¿Y si dejamos mejor de hablar de género?

Por Irene Villaseñor Villaseñor

Usted que me lee, quizás alguna vez ha ido por la calle caminando y de repente ve a una persona que no logra definir si es hombre o mujer, y se detiene, inspecciona a la persona de manera discreta a fin de saberlo… ¿no ha caído usted en cuenta que eso en verdad no le importa o que más bien no le debería importar?

Pero ¿Sabe usted por qué lo hace? Eso es muy simple, porque su inconsciente lo traiciona y quiere en verdad saber cómo tratar a esa persona…

Hablar de ser “mujer” o ser “hombre” es una cuestión cultural.

La escritora y activista Gloria Steinem en el número especial sobre género de la revista National Geographic, considera que debemos deshacernos de esta idea; pues piensa que las sociedades se vuelven más  violentas entre más polarizada se encuentra la idea de género.

En lo personal  concuerdo con esta idea y sobre todo desde que tengo conocimiento que en otros lenguajes no existe el “El” o el “Ella”. Para culturas como la Budista simplemente importa que “seas”; la idea de género no existe.

Pero para nuestra cultura sí es importantísimo, y yo he terminado por pensar que esta idea tiene fines mercantiles: juguetes, ropa, cosméticos, en fin, un sinnúmero de artículos que son directamente dirigidos a un público que consumirá para ser mujer o para ser hombre; quiero destacar que hasta ahora no he encontrado un juguete dirigido a un niño hermafrodita o un niño que no sea ni hombre ni mujer y si estoy en lo incorrecto por favor coméntenlo.

El 21 de septiembre de 2017, el juez civil de Ciudad Hidalgo, Michoacán[1], dictó una sentencia en la que reivindicó precisamente, el estigma social y cultural de la identidad de género, cuando declaró procedente la pretensión de unos padres para la rectificación del acta de nacimiento de su descendiente, en el apartado de su sexo; ellos argumentaron:  “…Ya que al momento de su nacimiento no fue posible definir el sexo con el cual el menor se identificara…” (sic), como el más prominente  que presentaba era de hombre, se asentó en su registro que era niño y posteriormente el bebé fue sometido a un conteo cromosómico que arrojó el resultado de femenino. Cuando se tuvo conocimiento de este resultado le fue practicada al menor una vaginoplastía, clitoriplastía y genitoplastía comunicante, es decir, se le volvió mujer, teniendo en cuenta esto los padres le solicitaron al juez que se asentara en su partida de natalicio que es mujer.

 

Ahora bien, en la “hoja de evolución clínica del menor de edad” fue asentado que presentó una masculinización Prader Willy III, esta sintomatología –que es una sintomatología, no una enfermedad, como erróneamente es catalogado-  la presentan las personas que no son hombres ni mujeres, si tenemos  en cuenta este antecedente, entonces, debemos colegir que el menor de edad tenía, de hecho, una sexualidad definida, pero que no es hombre ni mujer, y esta es precisamente su definición, no de que sea hombre o mujer.

No obstante ello, concuerdo con el resolutor cuando afirma que los niños deben tener conciencia de su sexualidad desde pequeños, pero esto no quiere decir que le impongas ideas irrestrictas.

Viene al caso recordar a quien yo considero mi maestra en este tipo de controversias: la antropóloga Martha Lamas, quien en suma sostiene que cuando le estructuras a alguien la idea de algo, la va a  creer, aunque sea falsa. El problema se presenta cuando los menores llegan a una edad en que tienen que saber.

Y aquí surge mi pregunta: ¿Los padres no se preguntaron que va a pasar cuando su hija crezca, se case y les diga “oye papá por qué no puedo tener bebés”?

[1]  http://www.poderjudicialmichoacan.gob.mx/ContenidosWeb/transparencia/sentencias/oralidad/20170921_CIUD2JC_Juicio_oral_reasignacion_sexo.pdf