había maestros muy buenos”, algunos españoles llegados a América tras huir de la Guerra Civil, como José Luis Lorenzo, pionero de la prehistoria en México; o Pedro Armillas. Recordaba de manera especial a Wigberto Jiménez Moreno, filósofo, historiador y arqueólogo, “profesor extraordinario”, y a la genial Barbro Dahlgren.

El interés por la arqueología le nació a Otto a través de las historias que le contaba su abuelo materno, Rodolfo Baumbach, un alemán que llegó a Tabasco a principios del siglo XX, a quien trabajando en el campo de Jalisco le gustaba coleccionar lo que encontraba; una vez estando en Colima —“allá por los años 40”—, conoció a Isabelle Kelly, aquella dama norteamericana que, con pala y pico, estudió el occidente de México, en una época en que la arqueología no era para las mujeres.

Otto Schöndube 1

Foto cortesía INAH

El abuelo Baumbach, le narraba a su nieto Otto esa historia, sin darse cuenta que sembraba una semilla; curiosamente el tiempo maduró un arqueólogo, que hoy y siempre será imprescindible para el estudio de las culturas del occidente de México.

Otto Schöndube fue Profesor de Investigación Científica Emérito del INAH, orgullosamente tapatío de nacimiento, aunque sus orígenes fueron alemanes. Fue amante de la buena comida, de la lectura de novelas históricas y de detectives y, por supuesto, del futbol. En Otto se cumplía la premisa de Picasso: “lleva mucho tiempo llegar a ser joven”, porque a sus 84 años disfrutaba de la vida con la energía y el gusto de los veinte.

Vio nacer el Museo Nacional de Antropología, y participó en el traslado de las colecciones del antiguo Museo Nacional, de la calle de Moneda a Paseo de la Reforma. En esas tareas tuvo la oportunidad de convivir y trabajar al lado de grandes de la arqueología mexicana, como Alfonso Caso, Alberto Ruz, Román Piña Chan, con quien luego trabajó como encargado de la Sección de Occidente, en el nuevo museo de Chapultepec.

Pese haber trabajado en sitios grandiosos como Chichén Itzá, con Román Piña Chan, cuando exploró el cenote sagrado, o en el monumental Teotihuacan, no olvidó el valor del patrimonio de la región de occidente, donde echó sus raíces.

 “Me gusta defender el patrimonio cultural que hay en el occidente de México, aunque no se trate de monumentos grandiosos como los mayas o teotihuacanos, porque el que no sean enormes no quiere decir que no tengan valor patrimonial”, decía.

Su gran aportación a la arqueología mexicana fue colocar a esta región en el mapa y formar generaciones de arqueólogos enfocados a su estudio. También fue curador de la Sala de Arqueología del Museo Regional de Guadalajara.

Entre sus publicaciones más reconocidas destacan: La evolución cultural del occidente de México (1973), Arqueología de la Cuenca de Sayula y El sitio de La Peña, transformaciones socio-culturales en la región de Sayula. Algunas de sus principales investigaciones fueron las realizadas en esa cuenca de Jalisco, mediante un trabajo tripartita entre el INAH, la Universidad de Guadalajara y el grupo francés Orstom, cuyos resultados son referencia para los estudios de occidente.

Especialistas, como Catherine Liot, de la Universidad de Guadalajara, han dado continuidad a esos estudios, en uno de los sitios arqueológicos de la región llamado La Picota, como parte del Proyecto Arqueológico de la Cuenca de Sayula, el cual coordinó el propio Schöndube.

El área abarca cerca de 200 kilómetros cuadrados, donde —a través de investigaciones realizadas desde 1990— se detectaron, por lo menos, 200 sitios arqueológicos, cinco de los cuales parecen haber sido importantes centros políticos y religiosos

Maestro en antropología, especializado en arqueología por la ENAH, México, se hizo acreedor al Premio Jalisco, en la categoría de Ciencias, así como a las preseas Ciudad de Guadalajara, Sarquís y Legión del Honor (México); en 2011, recibió un homenaje en ArpaFIL, reservado a personalidades del mundo del arte, la arquitectura y el patrimonio, el cual se concede desde 1995, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).

En esa ocasión, Otto Schöndube transitó entre aplausos el auditorio principal del encuentro editorial más importante de habla hispana, cuya edición estuvo dedicada a la memoria de Juan Rulfo. El homenaje fue por su contribución a la conservación de la arquitectura prehispánica.

Hoy, el INAH lo despide con profunda tristeza y un eterno agradecimiento por todas sus contribuciones a la arqueología del occidente de México, las cuales no reflejan más que el gran amor que le tuvo a su tierra.

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