• Por Felipe Sánchez Banda

Saltillo, Coahuila. 21 de septiembre de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- Investigadores del Departamento de Horticultura de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN) desarrollaron un sistema sustentable de biocontrol de patógenos en el suelo que reduce el uso de fungicidas, particularmente en cultivos de tomate.

Este proyecto surgió del ejercicio de investigación y consultoría en producción de hortalizas hace seis años, particularmente en productores de tomate bajo cubierta.

“En el 2011, con la colaboración de un productor cooperante llamado Agrícola Poca Luz empezamos a trabajar para atender el problema de Fusarium, que es una enfermedad vascular que ataca el cuello de la planta. El trabajo consistió en buscar una opción a la fumigación tradicional que se hace con bromuro de metilo y en este momento con metano, que son fumigantes de amplio espectro y matan todo”, explicó el doctor Alberto Sandoval Rangel, profesor investigador del Departamento de Horticultura de la UAAAN y miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

El sistema es una integración de diversas metodologías de biocontrol efectivas en tomate y está dividido en tres fases principales: rotación de cultivo, biofumigación y competencia espacial.

La primera fase, rotación de cultivo, consiste en cultivar tomate y alternarlo con otra planta, en este caso repollo. Esto con la finalidad de reducir la población de Fusarium al disminuir su fuente de alimentación a partir del tomate, ya que el repollo no representa una forma de alimentación para este patógeno.

La segunda fase es la biofumigación, ya que las hojas de repollo contienen diversos compuestos, entre ellos glucosinolatos, azúcares dentro de las células de las hojas. Cuando se rompen estas células, se liberan los azúcares y entran en contacto con una enzima conocida como mirosinasa, se empiezan a descomponer y producen una serie de compuestos, entre ellos los tiocianatos que tienen acción fumigante, un fungicida natural.

El especialista aclaró que con estas acciones bajan las poblaciones del patógeno, no desaparecen, pero quedan a niveles manejables y aceptables que no afectan la producción.

La tercera fase maneja la competencia espacial, que es inducida para dificultar la reproducción de Fusarium contra otros microorganismos.

“La materia orgánica del repollo es el alimento de la microflora del suelo, generalmente benéfica, al poner la materia orgánica, las poblaciones se incrementan, esto lo podemos hacer todavía más eficiente si, de manera exógena, agregamos cepas de organismos benéficos como Trichoderma. Le damos ventaja para que se empiece a reproducir”, señaló el científico.

Con esto, al momento de plantar el tomate, para que el Fusarium pueda multiplicarse tendrá que competir por el espacio que tienen los otros microorganismos y se dificultará su presencia y daño en el cultivo.

“En realidad lo que estamos haciendo es integrar acciones que ya sabemos que funcionan y que están probadas. Lo que estamos trabajando como innovación son opciones, porque hay productores que sí tienen un espacio de tiempo para hacer rotación de cultivos, pero hay productores que no y se van a ciclo largo”, enfatizó el investigador Sandoval Rangel.

Incluso en una cuarta fase comienza a observarse una mayor uniformidad en los cultivos consecutivos a la implementación del sistema, debido a la salud de la planta y esto la fortalece contra los patógenos.

“La cuarta acción, que no tenemos prevista en el proyecto original, pero surgió como una observación del ejercicio: hace dos años empezamos a notar que teníamos más uniformidad conforme avanzábamos en el tiempo, cuando normalmente es lo contrario conforme se explota el suelo”, comentó el científico.

El especialista subrayó que el sistema puede adaptarse y aplicarse en otras plantas. Actualmente este sistema se trabaja con productores de melón en Paila, Coahuila.

El doctor enfatizó que el mayor problema para la implementación del sistema es ganar la confianza de los productores y soportar la presión de empresas vendedoras de fungicidas.

“El mayor problema que hemos tenido para implementar el sistema ha sido la presión de los vendedores de empresas de fumigantes por afectarlos económicamente, y utilizan diferentes estrategias como desinformación y meter miedo en el productor, impulsándolo a fumigar y echa a perder este sistema”, resaltó el investigador.

A futuro, el proyecto buscará nuevas opciones para el productor que no puede acceder a todo el sistema, o aquellos que no están usando suelo, para que tengan opciones en un lapso de uno o dos años.

“Estamos buscando opciones de deshidratados o extractos para dar más opciones a esos productores. Estamos en la etapa de cuantificación y revisión de teoría para predecir la capacidad fumigante. Hay todo un trabajo que tenemos que hacer. Si lográsemos cuantificar adecuadamente y determinar bien el tiempo de duración del ingrediente activo, podríamos hablar de un extracto, y eso es patentable”, detalló el científico.

El doctor Sandoval Rangel añadió que con este proyecto se busca contribuir al desarrollo de sistemas autosustentables que beneficien al productor, a la institución y al medio ambiente.

“El mensaje es que si se puede producir de manera más amigable (con el medio ambiente), hay opciones que, es cierto, implican más conocimiento y presión para su aplicación. El productor está acostumbrado a ver los insectos muertos tras una aplicación y estos sistemas hay que establecerlos y cuidarlos para la protección del cultivo en convivencia con el medio ambiente”, finalizó el especialista.