SECTOR PRIMARIO, por Francisco Mayorga Campos*

He sido testigo de una revolución agrícola por más de 20 años. Me refiero a la revolución de la producción de berries en distintas partes del estado de Jalisco y Michoacán.

Paulatinamente, la tierra que alguna vez estuvo dedicada a producir maíz o sorgo, o quizá estuvo ociosa, se ha venido transformando hasta tecnificarse con genética e invernaderos de última generación, importando las mejores prácticas agrícolas de los países de primer mundo como España o Estados Unidos.

He sido testigo también de la cantidad de personas que han obtenido un trabajo bien remunerado y que se han vuelto expertas para la cosecha de las berries tras décadas de esfuerzo, capacitación y mejora continua.

Es evidente también, para quien conozca las prácticas agrícolas de las empresas productoras de berries su afán por ir avanzando paulatinamente hacia la búsqueda de insumos más amigables con el medio ambiente, a prácticas de menor invasión de suelos y a plantas más resistentes a las plagas y que requieran menos químicos.

Todo esto se ha traducido, por decirlo en una palabra, en bonanza para varios actores que han estado participando en este ecosistema de las berries.

Sin embargo, la moneda de las berries tiene otra cara triste de la que también hemos sido testigos quienes trabajamos en el campo y vivimos en las poblaciones en donde ocurre esta actividad.

Esta cara se compone de una destrucción del tejido social, de descomposición de los núcleos familiares (al estar ausente el padre o la madre por varias horas al día), de pandillas de niños pequeños abandonados que comienzan a consumir drogas a muy temprana edad, de aumento en la actividad delictiva por parte de personas que viendo tal bonanza aprovechan para extorsionar y sacar partida de la situación, de trata de jornaleros que vienen de los estados del sur y al llegar como forasteros chocan con las costumbres locales y causan conflictos que escalan hasta la violencia, de problemas de salud por la aplicación indiscriminada de agentes tóxicos.

La lista puede continuar pero ese no es el punto. El punto es buscar una solución a una realidad que nos apremia, a una correcta gestión de los recursos que sea incluyente en todos los ámbitos, que sea sustentable a y participativa, que permita a la sociedad crecer en todos los ámbitos. Esta realidad, con todos sus problemas no es exclusiva de los que trabajan directamente en las berries, ni del gobierno, ni de la sociedad civil. Es de todos.

Como soluciones en distintos ejes sugiero.

  • Ser más estricto en el control de las aplicaciones de productos de origen químico. P. Ej. Bromuro de metilo.
  • No contratar personas que habiten en un radio de más de 50km de las tierras, pues se pierde mucho tiempo en los traslados que bien puede usarse para la convivencia familiar.
  • El gobierno debe de proveer servicios sociales suplementarios  como guarderías y adecuados sistemas de salud.
  • Ser más estricto en el uso de suelo. Vemos que hay actividad productiva en zonas meramente residenciales. Aquí deberían de dejar un amplio margen de seguridad para que los centros urbanos estén alejados de la exposición a los residuos químicos.

Si bien son solo algunas propuestas, la gama de posibilidades de mejora de gestión del cultivo de las moras (y diría de cualquier otro cultivo)  debe incluir la participación de todos las partes de la sociedad. El suelo y el trabajo de la gente ha dado mucho a ganar a muchas empresas, es hora que ellas retribuyan y asuman más responsabilidad si realmente se dicen ser socialmente responsables.

Francisco Mayorga Campos Twitter @fmayorga00

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