EL CORTEJO EN LOS TIEMPOS DEL WHATSAPP

DEVENIRES COTIDIANOS, por Susana Ruvalcaba

Alguien nos vendió la idea de que las redes sociales eran un espacio en el que podríamos socializar. Una manera de mantenernos cerca pero a la distancia. Una ficción mal construida de vida paralela en la que hemos empeñado nuestros mayores esfuerzos.

No soy nadie, querido lector, para venir a romper tus ilusiones. Sin embargo, creo que esta mala concepción y abuso de redes sociales nos aliena más de lo que nos ayuda a acercarnos y conocernos.

Es cierto que se nos facilita la vida y vuelven mucho más sencillo el hecho de entrar en contacto unos con otros. Plataformas como Facebook y Twitter han sido de utilidad para que Cupido lleve a cabo sus flechazos. Otras, como Tinder han venido a fungir como opciones dirigidas para a la búsqueda del amor –inmediato o duradero-.

Pero independientemente del sitio donde ocurra ese momento mágico de coincidencia que despierta nuestro interés romántico, el cortejo migra necesariamente a otras plataformas en las que realizamos el primer intento de conocimiento del otro.

Mensajes de whatsapp van y vienen. Buenos días. Emoticones temerosos repartiendo besos tímidos. Un obligado buenas noches antes de ir a dormir y una lluvia de memes con la finalidad de aderezar la situación son ahora parte obligada de este nuevo protocolo amoroso.

Las letras virtuales le han ganado la batalla a la voz y nos vemos forzados a bailar al ritmo de este ritual romántico que parece ajustarse de manera adecuada a nuestras aceleradas y cada vez más complejas rutinas.

¿Acaso podemos llegar a conocer a una persona por las fotos diarias de su comida?, ¿será posible interpretar la filosofía de vida de alguien a través de un análisis minucioso de los memes que comparte?, ¿es el tiempo de respuesta un factor directamente relacionado con el interés del otro en nosotros?

Vamos como chivo en cristalería, jugando las reglas del cortejo en el whatsapp. Preocupados por dar los buenos días primero que el otro, por poner jajaja después de cada meme ercibido, por responder a la brevedad posible y disculparnos cada vez que no logramos hacerlo, cuidando no dejar al objeto de nuestro interés en visto para no detonar su decepción y mucho menos su indeseable enojo.

Día a día tecleamos caracteres con la misma precaución con la que andaríamos por territorio minado. Buscando interesar más y más al otro, insistiendo en mostrarle la mejor versión de nosotros mismos en cada palabra, cada fotografía, cada archivo multimedia que navega por la red desde nuestro puerto hasta el suyo.

Hasta que llega el tan añorado momento de tenerlo frente a frente para que nos muestre su mejor cara y su risilla falsa y nerviosa mientras los minutos se hacen horas y nos damos cuenta de que lo más que podemos esperar que esa persona nos aporte en una relación son memes.