SECTOR PRIMARIO, por Francisco Mayorga Campos

Estamos muy acostumbrados a hacer a un lado nuestro plato de comida cuando nos sentimos satisfechos. A desperdiciar una tercera o hasta la mitad de nuestra cena, a decirle al niño que está bien que solo coma un poco y lo demás lo pasamos a tirar a la basura. Igual en los restaurantes, pastelerías, cafeterías, pero nos hemos preguntado alguna vez ¿Cuánto alimento se desecha?

A lo largo de la cadena de suministro del campo a la mesa, la realidad del desperdicio es la siguiente:

A la hora de cosechar, estiman los expertos que se desperdicia una tercera parte. Esto es porque es producto magullado o que no cumple con las especificaciones de tamaño o forma para el siguiente eslabón de la cadena. En gran medida son criterios visuales y no de propiedades nutricionales de la cosecha.

A la hora de trasladar el alimento (fruta o verdura) hacia el punto de venta para ponerlo a la vista del consumidor, se estima que se desechara igualmente una tercera parte. Esto, de nuevo, principalmente porque la comida “está fea”.

Para continuar nuestro recorrido por la cadena, cuando se cocinan dichos alimentos y se llevan en los platos a la mesa se estima que los comensales consumirán poco más de  2/3 partes de su comida. Lo demás se desecha.

En otros términos, haciendo la matemática: de 100 kg de limón que están en el árbol, únicamente se consumirán alrededor de 30. Lo demás es basura y es también contaminación si no se maneja Adecuadamente

El punto crítico es que en nuestro país hay casi 53 millones de pobres, 7 millones de los mismos en condiciones de extrema pobreza alimentaria. De esos 7 millones, casi la mitad son niños y adolescentes que quedan marcados de por vida por la desnutrición, es decir no podrán alcanzar su pleno potencial jamás por falta de comida.

Esta cifra es alarmante y desalentadora y no puede provocar más que la invitación a mover los excedentes de alimentos hacia los faltantes. La abundancia y el desperdicio hacia la escasez y urgencia. Para eso hay programas gubernamentales que no han servido de mucho, de hecho México, según la OCDE, es el único país en Latinoamérica que muestra una tendencia regresiva en materia de reducción de pobreza.

No obstante lo anterior, hay algunas luces en el horizonte y no son precisamente del gobierno, sino de los bancos de alimentos de México BAMX, una red de organismos que se dedican a re distribuir los excedentes y colocarlos atinadamente en familias en pobreza alimentaria. Estas instituciones verdaderamente están generando un cambio y alivio en la situación social, sin embargo su análisis amerita de otro espacio y tiempo. Esperen, estimados lectores, la próxima semana, detalles sobre estas nobles instituciones y su impacto en el alivio de la pobreza.