EL QUE QUIERA LEER QUE LEA: Por Abelardo Navarrete Rincón

De pronto sin darme cuenta estaba sumergido en un remolino de situaciones laborales que me hicieron crecer, pero aprendes de una manera distinta que la esclavitud que los hombres de color vivieron en Estados Unidos, hasta la segunda mitad de 1800 no se abolió por completo, solo cambio de nombre en algunos lugares convirtiéndose en jornadas de trabajo que los mexicanos debía vivir para obtener algunos dólares que enviar a sus familias.

Fue en la década de 1940 cuando miles de mexicanos, fueron llevados a los campos “gringos” para pizcar y cosechar, ganando una cantidad económica que les era entregada en efectivo y otra mas que era depositada en un fideicomiso que se entregaría al gobierno mexicano para que a su regreso les fuera otorgado como una especie de seguro y agradecimiento por el servicio brindado mientras esa nación se encontraba en guerra.

Todavía en esta época son algunos de los ex braceros que viven o sus familias quienes están peleando que el gobierno les regrese el dinero que les pertenece que ahora no rebasa los 40 mil pesos, que les han estado entregando en abonos, que de poco sirven si se invierten en medicamentos y cuidados para quienes pudiendo estar en plenitud de la tercera edad, tienen muchas dificultades para salir adelante.

¿Porque inicie mi relato de esa manera? Porque en la actualidad sigue habiendo empresas que llevan a la esclavitud a los empleados, quienes laboran desde las 6 de la mañana o antes para regresar a casa a las 10 y 11 de la noche y descansar con sus familias por un salario miserable que no cubre las necesidades básicas para sobrevivir, hablado en primera persona, supongo que se genera la sensación imaginaria de poder vivir algo parecido a eso.

La problemática actual, no presenta un escenario muy diferente, ya que existe una disparidad importante entre quienes son dueños de las empresas y quienes hacen las labores que llevan a la empresa al éxito, sin que haya mayor reconocimiento para quienes hacen el verdadero trabajo, generándose un abismo que diferencia a la clase obrera de los de mayor rango.

Casos como éste se viven muy cerca de la ciudad donde habito, pues vienen personas del sur del país a trabajar en jornadas de sol a sol, en las que pagan por cubeta llena de chiles, cebollas o algún otro producto del campo, pero les descuentan el uso de la cubeta, el uso del cuarto y colchoneta en que duermen, el transporte en que los llevan del cuarto hacia la parcela, todo a ojos vistos sin que cualquier persona levante la voz por hacer que esto cambie y se busque que las cosas sean diferentes y se parezca menos a una nueva esclavitud.

Algunos hombres y mujeres han imaginado un mundo diferente, como aquel que imaginaba al mundo sin religión, sin países, con todos viviendo de la mano con fraternidad…

Al abrir los ojos, me doy cuenta que solo se trata de un mundo imaginario e inexistente, pues la realidad es distinta, se debe luchar cada día por obtener una ganancia en un trabajo que no es el mejor, pero es el que me da dinero para vivir, luego entonces me detengo sobre mis pasos, miro hacia atrás para preguntarme a mí mismo ¿Cuándo deje de perseguir mi sueño para dedicarme solamente a trabajar sin vivir de verdad haciendo lo que me apasiona?

Y a ti amable y apreciable lector, ¿Te ha pasado alguna vez, que mirándote al espejo descubres a una persona completamente diferente a la que habías imaginado que serías hace 5 años? ¿Qué hiciste o dejaste de hacer para contribuir a que eso pasara, permitiéndote abandonar eso que anhelabas y que ahora es solo un supuesto imaginario?

La próxima vez que veas ese espejo, contéstate, si es que encuentras alguna respuesta y libérate, para entonces comenzar a vivir de verdad.

¡Hasta la próxima!