• Iglesias Románicas, museos de arte y arqueología, el Rhin y mucho más en Colonia.
  • Por Christoph Driessen (dpa)

Colonia, Alemania. 20 de octubre de 2017 (dpa).- Cuando amigos extranjeros visitaban en la década de los 70 a Heinrich Böll en su ciudad natal, Colonia, les esperaba un apretado programa turístico. El turista que hoy visita Colonia puede repetirlo, pero necesita cierto aguante.

El escritor, premio Nobel de Literatura 1972, primero llevaba a sus invitados a las iglesias románicas. Les enseñaba San María del Capitolio, San Jorge, San Severino, San Gereón y Santa Úrsula. Con mucho pesar desistía de llevarlos a ver las otras siete iglesias.

Después seguían las ruinas excavadas del Palacio del Gobernador romano y solo después la famosa catedral, que no le gustaba mucho a Böll porque le chocaban las torres. A continuación, el escritor iba con sus amigos a dos museos, el Romano Germánico y el Wallraf-Richartz. Y si los acompañantes necesitaban una breve pausa para descansar, los llevaba al Rin.

Durante el paseo a orillas del río, Böll hablaba con su profunda voz de fumador empedernido de la importancia de Colonia como ciudad de puentes. Y a veces le parecía conveniente comer un tentempié en alguno de los restaurantes del centro histórico, aunque hubiera preferido ver más iglesias románicas.

Heinrich Böll (1917-1985) vivió casi toda su vida en Colonia. Sin embargo, parecía como si lo hubiese hecho en tres ciudades: la Colonia de antes de la guerra, la destruida y la de la posguerra. La casa en el barrio de Südstadt donde nació hace 100 años, el 21 de diciembre de 1917, sigue en pie, en la esquina de las calles Teutoburger y Alteburger.

En la antigua Colonia con sus callejones y frontones uno tenía la sensación de encontrarse en una ciudad de Flandes, por ejemplo Amberes o Gante, dijo Böll alguna vez. Solo en el barrio de San Martín, en el casco viejo, alrededor de la iglesia Gran San Martín, se ha conservado este ambiente. Hasta el día de hoy se puede rastrear aquí la Colonia de los tiempos del Imperio alemán.

Böll todavía conoció el centro no destruido con sus callejones y pináculos. A principios de la Segunda Guerra Mundial, Colonia todavía tenía, junto con Lübeck, Núremberg y Fráncfort, uno de los centros históricos más grandes de Alemania. Hoy, solo es posible hacerse una imagen de aquellos tiempos en el barrio de San Martín, situado entre la plaza Alter Markt, la plaza Heumarkt y el Rin.

La segunda Colonia la vivió Böll cuando en septiembre de 1945 regresó de un campo de prisioneros del Ejército estadounidense. La ciudad había sufrido un bombardeo más intenso aún que el de Dresde. En el verano (boreal) de 1945, el poeta inglés Stephen Spender lo describió así: “El Rin, con todos sus puentes destruidos, ofrecía de día, cuando crucé el puente flotante, una imagen de espantosa majestuosidad”.

Böll tenía una impresión parecida a la de Spender: “La Colonia destruida tenía lo que la ciudad no destruida nunca había tenido: grandeza y seriedad”. Para Böll, la Colonia en ruinas también era un lugar de esperanza, porque la ciudad había desaparecido bajo la cruz gamada. A los ojos de Böll, en Colonia estaba naciendo después de la derrota de los nazis una suerte de sociedad sin clases.

El joven escritor vivió momentos de felicidad en medio de los escombros. Estaba sentado en su buhardilla, tomaba té, fumaba cigarros y tecleaba en la vieja máquina de escribir de su padre. Cuando los escombros terminaron siendo retirados, no sintió ningún entusiasmo: “No toqué ninguna pala”.

La Colonia moderna ya no le interesó a Böll. La llamaba la “Colonia automovilística”. Un año antes de su muerte, afirmó: “Para mí, Colonia es una ciudad desaparecida, hundida, donde aún reconozco algunos lugares, sobre todo las iglesias, las iglesias románicas”.

Hasta cierto punto, el escritor añoraba la aridez de los escombros. Su cuarto de trabajo, situado en la segunda planta de lo que hoy es la biblioteca municipal, da una idea de ese estado de ánimo. El escritorio rayado, la cama de bambú: nadie creería que este fue el lugar donde nació la obra de un escritor importante.

Como persona y como escritor, Böll sentía una aversión por muchas cosas que caracterizaban a la joven República Federal de Alemania. Hacia el final de su vida se sentía tan extraño en su ciudad natal que decidió abandonarla. En julio de 1985 murió en la localidad de Langenbroich, en la región de Eifel. Fue enterrado en la población de Merten. No quería volver a Colonia.