De acuerdo a Harold McGee científico y escritor estadounidense especializado en gastronomía, con un especial énfasis en la química de los alimentos, hay alimentos que NO debes guardar en el refrigerador. El también columnista del New York Times da una serie de consejos que Brunoticias retoma y comparte con ustedes.

JITOMATE: El frío daña las membranas interiores del fruto y convierte su pulpa en una pasta insípida y pastosa. Es mejor tenerlos a temperatura ambiente, y en caso de tenerlos en el refri, con dejarlos un día fuera antes de comerlos basta pues recuperan algo de su sabor.

 

DURAZNO, MELÓN, PIMIENTOS, NECTARINAS, MELOCOTONES, CALABACITAS Y BERENJENAS: Si bien, no tienen efectos tan drásticos como con el tomate,  bajan su textura y sabor cuando están a menos 10 grados. Siempre que sean piezas enteras se pueden poner fuera del refrigerador.

 

AGUACATE, PIÑA, PLÁTANO: Lo mejor es dejarlos en un lugar oscuro y fresco. Las bajas temperaturas anulan las enzimas que les permiten madurar. Entonces otras enzimas comienzan a actuar con más fuerza: unas causan daños celulares que les dan una textura pastosa. En el caso de la banana ennegrecen la piel.

 

PAPAS, CEBOLLAS Y AJOS: En el refrigerador los almidones de la papa se convierten en azúcar por el frío, por lo que su sabor cambia. El truco es tenerlas siempre a oscuras: para ellas y para las cebollas y los ajos, recomendamos usar bolsas oscuras de tela.  Son baratas y de verdad funcionan.

 

Si se puede, lo mejor es comprar en cantidades no muy grandes para que no se desperdicien los alimentos. Es importante tratar de huir de la cultura de la compra mensual en el supermercado. ¿Dónde nació ese modelo? En Estados Unidos. ¿Y cómo son allí las neveras? Monstruosamente grandes.

PAN Y QUESOS: Un error muy frecuente es el de meter el pan o la bollería en la nevera. Al contrario de lo que parece, envejecen más rápido allí que en una panera sobre la encimera de la cocina. Si se quieren conservar más de un par de días, lo mejor es congelar en rebanadas o trozos pequeños e ir descongelando en el tostador o a temperatura ambiente.

Los quesos secos tampoco hay por qué meterlos en la nevera si se consumen con cierta rapidez y se dispone de un lugar fresco en casa donde se puedan guardar envueltos en papel. De hecho, comerse un queso de este tipo recién salido del frío es un asesinato gastronómico similar al del tomate.

CHOCOLATE Y CAFÉ: El chocolate es otra víctima habitual del “neverismo”. Salvo que contenga un relleno lácteo o haga mucho calor, no hay ninguna necesidad de meterlo en el frigorífico. Si pones allí unos bombones o una tableta de chocolate abierto, verás que le sale una especie de capa blanquecina: una muestra de que su textura y sabor se han alterado. Algo parecido le ocurre al café, para el que algunos expertos desaconsejan por completo el paso por el refrigerador.

 

JAMÓN SERRANO: Si quieres que el jamón ibérico en el que te has gastado tu aguinaldo se transforme en el más vulgar de los serranos mételo al refrigerador.