¡Cambio Árbitro!

EN PRINCIPIO… SÍ

Por: Paco Romo

Algunas veces sin esperarlo, como resultado de diferentes eventos aparentemente aislados,  la vida nos  lleva a reflexionar sobre temas en los que nunca antes nos habíamos detenido a pensar. En esta última semana, me tocó vivir un par de experiencias muy enriquecedoras.

En la primera de ellas, tuve la oportunidad de reunirme con prácticamente toda mi familia directa, y darme cuenta de que en sólo un instante después de terminar mi carrera profesional, ya soy un respetable (quizá no tanto) Tío abuelo.

Claro está que el pequeño instante del que les hablo, ha sido un período de 22 años, tiempo en el que no pude percibir plenamente lo mucho que las cosas a mi alrededor han cambiando, y  lo rápido  que pasé de ser un muchacho con  ímpetu y  energía  para según yo  comerme al  mundo, a un adulto de tamaño regular, del que todos esperan lo mejor.

No creo que yo haya estado distraído durante estas dos décadas, ni tampoco quisiera pensar que como he sido feliz, el tiempo pasó volando.  Lo que yo objetivamente considero que hasta ahora entiendo, es que  la vida es en  verdad  un regalo maravilloso… pero muy breve, y  por más que uno se esfuerce por disfrutarla lentamente, como si se tratara de un chocolate que queremos comernos en pedacitos, en la práctica vamos en  un tobogán que nos desliza día con día.

Al mencionar este ejemplo del tobogán, no me refiero a que vayamos tan rápido como para no darnos cuenta de lo que hacemos o dejamos de hacer, más bien, a que cuando somos jóvenes, visualizamos el camino de la vida  como un trayecto muy largo, y planeamos como si tuviéramos tiempo para todo y más.

El segundo acontecimiento que me hizo reflexionar en esta semana, fue el haber tenido la oportunidad de sentarme a comer con dos ex compañeros de mi Universidad, con los que hace casi 20 años que no convivía. Me resultó sorprendente la naturalidad con la que nos vimos, la fluidez con la que pudimos conversar, lo rápido que nos conectamos  como los amigos que fuimos y seguimos siendo, así como lo surrealista  que resulta el hecho de que sólo nosotros nos sigamos viendo como los jóvenes entusiastas que hace 25 años se conocieron. Que lejos quedaron los días en que nos reuníamos,  y los meseros en las fiestas nos decían: “A sus órdenes  jóvenes, que le servimos”

Por supuesto que mis amigos y yo hemos cambiado, y mucho más de lo que hubiéramos querido, sin embargo, hoy hablamos de lo que hacemos, las familias que hemos formado, nuestros hijos, e incluso de que alguno de nuestro grupo ya tiene hijos en la Universidad.

Que maravillosa es la vida, que nos permite caminar y en el mismo trayecto suavemente nos da y nos quita…, nos permite  disfrutar, sufrir, construir, y pasar sin anuncios previos, de ser los jóvenes promesas de nuestra generación, a los padres de quienes hoy son las nuevas promesas.

Me imagino que en este juego de la vida, nunca podremos tener la claridad que se tiene cuando se juega fut-bol, deporte en el que  uno sabe el momento en el que está en la banca, la hora exacta en la que con miedo y emoción nos gritan que nos  toca entrar a jugar a la cancha, y también el momento   en el que el juego acabó, y hay que pasar a las regaderas.

Es muy interesante pensar como las generaciones se van entrelazando, y como  unos vamos entregando la estafeta, y otros la  reciben  en una carrera que no termina, y en la que todos podemos seguir jugando, siempre y cuando nos mantengamos activos y aportando, ya que en esto radica mi reflexión:  Debemos tener conciencia de que somos jugadores que van de paso, en un juego que no tiene fin.

Yo tengo un profundo agradecimiento por estos años que he podido vivir, y estoy más que puesto para seguir dando mi máximo empeño, entendiendo que está en mí y mis decisiones el seguir disfrutando del juego, tratando de seguir  aportando cosas valiosas a mi equipo, es decir, a mi familia y sociedad, ya que no me gustaría escuchar súbitamente aquel temible grito desde la banca : “Cambio árbitro”.