HUMANAS, por Circe López

El pasado 24 de abril en todo el país las mujeres salimos a manifestar lo que por siglos hemos enfrentado y casi siempre callado como son las violencias, específicamente la sexual, de las que somos objeto en la calle, en la casa, en la escuela, en el trabajo, así como en el transporte público.

Lo que pone de manifiesto que no hay una política pública dirigida a las mujeres, la cual integre no solo acciones desarticuladas que no tienen una lógica coherente ni mucho menos que funcionen como un verdadero sistema preventivo y sancionador de la violencia contra las mujeres, en donde la omisión aunada a la irresponsabilidad de las autoridades municipales complejiza la situación de violencia que enfrentan las mujeres.

La fallida función y creación de los mecanismos de las mujeres conocidos como Institutos de las Mujeres o bien Secretarías, tan solo han reflejado que para lo que fueron creadas no cumplieron con su objetivo porque muchas de ellas se convirtieron en agencias de colocación y premiación para las mujeres que hayan servido con lealtad a los diversos partidos políticos.

Lo anterior generó que se fortalecería la visión esencialista que se tiene sobre las mujeres y que las acciones como los recursos casi siempre reforzaran desde el patriarcado los estereotipos tradicionales de género, lo que amplio la posición victimizadora de las mujeres e introdujo la idea de que para superar la violencia es con proyectos productivos principalmente con huertos productivos, los cuales no resuelven la problemática ni las desigualdades que enfrentan las mujeres sino que por el contario ahora asumen una nueva responsabilidad.

Hemos visto que casi todos los proyectos orientados a las mujeres no consideran el acceso a los derechos laborales y prestaciones que por ley merecemos las mujeres y es que como mujeres no le estamos quitando nada a nadie, mucho menos a los hombres, porque ahora no solo hay que enfrentar la ausencia de una política pública sino un discurso absurdo, misógino, sexista, el cual pretende contraponer y reducir los derechos humanos de las mujeres para ser “equitativas” con los hombres que también son víctimas de discriminación y violencia, y que ignorantemente se lancen iniciativas de ley que ponen de manifiesto que no se entiende qué significa discriminación positiva, en qué consiste la desigualdad y la violencia, y que todo esto es por “culpa” de las mujeres quienes exigimos ni más ni menos nuestros derechos.

El objetivo central es que la ciudadanía comprenda que la violencia sexual es la evidencia de que los cuerpos de mujeres a lo largo de sus vidas pueden ser acosados, tratados, venidos, explotados, vejados y también asesinados,  sino que también ponen de manifiesto que las mujeres son desechables. Que su presencia en este mundo está en función de la satisfacción de las necesidades de los demás y particularmente de los hombres, aunque también hay mujeres que defienden el patriarcado a tal grado que no pueden acepar que sus hijos son agresores, violadores, asesinos, acosadores sexuales y practicantes de todas las violencias no solo en contra de ellas sino en contra de sus hermanas, hijas, compañeras de trabajo y de escuela, entre otras muchas formas.

La situación es tan compleja que no basta únicamente con la manifestación y los pronunciamientos que millares de  mujeres realizamos en más de 40 ciudades sino que es trascendental porque invita que ahora el reto no quede en salir subversivamente exponiendo la violencia y los testimonios de muchas agresiones vividas que no han encontrado una acción justa desde las instituciones como tampoco la sanción social que requiere de ser continua y permanente para que no deje de ser visible. El reto ahora es justamente saber cómo se traduce todo esta denuncia, cómo se atienden y canalizan todas estas mujeres violentadas que encuentran todos los días la fuerza para seguir vivas y enfrentando dignamente su vida, es decir como las mujeres somos colocadas políticamente en una sociedad que insiste en que no valemos y en que somos sólo víctimas.