¿Cómo nos mata la ansiedad?

NOSCE TE IPSUM Por: Josman Espinosa Gómez

Más de una vez hemos escuchado o dicho la frase: “es que estoy estresado”, seguramente si, por lo que al parecer perteneces al mundo que se preocupa por el bienestar y la salud de una manera a veces hasta obsesiva, encontramos en todos lados consejos para comer sano, sugerencias para hacer ejercicio, aplicaciones para encontrar la paz y la calma en el celular, sin embargo, con eso y más preocupaciones por estar bien, seguimos sufriendo de un tema que al parecer es invisible a los simples ojos: la ansiedad. Según la OMS, alrededor de 260 millones de personas en el mundo sufrieron trastornos asociados a esta emoción durante 2017. Pero hay que recordar que la ansiedad es un mecanismo natural de protección, es un sistema psicológico de alerta que anticipa posibles amenazas; sin embargo, es importante saber que es tan sólo una idea que surge en nuestra mente la que es necesaria para provocar el estrés suficiente para resolver lo que nos preocupa antes de que sea demasiado tarde.

Existen varios tipos de ansiedad, está la general que no va asociada a ninguna situación concreta, está la ansiedad inespecífica cuando no sabemos muy bien su origen y la específica cuando conocemos el motivo de la misma. En todos los casos se produce: aturdimiento, nerviosismo, taquicardia, sudoración, temblores, ahogo, opresión en el pecho, náusea, molestia abdominal, mareos, hormigueos (parestesias), escalofríos o sofocos, miedo a perder el control, a volverse loco o morir, lo que produce conductas de aislamiento. En su mayoría son sensaciones lo suficientemente desagradables como para que se tenga, muchas veces, más miedo a la ansiedad en sí misma que al problema que se intenta resolver, es lo que llamamos: “el miedo al miedo”.

Entonces ¿a qué le tenemos tanto miedo?, pues tristemente vivimos en una sociedad que controla a través del miedo, y los medios de comunicación, los discursos políticos, los mandatos familiares, entre tantas cosas influyen el comportamiento de las personas, sumado a esto, hemos fomentado y desarrollado y terror a la incertidumbre, se nos ha generado una manía por el control obsesivo de las cosas y las personas, a tal nivel que ya no somos claros donde empieza lo que controlamos y lo que nos controla.

La respuesta del estrés es un proceso neurobiológico que activa primero la adrenalina y la noradrenalina, en el caso de la primera, aumenta el ritmo cardíaco y respiratorio, oxigena la sangre y aumenta la tensión arterial, en el caso de la segunda, incrementa la capacidad de análisis y la coordinación motriz. Posteriormente, se activa la secreción de cortisol que favorece la creación de la glucosa circulante asegurando el alimento al cerebro, favorece la movilización de los depósitos de grasa para que los músculos se movilicen hacia la huida o la lucha. Solo recordar que la persistencia de esta hormona (cortisol) puede ser muy perjudicial, según el psiquiatra Sergio Oliveros[1], los sistemas que pueden dañarse por la respuesta ansiosa y el estrés son: 1. Inmunitario (alergias); 2. Genético (modificaciones en los cromosomas); 3. Neurológico (cefaleas, pérdida de memoria, mareos); 4. Digestivo (dolor abdominal, gastritis, diarrea y estreñimiento); 5. Cardiovascular (taquicardia, hipertensión, palpitaciones); 6. Respiratorio (aumento de la frecuencia respiratoria, tos, rinitis); 7. Cutáneo (sudoración, hormigueo, eccemas, alopecia); 8. Genitourinario (micción frecuente, eyaculación precoz, impotencia y frigidez). Ante todas estas afectaciones, la pregunta lógica es si algo de esto nos ocasionaría la muerte, la es respuesta es que de manera directa: NO, pero supone un desgaste físico que favorece estas enfermedades de manera crónica.

Y pensar que todo esto lo provoca uno de nuestros pensamientos, es correcto, según la psicología cognitiva, son éstos los que producen distorsiones a la hora de enfrentar el mundo. Es la forma con la que vemos al mundo la que nos coloca en riesgo constante de presentar todos o algunos de estos síntomas provocados por la ansiedad. ¿Qué tipo de pensamientos son con los que vives tu vida?

  • Pesimismo: tendencia a focalizarse en el problema sin ser capaz de ver las soluciones.
  • Generalización: los pensamientos son tipo siempre/nunca, todo/nada.
  • Pensamiento negativo: el foco está en los aspectos negativos y se olvidan o descalifican los positivos.
  • Catastrofismo: ver los aspectos negativos de una manera excesiva y exagerada.
  • Leer el pensamiento: creen saber lo que los otros están pensando y sus motivos negativos ocultos.
  • Adivinar el futuro: tendencia a anticipar que las cosas van a salir mal.
  • Comparación: medirse con los demás para acabar siempre perdiendo y sintiéndose inferior.
  • Exageración: si alguien se equivoca una vez pasa a ser un torpe o si le sale mal una cosa le llama fracasado en todas las áreas.
  • Culpabilidad: sentir que las circunstancias desagradables que suceden siempre están en relación con uno mismo.
  • Perfeccionismo: establecer exigencias a los demás, a uno mismo o a cómo deberían ser las cosas.

¿Te identificaste con alguno de ellos o con varios?, está en ti que tus síntomas cambien y terminen desapareciendo, no es normal vivir con ellos y menos acostumbrarse, tener miedo a enfrentarlo si lo es, pero si pides ayuda a un profesional definitivamente será mucho más fácil, así que deja de morir lentamente y empieza hoy mismo.

[1] Serrano (2019). Así te mata la ansiedad. Recuperado de: https://www.elmundo.es/vida-sana/mente/2019/01/05/5c2f2d4221efa0826c8b45f1.html, el 25 de septiembre de 2019.