Por Lucero Circe López Riofrío

A mi padre, que a un año de su muerte me enseño que ser mujer era ser libre y luchar por lo que quería…

 

La lucha por los derechos humanos de las mujeres ha sido una acción permanente y constante por varios siglos y se sostiene porque aún todavía las mujeres no somos autónomas y libres, razones por las cuales no hemos podido emanciparnos. El 8 de marzo “Día Internacional de la Mujer”, fecha emblemática de esta lucha que tiene sus orígenes en la defensa de los derechos laborales y del derecho al sufragio de las mujeres, centrándose en el reconocimiento de la ciudadanía y con ello lograr el acceso universal a nuestros derechos, lo cuales de paso les recuerdo que son intransferibles,  inalienables e irrenunciables.

Sin embargo, estamos aún lejos de lograr que se respete nuestra autonomía y libertad, lo cual es visto como una amenaza, un desafío, un rompimiento al orden de las cosas, por eso los feminicidios para recordarnos que no somos nada, a ese orden que opera de manera constante y que también se renueva conforme las mujeres vamos legitimando nuestros derechos, ejerciéndolos y exigiéndolos para que podamos hacerlo sin tutelaje, sin subordinación, violencia y discriminación.

Y es que este Día Internacional de la Mujer, lejos de ser una conmemoración reflexiva, documental y aleccionadora sobre los derechos humanos de las mujeres, la cual este orientada a posicionar a la diversidad de mujeres que han trasgredido paradigmas, a las que con sus conocimientos aportan importantes avances a la ciencia y la tecnología; a las que con su rebeldía han logrado la libertad de otras mujeres que estaban encarceladas; a las que con su insubordinación están ejerciendo su derecho al voto y que abrieron la puerta a otras mujeres para ocupar cargos públicos; a las que han defendido con su cuerpo su derecho al placer y al control de su sexualidad y reproducción; a las que valientemente rompieron con la heteronormatividad y expresaron con amor a través de besos su amor por las parejas del mismo sexo y que llegaron hasta el reconocimiento público e institucional de su unión civil; a las mujeres que lucharon por su derecho al divorcio y que con ello rompieron el yugo del matrimonio; a esas mujeres que decidieron no ser mártires y cogieron las armas para defender sus cuerpos, sus tierras, su familia; a las que rompieron con el estereotipo de que las mujeres deben ser femeninas, recatadas, casaderas, buenas madres de familia y que eligieron no ser madres y que se aceptan como son, que se resisten firmemente a subordinarse a los supuestos cánones de la belleza; a las que tomaron los libros y la educación como una defensa de la libertad; a las que no se sometieron a la fidelidad y aman libremente; a las mujeres que huyeron de la violencia, que dejaron todo y volvieron a comenzar; a las que nunca han “necesitado” de un hombre para sostener a sus familias; a las que escriben como una acto de rebeldía; a las que aportan todos los días con sus acciones para que ninguna mujer sea violentada, subordinada y discriminada; a aquellas mujeres que trabajan y aportan al sostenimiento de sus familias y que han hecho de su relación de pareja una democracia.

Desafortunadamente todavía no se entiende que significa esta fecha, y entonces se nos felicita por ser mujeres, más no se alcanza a comprender que somos más que eso, ya que también somos ciudadanas y sujetas con derechos. Y es que ser mujer todavía se sigue asociando a ser madre como un destino que no puede modificarse y que es irrenunciable, del cual se derivan muchas creencias y hasta se desarrollan teorías que aluden que las mujeres “somos neuróticas y que estamos incompletas si no somos madres”, llegando hasta la aplicación de castigos como negarse el derecho al aborto seguro, libre y voluntario o encarcelarlas por esta razón. No en balde antes del 8 de marzo “Día Internacional de la Mujer” los grupos conservadores y de extrema derecha institucionalizaron el “Día de la Familia” un fin de semana antes de esta fecha para recordarnos públicamente –colocando en el imaginario colectivo- que antes de ser mujeres libres y autónomas las mujeres son y se deben a la familia.

Por lo tanto, los festejos del día de la mujer, son como los del 10 de mayo, en los que se organizan bailes, se entregan flores, se hacen conferencias que muchas de ellas refuerzan y ensalzan la abnegación de las mujeres como si esa fuera una característica intrínseca del ser mujer, se destaca el sacrificio, se victimiza a las mujeres, se destaca y se honra el dolor de sus actos, se describen las desigualdades como medallas estoicas a la resistencia, pero el mensaje y el posicionamiento es no salirse de ese estereotipo que las ponen en riesgo y que tiene implicaciones en su cuerpo, en su economía, en su salud, en su autoestima.

También el 8 de marzo se entregan reconocimientos a diversas mujeres pero sin establecer cuáles son los criterios con los cuales se reconocen a esas mujeres, porque no se elige a la disidencia, a la que no salva a los pobres ni a los vulnerables sino aquellas mujeres que demandan, exigen y acompañan a otras mujeres, es decir a las que hacen sin ser protagonistas que dan, que brindan su trabajo, que aportan, que suman y que son voces incomodas para el gobierno y los poderes por su crítica contante y permanente.

Aún estamos lejos de acciones y programas que prioricen el derecho al descanso y al uso del tiempo libre, son pocas las tertulias, los eventos culturales con obras de teatro y cine gratuito que cuestionen la opresión y la violencia contra las mujeres, todavía no vemos acciones en los que las mujeres puedan acceder gratuitamente a gestiones jurídicas como: resoluciones de sus demandas a las pensiones alimenticias, al divorcio con la justa separación de bienes derivado del reconocimiento de su trabajo doméstico, al encarcelamiento del hombre agresor para que las mujeres puedan regresar a sus casas con la seguridad de que no se les va a sacar de ahí. O bien jornadas de salud sexual orientadas a la reapropiación del cuerpo, a como reconocer y alcanzar el orgasmo, a como ejercer el placer sin riesgo de embarazo, a como no contagiarse del virus del papiloma humano, como identificar sus áreas de placer en su cuerpo. Al reconocimiento y certificación de los conocimientos de las mujeres para enfrentar la vida cotidiana, al reconocimiento de esos saberes que forman parte del curriculum oculto. El acceso y mejoramiento de los servicios básicos, a la inauguración de comedores en los cuales las mujeres pueden acudir y comer tranquilamente y de manera sana; a la realización de bailes en donde las mujeres puedan relacionarse con los hombres de una manera libre y sin violencia, y porque no, encontrar pareja en caso de que no tengan.

Celebremos mujeres, quienes aun no pudiendo decir que quieren ser libres y todos los días al dormir sueñan con tenerla algún día, a todas ellas les digo algunas seguimos luchando para ya no soñar con ser libres.