• Para muchas comunidades no hay comida sin refresco a pesar de tener acceso a manantiales.
  • En Chiapas cuidan que no salga el gas pues lo consideran el “alma” del refresco.
  • Durante la petición de mano, en algunos lugares, si la novia no lleva un refresco es irrepetuoso.

México, DF. 26 de enero de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- El Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) afirma que, dentro del territorio nacional, a las bebidas azucaradas se les atribuye más de 24 mil muertes anuales, mientras que a nivel mundial la cifra es de 184 mil. En México, 22 y 33 por ciento de las defunciones de hombres y mujeres menores de 45 años, respectivamente, relacionadas con diabetes, enfermedad cardiovascular y obesidad son imputables a las bebidas azucaradas.

Desde hace décadas la notoria presencia del refresco de cola en la alimentación de muchos mexicanos está impregnada de diversos significados como prácticas religiosas o como medio para contactar con el mundo espiritual. Además constituye un factor clave dentro del entorno y costumbres sociales de algunas culturas del país. Esto representa un peligro para la salud pública, afirmó la doctora en antropología social, Teresa Ochoa Rivera.

En un trabajo realizado en la comunidad de San Jerónimo Amanalco del municipio de Texcoco, Estado de México. La también nutrióloga y coordinadora del doctorado en bienestar social en la Universidad Iberoamericana (UIA), concluyó que Para esta población no hay comida sin refresco, porque si este falta la comida está incompleta.

“En ese lugar hay por lo menos 100 tiendas de abarrotes en donde la venta de refrescos ocupa el primer sitio, seguido del huevo y el pan casero. El refresco representa para los habitantes de San Jerónimo Amanalco, prestigio, diferenciación social o solidez económica y desde niños hasta ancianos lo consumen”.

Aun cuando abundan manantiales, en esa comunidad no ofrecer refresco de cola a quien visita una casa, por ejemplo, es expresarle que no es bienvenido. Lo último que se ofrece es agua. Las ciudades no son la excepción, señaló la investigadora.

Esta gran penetración de bebidas gaseosas y saborizadas como hábito de consumo de los mexicanos de igual forma caracteriza las zonas rurales e indígenas del país, entre las que destaca Chiapas, donde letreros de la gran empresa multinacional de bebidas industrializadas dan la bienvenida en algunos de los lugares más marginados del estado.

En Chiapas valoran mucho el gas y al abrir las botellas lo hacen con especial cuidado para que ‘el alma’ del refresco no salga, porque de lo contrario ya no sirve. Además les representa una bebida curativa y piensan que al eructar la enfermedad sale, igualmente consideran que es útil contra el “mal de ojo”, el empacho u otros malestares, explicó la doctora Ochoa Rivera.

Asimismo, en fiestas tradicionales como la de solicitud de mano para una boda, la novia debe llevar un refresco de cola porque de lo contrario se considera irrespetuoso. Por su parte, los cristianos relacionan el aguardiente con el mal y las bebidas azucaradas, con el bien. Los tzotziles utilizan el refresco como una bebida representativa en sus rituales o ceremonias.

La tradición de comer barbacoa los fines de semana igualmente se acompaña de refresco de cola, mismo que hace tiempo desplazó a la bebida tradicional de maíz y agua, el pozol, lo que conforme al doctor e investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), Marcos Arana Cedeño, ha afectado sobremanera la salud y nutrición. “El problema de diabetes en la población indígena del estado de Chiapas se ha triplicado por el gran consumo de refresco que tienen”. Donde según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la diabetes está catalogada entre las primeras causas de muerte de la entidad.