DE VIAJE POR OAXACA

DEVENIRES COTIDIANOS, por Susana Ruvalcaba

Llegó la semana santa y con ello la oportunidad de escapar unos días de la rutina citadina y buscar nuevos horizontes. Iniciando así, esta aventura en uno de los estados con más tradiciones y folclore de México: Oaxaca.

Las largas horas en carretera –que se extendieron a causa de todos los paseantes urgidos de desconectarse de la ciudad- bien valieron la pena una vez alcanzado el destino: la capital oaxaqueña. Un buen desayuno en el mercado 20 de noviembre, popularmente conocido como el mercado de comida, fue el mejor de los premios. Una tlayuda, una memela, unas empanadas o quesadillas en tortillas delgadas y recién hechas. Y para acompañar un atole blanco o un buen café de olla con el toque local: mezcal.

Los caminos de esta ciudad colonial se ven aderezados por sus edificios históricos, empezando por las iglesias: la catedral, el templo de Santo Domingo o la Basílica de la Soledad muestran su belleza arquitectónica de cantera por fuera y sus particulares diseños interiores.

Es indispensable recorrer el andador turístico en el que se ofrecen diversas artesanías locales. Desde barro negro, blusas bordadas, huaraches, ropa de telar de cintura, cestos, bolsos y artesanías de palma hasta alhajas de filigrana. Y si hace calor uno se puede refrescar con agua de chilacayota, un tejacate o con una gran variedad de helados de sabores como son el sorbete, la leche quemada, la tuna, el chicozapote o uno de mezcal.

Para comer sobrarán sitios donde encontrar mole en alguna de sus famosas variedades: negro, amarillo, coloradito, verde, chichilo, rojo o estofado. Y si prefieren la carne es muy fácil conseguir un tasajo. Y los que gusten de caldos entonces lo recomendable es un tradicional caldo de piedra.

Ya cayendo la tarde y después de las compras y la caminata, uno puede merendar un chocolate en leche o agua con un pan de yema , una malteada de chocolate de El Mayordomo o ya de plano brindar con un mezcal, sal de gusano y una botana de chapulines.

Si lo suyo es visitar zonas arqueológicas no pierdan la oportunidad de recorrer Monte Albán, de llenarse de energía en la parte más alta de cada una de sus pirámides y de andar por sus calles alfombradas de pasto que guardan nuestras raíces y albergan el conocimiento ancestral . Otro punto interesante y accesible es la zona arqueológica de Mitla compuesta por cinco conjuntos de arquitectura monumental y en el que se erigió, además, sobre uno de los patios, el templo de San Pablo durante el periodo del establecimiento católico.

Y si prefieren las bellezas naturales, Hierve el Agua es una visita obligada. Este hermoso paraje está conformado por diversas cascadas petrificadas que enmarcan varios manantiales que a su vez proveen de agua a una serie de pozas que sirven para los locales y turistas como balnearios naturales donde uno puede refrescarse y relajarse mientras disfruta de la majestuosidad del paisaje.

Oaxaca es, pues, imperdible. Quien haya estado ahí sabe que es imposible irse sin haberse llevado algo nuevo, en el estómago, los ojos y el corazón.