CAMINO DE SANTIAGO

BIOECONOMUNDO, por Rodrigo Diez de Sollano Elcoro

Vamos en el tren de Santiago de Compostela a Bilbao después de haber vivido la experiencia de recorrer 210 km por el Camino de Santiago. Estamos viendo el mismo paisaje que recorrimos hace unos días, pero con otra perspectiva porque la velocidad de paso por una zona montañosa o a través de un pequeño pueblo es fundamental para definir los sentimientos que surgen. No es lo mismo caminar a aproximadamente 5 km a través de un bosque de castaños o de robles observando cada detalle de la vereda, cada castaña tirada en el camino, cada árbol con hojas que van del verde al amarillo, al ocre o al rojo, cada telaraña que atraviesa el espacio por el que caminas, haciendo un gran esfuerzo para superar la pendiente de subida o resistir la bajada, que ir sentado cómodamente en el tren a más 100 km/hr viendo pasar los árboles a gran velocidad. La profundidad del impacto en el espíritu del viajero es totalmente distinta.

Recorrimos una parte el llamado “Camino Francés de Santiago” porque éste inicia en Francia y cruza hacia España en Roncesvalles atraviesa el País Vasco, La Rioja, Castilla y León, para llegar finalmente a Galicia, y finalmente a Santiago de Compostela. Nuestro inicio fue en Ponferrada, habiendo recorrido previamente en automóvil desde Barcelona, hasta Logroño, Burgos y León.

Al principio el “Camino” transcurre por pequeñas colinas cubiertas de viñedos con paisajes de colores amarillos y ocres y árboles con hojas amarillas y rojas. En etapas posteriores el recorrido se hace cada vez más difícil al crecer la pendiente de la vereda que nos lleva hasta pequeñas aldeas en las montañas. Es aquí donde se prueba la firmeza de ánimo y la decisión del peregrino de continuar paso a paso hasta el final. Hay momentos en los cuales quisiéramos tirar la mochila y pedir auxilio para que nos lleven hasta el siguiente pueblo o incluso al final de la ruta. Pero la decisión de continuar se impone y cada quien va reflexionando en las cosas materiales que realmente nos son útiles y las experiencias que venimos cargando en este “Camino” y en el camino de la vida. Las mojoneras que indican el “Camino” también sirven para dejar de recuerdo alguna piedra que significa algo que queremos dejar atrás y superarlo para siempre…

La recompensa de cada etapa terminada es llegar a comer una rica cena, descansar en un lugar acogedor y compartir la plática con compañeros de viaje de todo el mundo: Australia, Polonia, Hawaii, Francia, Suecia, Corea, Japón, Italia, Austria, etc.

Las últimas etapas las hacemos con nuevos ánimos al saber que la meta ya está cercana, pero el cansancio de el “Camino” se va acumulando, así como las ampollas en los pies y el dolor en todas partes del cuerpo que hace la marcha cada vez más lenta y difícil. ¡La cercanía de Santiago de Compostela nos anima y al mismo tiempo los últimos kilómetros nos desesperan porque ya deseamos tener a la vista la catedral de Santiago!

Finalmente entramos al casco viejo de la ciudad de Santiago de Compostela y caminamos por el pequeño laberinto de calles estrechas hasta llegar finalmente a la Plaza del Obradoiro al frente de la catedral de Santiago, con grande emoción entramos agradeciendo la oportunidad de habernos encontrado con el Creador y con nosotros mismos en los largos ratos de silencio y también de pláticas a lo largo de este “Camino” y prometiéndonos volver a vivir esta experiencia…