Por Brenda Orozco

“La preocupación de cómo conectarse con la gente, cercana y lejana, se ha convertido en una necesidad cotidiana. Pensar y hablar en fragmentos de diálogo es ahora nuestro destino”.

John Durham Peters

 

Recordarán con nostalgia ese pequeño sonido que correspondía al zumbido y las notas que indicaban que ese “alguien” se conectaba al MSN Messenger, poniéndolos nerviosos y fingiendo desconectarse para casualmente hacerse notar al conectarse. Poco a poco, este mensajero desapareció, cediendo su lugar a los actuales Whatsapp, Telegram, Hangout, Snapchat, Facebook Messenger y de manera más limitada los DM (mensajes directos) e Inbox.

A pesar de las múltiples advertencias de seguridad, Whatsapp sigue siendo la app más usada en México para chatear. Incluso, se ha vuelto muy común la creación de grupos, que se generan por empatía, trabajo, intereses comunes, conspiración o por obligación. Cuando está muy bien definido su objeto, estas conversaciones múltiples suelen ser sumamente útiles, pero por el contrario, también pueden generar distracción o en algunos casos confusión (entre tantos grupos, ha pasado que mandas la foto del Santa Claus sexy al chat familiar donde participa la abuela)

Con la comodidad de comunicar a muchos una sola idea, lamentablemente nos enfrentamos a un vicio: hablar en partes. La ruptura en la conversación se ha vuelto tan habitual como extraña. Al cambiar de ventana, de contacto, de pantalla, encontramos fragmentos de diálogo que no se conectan por completo entre ellos. Si bien la conversación cara a cara tiene vacíos, cuando estamos en una conversación múltiple, lo que pensábamos escribir se limita a esperar que desaparezcan esa intrigante palabra “Escribiendo…”

Sumemos esto a que cada persona, cada sujeto lector, lee con su propia entonación el contenido de los mensajes, traduciendo lo escrito de acuerdo al estado de ánimo. Ya poniéndonos en el papel de la tía abuela anti-tecnología, realmente no sabemos si la persona con quien interactuamos es en realidad quien dice ser o si interpreta un personaje. William James, médico estadounidense, hizo notar que “cuando no podemos conocer el original, lo idóneo es tomar la mejor imagen que podamos.” Efectivamente ante los vacíos preferimos imaginar, idealizar o denostar al o los interlocutores.

Y en estos tiempos modernos donde la inmediatez es la reina, las pausas que toman demasiado son asumidas como una ofensa. Por algo se armó la revolución con la llegada de las famosas palomitas azules que delataban a quién lee los mensajes. No hay mayor pecado en cualquier mensajero que el “visto” (De ahí la expresión de “me dejaste en visto”, como los Reyes Magos con tu carta o Silvano Aureoles con tu petición de no reemplacamiento)

A manera de conclusión, puedo resaltar la gran utilidad de los chats en grupo y como ahorran tiempo y recursos financieros a través de los mensajes colectivos; en general, son sinónimo de entretenimiento, eficiencia y cooperación. Lúdicos, escolares o laborales, representan una oportunidad de comunicación extraordinaria, siempre y cuando no se abuse de ellos, se escriba por partes o suenen a las 2:00 am. (Saben que se pueden silenciar ¿no?)

Postdata

Como regla de NETiqueta, en cualquier aplicación, por favor si mandan un mensaje que sea con una idea completa y no por palabra ¡pero por favor! No más “dings” innecesarios. Y olviden las cadenas. Desde 2001 estoy pagando por un correo que nunca reenvié por Hotmail.