• Por Lourdes Beltrán. Corresponsal

Monterrey, N.L. 14 de mayo de 2019 (Notimex).- Su gusto por ser uno de muchos maestros comenzó hace más de 40 años y desde entonces son muchos los cambios que enfrenta a diario, como la desvaloración de su profesión, la falta de apoyo de los padres de familia en el proceso educativo y una gran apatía de los estudiantes.

“Me gustaba más antes”, expresó la maestra Elizabeth Salinas Guevara, al recordar la época de sus inicios como docente, allá por 1977, cuando todavía se tenía en alta estima el trabajo de un profesor, cuando era respetado por los alumnos y los padres de familia.

En entrevista con Notimex, consideró que ahora, las autoridades educativas le han otorgado mucho poder a los padres de familia, “se les otorga toda la razón” y luego se pretende que el maestro, “haga milagros para que el muchacho aprenda” o los responsabilizan con “si mi hijo no aprendió, fue por culpa de los maestros”.

Hasta 1990, mencionó, “de un grupo de 35 alumnos tenía cinco que había que apurarlos, la mayoría eran excelentes, pero ahora las cosas han cambiado mucho,  son cinco los excelentes y el resto llegan al salón de clases como si fueran a una junta social, platican mucho”.

Maestra de matemáticas en la Escuela Secundaria número 5 “Profesor Nicéforo Ramón Estrada Pelayo” de la colonia Villas del Poniente, en el municipio de García, resaltó que el uso de la tecnología mal aplicada, está generando muchas distracciones en los alumnos.

Manifestó que “ahora los papás trabajan demasiado y los descuidan mucho”, por lo cual, hay estudiantes que en el turno matutino, “llegan a dormir al salón de clases pues se pasan la noche utilizando sus teléfonos y navegando en las redes sociales”.

La situación es tan difícil, que es alto el índice de estudiantes con bajo promedio, a los cuales tienen que poner nuevos trabajos para que aprueben la materia, pero con pocos resultados y nula disposición de los mismos.

“Lo que es motivante son esos muchachitos contados, que con el apoyo de los papás, obtienen buenas calificaciones”, expresa, con esa satisfacción de ver completo su trabajo.

“Se trata de matemáticas en tercer grado y el mismo programa se ve hasta el tercer semestre de preparatoria, por lo que es un aliciente ver que mis alumnos llevan buenas bases, esa es la parte que me anima”, dijo.

Madre de cuatro hijos, ha sembrado el gusto por la docencia en dos de sus hijas, una de las cuales es inspectora en la zona del municipio de Galeana, al sur de la entidad y otra más, maestra de preescolar; mientras que otro de sus hijos sin ser maestro de profesión, es capacitador en su área de trabajo.

La maestra Betty, quien se ha preparado profesionalmente hasta obtener una maestría y doctorado, añora los tiempos en que el trabajo de la educación era conjunto, donde no había distracciones y había una mayor vigilancia de los padres de familia.

Enfatizó que en la actualidad existe una falta de valores entre los jóvenes, “yo todavía trabajo en una escuela donde hay respeto, pero si hay compañeros que trabajan en zonas populares, donde los chicos llegan como quieren a la hora que quieren”.

Refirió que hace años trabajó en una escuela de muy bajo nivel socioeconómico, donde “daba tristeza porque los niños llegaban de trabajar con llagas en las manos” y es aquí donde el maestro emprende otra lucha, la de motivarlos a salir adelante, a superarse.

En la zona rural, dijo, la imagen del maestro es más apreciada , los niños son más respetuosos, lo cual se traduce en mejor aprendizaje, subraya la maestra de primaria y que ahora sigue en secundaria.

Cuando hay una mejor imagen de su trabajo se traduce en un mejor aprendizaje, expresó, “pero que nos dejen trabajar, en ocasiones uno siente como si fuera a cuidar a los estudiantes” y eso dificulta más su labor.

Consideró que “la imagen del maestro se ha devaluado mucho, por los medios informativos, por la misma Secretaría, pero no somos el único gremio, pero por uno lo llevamos todos”, al remarcar que es falsa la imagen de un docente que no trabaja y tiene bien salario.

La profesional expuso la necesidad de que en las escuelas se cuente “con un gabinete médico integrado por psicólogos y maestros en educación especial”, pues tienen que incluir en sus grupos a menores con capacidades diferentes, sin que se les imparta un taller especial para ello.

Eso sin contar que “cuando entran nuevos planes o cambios en la materia, “no hay un apoyo, cuando nos mandan llamar solo nos informan, no hay una orientación y uno como maestra tiene que buscar la estrategia como implementar las nuevas medidas”.

Nuestro horario de trabajo se extiende a nuestro hogar, a donde llegamos con la revisión de exámenes o planeación de clases, dice, al añadir la labor social que muchos docentes hacen, a favor de menores que asisten a escuelas con grandes necesidades.

La labor de muchos maestros, enfatizó, se extiende en apoyo a estudiantes de zonas marginadas, a donde llevan apoyos con el único gusto de ver a un menor mayor protegido, con su sonrisa en su rostro y la seguridad de que tendrá más gusto por estudiar.