• Por Mariángel Calderón

Ciudad de México, 2 de febrero de 2019 (Notimex).- La tradición de celebrar en México el Día de la Candelaria con tamales y ropajes para el Niño Dios tiene sus antecedentes en los pueblos indígenas, quienes en los primeros días de febrero celebraban a Tláloc, Dios del Agua, y a su hermana Chalchiuhtlicue, Diosa de la Lluvia.

En buena parte de territorio mexicano las celebraciones tienen precedentes prehispánicos y con su llegada a Mesoamérica, los españoles notaron que los pueblos originarios celebraban la fiesta de los tlaloques al inicio del ciclo agrícola.

Esta ceremonia ancestral coincidía con el Día de la Candelaria, que se celebra cada 2 de febrero del calendario católico y que conmemora la Purificación de la Virgen María y la presentación del Niño Jesús en el templo.

Algunos pueblos originarios bendicen este día las mazorcas que van a servir de semillas para la próxima temporada de siembra, en tanto que para algunos otros se trata de realizar labores de purificación.

De esta forma, se hacen rituales para conmemorar el fin de la cuarentena de María y la presentación de Jesús en el templo, hasta para las semillas del maíz, frijol, trigo y otros cereales que serán sembrados ese año, lo que incluye una bendición de las velas que serán usadas para que el alma de algún difunto tenga una luz que lo acompañe en su camino “al más allá”.

De acuerdo con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, el Día de la Candelaria coincide con las celebraciones a Tláloc y Chalchiuhtlicue, aunado a que existe un posible vínculo con la tradición de los compadres de Rosca de Reyes, es decir, las personas que encontraron al “niño” y que este día les toca pagar los tamales y el atole.

Dicha coincidencia en las fechas tiene que ver con la fiesta Huauhquiltamalqualiztli, que se realizaba a la mitad del decimoctavo y último mes del año Izcalli, cuando se comían tamales en cada casa de todos los pueblos, donde se convidaban unos a otros.

Así, en el Día de la Candelaria usualmente se celebra con tamales -“tamalli” en náhuatl-, alimento protagonista de la la festividad con la que se dan por terminadas las festividades decembrinas.

Este día es común que las personas recojan los nacimientos y decoraciones navideñas colocados en sus casas, pero también que lleven candelas o velas a bendecir, además de buscar previamente un padrino que “vista” al Niño Dios para presentarlo en el templo.

En esta fecha también se realiza el “levantamiento del niño” en ciudades y pueblos, que consiste en llevar imágenes del Niño Dios a bendecir a los templos, y en levantar y guardar las figurillas del nacimiento hasta el siguiente año.

En algunos lugares, como en Xochimilco, se realiza el cambio de Mayordomía, hay música de banda que acompañan la danza de los Chinelos, estudiantinas y cohetes.

En la actualidad es posible ver este sincretismo en casi todo el país, como en Coatetelco, Morelos, donde se acostumbra poner en los altares ofrendas de comida elaborada con pipián y tamales de “ceniza”, llamados tlaconextamalli.

Estos alimentos, una vez bendecidos, son repartidos entre los asistentes y una parte de esta ofrenda es llevada a un cerro cercano, donde la depositan en una cueva para pedir las lluvias; en esta ceremonia se acostumbra llevar a la Virgen de la Candelaria en procesión con música, cohetes y danzas.

El consumo del tamal, que en náhuatl significa envuelto cuidadoso, representa varios siglos de culturas indígenas diversas, plurales y con un significado cultural propio, lo que le ha permitido su permanencia en la gastronomía nacional.

De acuerdo con Fray Bernardino de Sahagún, en la Historia General de las Cosas de Nueva España, los tamales se ingerían durante diez festividades del anuario ritual del pueblo mexica.

En la actualidad, los nombres de los tamales son asignados según su contenido: de rajas con queso, de calabaza, de haba, de papa, de frijol, de mole, de chile, de dulce, o por su color, verdes y rojos, donde ya está implícita la salsa que contiene en su interior.

Los hay de frutas como piña, capulín, ciruela, chabacano, tejocote y pitahaya, pero también están los que se elaboran de charales o carpa, mientras que en época de lluvias los hongos son el ingrediente principal, pues sobriamente sazonados con ajo, cebolla y epazote, dan sabor al centro de la masa envuelta en hojas de maíz.